viernes, 18 de octubre de 2013

La memoria de un muerto

Sin solución de continuidad, porque el tiempo se nos escapa como el polvo de estrellas de entre las manos, he aquí otro cuentecito singular y muy de mi agrado. Su origen, como el anterior, se ubica en Pamplona, cuando estaba realizando mis estudios de Periodismo en la Universidad de Navarra. Por entonces, convivíamos un genial y nutrido grupo de amiguetes (Pedro Burzaco Ojeda, Javier Pérez Guerrero, Juan Álvarez de Movellán, Fernando Aguado García...) amantes de cualquier cosa salvo del estudio propiamente dicho. Y entre nuestras aficiones se encontraban los juegos bélicos de mesa, especialmente los de NAC (Nike and Cooper). Uno de ellos, La batalla de Las Ardenas, inspiró esta historia.
Éste era el juego en el que gastábamos innumerables horas de nuestras vidas.
La complejidad del juego nos obligaba a participar en equipos por parejas. Uno se encargaba de los enfrentamientos en la zona norte del tablero y el otro, de la zona sur. Pues bien, en una de esas ocasiones Pedro Burzaco y yo combatimos en el lado alemán. Concretamente, él se hizo cargo de las divisiones Panzer que aniquilaban a las pobres unidades norteamericanas que osaban ponérseles delante (semejante cúmulo de poder en sus manos le acababa devorando el alma), mientras que yo comandaba las paupérrimas divisiones sureñas, formadas por ancianos o casi niños, que acababan afincándose en la ciudad de Bastogne para resistir como buenamente podían el envite del grueso del ejército aliado (lo que me enseñó el valor de cada mínima unidad).
Y justo ahí comienza esta narración (la presenté en 1996 al concurso Decano Pedrol. IV Centenario, con más bien nulo éxito):



Tropas alemanas combatiendo en Las Ardenas; imagen tomada de www.airsofttotal.com



La memoria de un muerto

Paseaba una mañana por los alrededores de la ciudad de Bastogne aprovechando el buen tiempo reinante desde hacía ya tres días para admirar el paisaje. Pese al tiempo transcurrido, la tierra aún mostraba las terribles heridas abiertas por la Guerra, aunque tanto la hierba como los árboles habían actuado como perfectos cicatrizantes camuflando en parte las trincheras donde se guarecían los soldados y los boquetes producidos por los obuses y las granadas lanzadas durante el espantoso conflicto bélico.
Precisamente, me detuve al borde de una depresión especialmente llamativa por su tamaño y mientras tomaba asiento en el suelo me dediqué a observarla con atención: era enorme, tanto que, no sin cierto horror, comencé a imaginarme el efecto que produciría en un ser humano el estallido cercano de uno de aquellos terribles explosivos.
Por encima de mi cabeza el viento agitó las ramas altas de los árboles que circundaban el agujero y sus fugaces sombras oscilaron de un lado a otro permitiendo que, de vez en vez, el sol incidiera directamente sobre un objeto haciéndolo reverberar con suaves destellos intermitentes. Contemplar aquel fenómeno y despertarse mi curiosidad fue algo simultáneo y, enseguida, me levanté para ver qué producía aquel apagado reflejo. Al irme acercando supe rápidamente que debía de tratarse de algo medio enterrado, y no de una moneda como había supuesto —y deseado— al principio, ya que el pedazo que sobresalía en la superficie era liso y formaba una ligera curvatura convexa dando a entender que bajo tierra se encontraba la mayor parte del blanco de mi interés. Parecía ser de un metal muy pulimentado y se hallaba casi en el fondo del hoyo.
Recogí un palo que no se rompiera con facilidad y me dispuse a desenterrarlo sin prisas, saboreando el momento, tomándome todo el tiempo del mundo en mi empeño. El objeto resultó ser mayor de lo que yo me había hecho a la idea y empecé a impacientarme, porque la dureza del terreno dificultaba la tarea haciéndola pesada. Pero a medida que lo iba exhumando aquello cobraba una forma no del todo desconocida para mí. Instantes después el corazón se puso a latir con celeridad de la emoción, porque antes incluso de que lo descubriera del todo, ya había averiguado de qué se trataba. Mis manos estaban acariciando uno de los característicos cascos utilizados por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo arranqué de su fosa con sumo cuidado, preparándome para cualquier sorpresa. Yo había oído la historia de un niño que escarbando en las arenas de la playa de Dunkerque se había encontrado con un yelmo como el mío, perteneciente a un soldado británico y bajo él estaba el cráneo fragmentado de su antiguo dueño.
Pozo de tirador en Las Ardenas. cogido
de www.tripadvisor.es
Desconocía si esa historia tenía visos o no de realidad, pero mis precauciones iban encaminadas a evitarme un susto similar al que se llevó el chaval francés, pero gracias a Dios mi muerto no se encontraba allí. Eso me llenó de alivio, aunque no pude evitar el sentirme algo decepcionado también.
Di la vuelta a la protección para limpiarle el polvo y algunos grumos de barro con un pañuelo cuando, de repente, algo blanquecino cayó desde su interior. Se trataba de un papel bastante sucio que al recogerlo del suelo resultó ser una carta. Con un parpadeo de perplejidad leí en el sobre que la misiva iba dirigida a Monique Legrand, que vivía en Bullange. En el remite sólo ponía un nombre: Werner.
Mi asombro fue creciendo. No entendía bien qué relación podría llegar a tener un combatiente germano con una mujer belga durante la Gran Contienda, pero luego le resté importancia al asunto, puesto que, bien pensado, en este mundo puede ocurrir de todo y más aún en los momentos de máxima locura humana, como había sido el que vivieron tanto remitente como remitida.
Actuando completamente ajenos a mi voluntad los dedos se movieron y la carta quedó abierta. Saqué el papel con un ligero temblor de manos y vacilé; mi imperdonable indiscreción y la consabida carga de culpabilidad que eso conlleva en la mayoría de los casos se vieron centuplicadas por una más que desagradable sensación de estar profanando un recinto sagrado, y ello me llevó a pensar en la absurda posibilidad de recibir un castigo vengador como el que afectó a los que violentaron el hipogeo de la reina Hatshepsut, tal y como relata Leopoldo Lugones en uno de sus cuentos.
Por si acaso, pedí sinceras disculpas en silencio antes de comenzar a leer el mensaje que el destino había confiado a mi persona, a modo de legado de un pasado no muy lejano.
Me costó trabajo y un buen despliegue de maña el despegar los brodes del papel sin tener que romperlos, ya que estaban humedecidos, supongo que por el sudor del propio soldado, y fuertemente adheridos en algunos puntos. El resto de la epístola, salvo por su natural acartonamiento y su aspecto envejecido y amarillento, estaba en bastante buen estado y la escritura se mostraba perfetamente legible. Había sido redactada en alemán, pero algunas palabras, como "mon âme", se añadían en francés, y a tenor de las letras, de trazos alargados en exceso, tuvo que ser escrita con prisas o con mucho movimiento. En la esquina superior derecha se databa la carta el 15 de diciembre de 1944. Comenzaba como sigue:
"Mi adorada Monique.
Ha amanecido el día con nieblas y nieve. Hace un frío espantoso, pero alma mía, no temas nada por mí porque el recuerdo de tu cariño es como una hoguera que llevara en mi interior, calentándome y manteniéndome vivo con la esperanza de volver a abrazarte y amarte como te mereces. Nos han movilizado por fin. No sé con certezxa hacia dónde nos dirigimos, pero he sentido un extraño alborozo cuando atravesamos la frontera para adentrarnos en Luxemburgo. Mi regimiento avanza por la zona cercana a Consthum; lejos de ti. Demasiado lejos.
"Es algo curioso observar los rostros de mis compañeros, o bien son de niño o bien de anciano. Los hay incluso que cojean o están tuertos, les ha dado igual. Parece como si todo el glorioso III Reich estuviera compuesto por los desechos de lo que queda en Alemania, ¿no te parece irónico? Hay muy pocos de mi edad y yo he tenido la suerte (la inmensa suerte) de viajar en un camión de avituallamiento, desde donde te escribo.
"Tienes que perdonarme por no haberte contestado antes a tu última carta, pero el reclutamiento fue tan repentino y las siguientes semanas tan intensas que no encontré ningún hueco para enviarte unas letras. ¿Verdad que lo entiendes, mi vida?
"Rezo por ti todos los días y sueño contigo a cada momento. Necesito verte pronto y, si Dios quiere, así será. Te quiere con locura
Werner".
El "Cobra King", el primer Sherman norteamericano en entrar en Bastogne el 27 de Diciembre de 1944. Foto extraída de www.zweiterweltkrieg.org
No bien acabé de leerla cuando miré al horizonte para buscar entre las nubes una respuesta o una explicación al hecho de que en plena época de guerra alguien pudiera expresar tanta ternura. La sencillez del muchacho me llegó a lo más profundo y sonreí con cierta amargura dulce.
Distraído, volvía a meter sin mirar el papel dentro del sobre, pero había algo que me lo impedía, y no era mi torpeza. Ensanché entonces la apertura y descubró con gozo otra carta casi fundida con una de las paredes de la envoltura. Confieso que la extraje ávidamente para repetir la misma operación que antes, con más mimo si cabe, porque ésta se hallaba peor tratada que la anterior. Según la letra y la firma pertenecía también a Werner, pero la fecha era del 26 de diciembre.
"Mi muy querida Monique.
Por Dios, mi amor, perdóname. Perdónanos a todos porque estamos destrozando tu hermoso país con nuestras bombas, borrachos de poder, hebrios de locura. Hace días que estamos luchando en Bélgica y ya he contemplado el suficiente horror como para hacer perder la cabeza a cualquiera. He visto a niños morir como peleles con el fusil en la mano, he visto a viejos y tullidos saltar en pedazos por los aires con los bombardeos aéreos y me pregunto qué fuerza es la que me salvaguarda de todo desastre. ¿Es quizá que tu pensamiento llega hasta mí para envolverme y crear a mi alrededor un escudo indestructible?
"Vida mía, tu Werner ha tenido miedo. Tu hombre ha derramado lágrimas mientras tenía que enterrar a los muertos en pleno campo cuando se decretaba una tregua. Pero, por favor, por lo que más quieras, no te avergüences de mí, como yo tampoco lo hago ni por mí ni por los hombretones que han estado llorando a mi lado. Tendrías que saber lo atroz que resulta ver a un muchacho, sin sombra de barba aún, disfrazado con un uniforme que le queda grande y con las tripas fuera del estómago mientras te pide desesperadamente agua.
"Pero ¿qué digo? No, no. Ruego a lo más sagrado para que te impida siquiera imaginarlo, a fin de que tu cordura prevalezca y no pierdas la razón. Yo temo por la mía. Hubo momentos en los que he gritado como un poseso, tan alto que se me podía oír por encima de los disparos y las detonaciones.
Imagen de Diana, Adrvina para los celtas belgas, que dio
nombre a las Ardenas. Cogida de elcalderodegaia.blogspot.com.es
"El enemigo (te juro que ahora mismo no comprendo el sentido de esa palabra) se ha guarecido en Bastogne y aguantan como si fueran demonios. Llevamos ya demasiado tiempo aquí sin lograr expulsarlos y tememos a los refuerzos que les puedan llegar...
"27 de diciembre. Ayer dejé de escribirte bruscamente, porque basta con mencionar al Diablo para que aparezca. Los refuerzos americanos llegaron de repente atacándonos por la retaguardia. Una división completa de tanques se lanzó contro lo que quedaba de mi compañía. Hubo confusión y pánico. Todo el mundo abandonó su puesto retirándose corriendo entre las explosiones y el fuego de las ametralladoras. Muy pocos, gracias a Dios, podrán experimentar la sensación de ver llegar a toda velocidad uno de esos carros acorazados hacia ti; se diría que busca conscientemente aplastarte y destrozarte los huesos.
"Vaya, estoy tan excitado que puede que no entiendas mi letra. Quiero que sepas de un hecho extraordinario que me sucedió durante el ataque. ¿Te acuerdas de cuando iba a pasar los veranos a la granja de tu padre en Bullange desde Losheim? ¿Recuerdas nuestros paseos por el campo a solas y con las manos unidas? Yo lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo; a menudo me hablabas con orgullo de los antiguos habitantes de Bélgica y de sus curiosas creencias paganas sobre los espíritus que velaban por la naturaleza. Yo, como estudiante racionalista y crítico que era, me tomaba esas cosas a broma, como meras supersticiones o incluso como un juego, una manera de pasar las noches en familia contándose cuentos entretenidos.
"Pero, mi amor, esta vez pienso que vamos a tener que dar gracias durante toda nuestra vida a esas creencias que providencialmente recordé a tiempo: en nuestra huida de los tanques se juntaron conmigo dos compañeros y fuimos perseguidos por uno de los Sherman americanos (alguien me dijo más tarde cómo se llamaban esos monstruos de acero y fuego). Escuché un estallido atronador y fui proyectado hacia adelante. Cuando miré a mi espalda vi que los otros dos yacían sin vida a mi lado.
"Yos sólo tenía un rasguño en la pierna, pero el tanque seguía avanzando en mi dirección. Lo veía llegar con rapidez y no tenía ninguna posibilidad de esquivarlo herido como estaba. No sé cómo fue, a lo mejor me afectaron la cantidad de árboles que nos envolvían con las desnudas ramas blancas por la nieve, pero el caso es que mi cabeza, en un puro acto reflejo, empezó a pensar en esos dioses antiguos a los que dediqué un ruego en voz alta. Le pedí a Ardvina su favor, también recé a Fagus, el que tú me dijiste que guarda a las hayas, y ocurrió el milagro, porque no tiene otro calificativo.
"Dos árboles enormes, como columnas de un templo griego, se desplomaron en ese momento sobre el tanque, frenando en seco su marcha e impidiéndole maniobrar. Los que estaban dentro tampoco podían salir, porque uno de los troncos cubría la escotilla aprisionando a sus ocupantes. Tampoco podían disparar a ciegas sin saber si algo atoraba el cañón, así que no lo hicieron. Me quedé inmóvil, maravillado, hasta que una chiquilla, luminosamente preciosa y sonriente, surgió desde detrás del tanque y me hizo gestos apremiantes para que me fuera. Luego desapareció de mi vista. Se evaporó de golpe en el aire, así como te lo estoy contando en esta carta. Por supuesto, no lo dudé un instante y me marché lo más rápido posible.
"Algo más tarde, volví al lugar. El tanque había conseguido zafarse del obstáculo y ya no estaba allí, así que aproveché para enterrar a los otros dos que me habían acompañado y que no tuvieron tanta suerte como yo. Ahora continúo cerca de Bastoghne, he perdido el arma y me muevo esperando encontrarme con algún batallón desperdigado para unirme a él, porque la soledad en la guerra es terrible y porque también va a ser la única manera de que esta carta llegue a tus manos.
"Lo que te he contado es verdad. Tienes que creerme. No estoy loco y hay que agradecer al Creador por haber puesto en la Tierra a esos seres que ofrecen su ayuda a los que se lo piden.
"Mi vida, presiento con alegría que esto acabará muy pronto y que entonces podré ir a buscarte para casarnos enseguida. Me siento dichoso, con suerte, y te necesito tanto. Hay tantas cosas de qué hablar y tanto que compartir y que olvidar. Tú me ayudarás, estoy seguro. Monique, debes de tener paciencia y esperar unas semanas más, a lo sumo unos meses, para vernos de nuevo y ya para siempre. Te quiere.
Werner".
No supe cómo reaccionar ante lo que había leído (algunos tramos varias veces, para comprobar si lo había entendido bien), ante esa historia que el hombre llamado Werner relataba tan escuetamente. Quizá estaba esperando a reunirse con Monique para poder narrárselo con todo lujo de detalles, porque el acontecmiento bien merecía la pena. Busqué en el interior del sobre, pero no encontré nada más.
La verdad es que no hay mucho más que contar. Tan sólo que me encaminé hacia el pueblo de Bullange para ver si podía localizar a la tal Monique, si es que aún vivía, y entregarle las misivas, puesto que, en mi opinión, le pertenecían por derecho. Tras unas breves pesquisas la vi por fin: una mujer ya entrada en años que abitaba con una hija suya en la granja que yo supuse era la de su padre y donde Werner veraneara en otro tiempo.
Cuando le conté el motivo de mi visita la anciana palideció visiblemente y tuvo que tomar asiento. Al terminar de leer las dos cartas me miró con los ojos humedecidos y me dio las gracias. No hizo ningún comentario a la historia del soldado, pero, al menos, me explicó que Werner había muerto en el sitio de Bastogne. Su cuerpo fue hallado junto a una fosa que él mismo había abierto para enterrar a compañeros suyos. Y que ella, a pesar de los años transcurridos en su ausencia y de haberse casado posteriormente, nunca le había olvidado.

Camposanto improvisado en la Segunda Guerra Mundial de soldados alemanes anónimos. Cogido de www.lasegundaguerra.



Este tema de Los Elegantes, "Apunten y fuego", es bastante acorde con el texto del cuento anterior, la verdad.



Pero como también me muevo por ambientes, así que la canción de Gary Jules, "Mad world", igualmente es asaz afín. Me gusta, a pesar de no ser Mod-ernista.


La letra:

Mad world (Mundo loco)

All around me are familiar faces (Todo lo que me rodea son caras familiares)
Worn out places, Worn out faces (lugares desgastados, caras desgastadas)
Bright and early for the daily races (limpias y dispuestas para sus carreras diarias)
Going nowhere, Going nowhere (yendo a ninguna parte, yendo a ninguna parte)
Their tears are filling up their glasses (sus lágrimas están empañando sus gafas)
No expression, No expression (carentes de expresión, carentes de expresión)
Hide my head I want to drown my sorrows (con la cabeza escondida, quiero ahogar mis penas)
No tomorrow, No tomorrow (no hay mañana, no hay mañana)

And I find it kind of funny, I find it kind of sad (Y encuentro que en cierto modo es divertido, y por otra parte, triste)
These dreams in which i'm dying, Are the best I've ever had (Esos sueños en los que me estoy muriendo son los mejores que he tenido jamás)
I find it hard to tell you, I find it hard to take (Creo que es duro decírtelo, pienso que es duro aceptarlo)
When people run in circles its a very very (cuando la gente corre en círculos es un)
Mad World, Mad World (mundo muy loco, mundo desquiciado)
Children waiting for the day they feel good (Los niños esperan a ese día en que se sientan bien)
Happy Birthday, Happy Birthday (Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz)
And they feel the way that every child should (y entonces se sienten como debería cualquier niño)
Sit and listen, Sit and listen (siéntate y escucha, siéntate y escucha)
Went to school and I was very nervous (Fui al colegio y me encontraba muy nervioso)
No one knew me, No one knew me (Nadie me conocía, nadie me conocía)
Hello teacher tell me whats my lesson (Hola, profesor, dime cuál es mi lección)
Look right through me, Look right through me (Mira justo a través de mí, mira justo a través de mí)
And I find it kind of funny, I find it kind of sad (Y encuentro que en cierto modo es divertido, y por otra parte, triste)
The dreams in which i'm dying, Are the best I've ever had  (Los sueños en los que me estoy muriendo son los mejores que he tenido jamás)
I find it hard to tell you, I find it hard to take (Creo que es duro decírtelo, pienso que es duro aceptarlo)
When people run in circles it's a very very (cuando la gente corre en círculos es un)
Mad World, Mad World  (mundo muy loco, mundo desquiciado)
Enlargen your world (amplía tu mundo)
Mad World (Mundo loco)
Y, por supuesto, un excelente tema del gran Edwin Starr, que, como no podía ser de otro modo se titula "War".


War (Guerra)

War, huh, yeah (La guerra, ¡ja!, sí)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing (Absolutamente para nada)
Uh-huh (¡Ja! ¡Ja!)
War, huh, yeah (La guerra, ¡ja!, sí)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing (Absolutamente para nada)
Say it again, y'all (Decidlo todos vosotros de nuevo)
War, huh, good God (La guerra, ¡ja!, buen Dios)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing (Absolutamente para nada)
Listen to me (Escúchame)
Ohhh, war, I despise (¡Oh! La guerra, la desprecio)
Because it means destruction (porque significa destrucción)
Of innocent lives (de vidas inocentes)
War means tears (La guerra significa lágrimas)
To thousands of mothers eyes (para miles de ojos de madres)
When their sons go to fight (cuando sus hijos van a luchar)
And lose their lives (y pierden sus vidas)
I said, war, huh (Yo digo, guerra, ¡ja!)
Good God, y'all (Buen Dios, todos vosotros)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing (Absolutamente para nada)
Say it again (Decidlo de nuevo)
War, whoa, Lord (Guerra, ¡bah!, Señor)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing (Absolutamente para nada)
Listen to me (Escúchame)
War, it ain't nothing (La guerra no es otra cosa)
But a heartbreaker (que una rompecorazones)
War, friend only to the undertaker (Guerra, amiga sólo de los enterradores)
Ooooh, war (¡Oh! Guerra)
It's an enemy to all mankind (Es una enemiga de toda la Humanidad)
The point of war blows my mind (la visión de la guerra funde mi mente)
War has caused unrest (La guerra ha provocado el descontento)
Within the younger generation (entre la generación de los más jóvenes)
Induction then destruction (Induce a la destrucción)
Who wants to die? (¿Quién quiere morir?)
Aaaaah, war-huh (¡Ah! Guerra, ¡ja!)
Good God y'all (Buen Dios, todos vosotros)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Say it, say it, say it (dilo, dilo, dilo)
War, huh (Guerra, ¡ja!)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Listen to me (Escúchame)
War, huh, yeah (Guerra, ¡ja!, sí)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Uh-huh (¡Ja! ¡Ja!)
War, huh, yeah (Guerra, ¡ja!, sí)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Say it again y'all (Decidlo de nuevo todos vosotros)
War, huh, good God (La guerra, ¡ja!, buen Dios)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Listen to me (Escúchame)
War, it ain't nothing but a heartbreaker (La guerra no es otra cosa que una rompecorazones)
War, it's got one friend (La guerra sólo tiene un amigo)
That's the undertaker (Y ése es el enterrador)
Ooooh, war, has shattered (¡Oh! La guerra ha destrozado)
Many a young mans dreams (los sueños de muchos jóvenes)
Made him disabled, bitter and mean (convirtiéndolos en incapacitados, amargados y miserables)
Life is much to short and precious (La vida es demasiado corta y preciosa)
To spend fighting wars these days (para gastar esos días luchando en la guerra)
War can't give life (La guerra no puede dar vida)
It can only take it away (únicamente puede arrebatarla)
Ooooh, war, huh (¡Oh! Guerra, ¡ja!)
Good God y'all (Buen Dios, todos vosotros)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Say it again (Dilo otra vez)
War, whoa, Lord (Guerra, ¡bah!, Señor)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Absolutely nothing  (Absolutamente para nada)
Listen to me (Escúchame)
War, it ain't nothing but a heartbreaker  (La guerra no es otra cosa que una rompecorazones)
War, friend only to the undertaker (Guerra, amiga sólo del enterrador)
Peace, love and understanding (Paz, amor y entendimiento)
Tell me, is there no place for them today? (Dime si no tienen sitio en el día de hoy)
They say we must fight to keep our freedom (Ellos dicen que tenemos que luchar para preservar nuestra libertad)
But Lord knows there's got to be a better way (Pero el Señor sabe que tiene que haber un camino mejor)
Ooooooh, war, huh (¡Oh! Guerra, ¡ja!)
Good God y'all (Buen Dios, todos vosotros)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
You tell me (Dímelo)
Say it, say it, say it, say it (Dilo, dilo, dilo, dilo)
War, huh (Guerra, ¡ja!)
Good God y'all (Buen Dios, todos vosotros)
What is it good for? (¿Para qué es buena?)
Stand up and shout it (Levanta y grítalo)
Nothing (Nada)

Otro "War", esta vez de Bob Marley:




La letra:
War (Guerra)

Until the philosophy which hold one race superior (Hasta que la filosofía que apoya una raza superior)
And another (Y otra)
Inferior (inferior)
Is finally (sea finalmente)
And permanently (y permanentemente)
Discredited (desacreditada)
And abandoned (y abandonada)
Everywhere is war (habrá guerra en cualquier parte)
Me say war. (yo decir guerra)

That until there no longer (Eso será así hasta que nunca más haya)
First class and second class citizens of any nation (ciudadanos de primera y de segunda clase en cualquier nación)
Until the colour of a man's skin (Hasta que el color de la piel de un hombre)
Is of no more significance than the colour of his eyes (tenga la misma importancia que el color de sus ojos)
Me say war. (yo decir guerra)

That until the basic human rights  (Eso será así hasta que los más básicos derechos humanos)
Are equally guaranteed to all, (se garanticen por igual para todos)
Without regard to race (sin diferenciación de raza)
Dis a war. (humilla una guerra)

That until that day (Eso será así hasta ese día)
The dream of lasting peace, (en que el sueño de una paz duradera)
World citizenship (de una ciudadanía universal)
Rule of international morality (la regla de la moralidad internacional)
Will remain in but a fleeting illusion to be pursued, (perdudará, pese a ser una ilusión evanescente para ser perseguido)
But never attained (pero nunca alcanzado)
Now everywhere is war - war. (Ahora hay guerra en todas partes - guerra)

And until the ignoble and unhappy regimes (Y hasta que los regímenes innobles e infelices)
that hold our brothers in Angola, (que atenazan a nuestros hermanos en Angola)
In Mozambique, (en Mozambique)
South Africa (Sudáfrica)
Sub-human bondage (sub-humana esclavitud)
Have been toppled, (hayan sido derrocados)
Utterly destroyed - (destruidos por completo)
Well, everywhere is war - (Bueno, pues en cualquier parte habrá guerra)
Me say war. (Yo decir guerra)

War in the east, (Guerra en el Este)
War in the west, (Guerra en el Oeste)
War up north, (Guerra arriba en el Norte)
War down south - (Guerra abajo en el Sur)
War - war - (Guerra - guerra)
Rumours of war. (Rumores de guerra)
And until that day, (Y hasta ese día)
The African continent (el continente africano)
Will not know peace, (no conocerá la paz)
We Africans will fight - we find it necessary - (Nosotros, los africanos, vamos a pelear -lo consideramos necesario)
And we know we shall win (Y sabemos que podemos ganar)
As we are confident (y confiamos plenamente)
In the victory (en la victoria)

Of good over evil - (en el bien por encima del mal)
Good over evil, yeah! (el bien por encima del mal, ¡sí!)
Good over evil - (el bien por encima del mal)
Good over evil, yeah!  (el bien por encima del mal, ¡sí!)
Good over evil - (el bien por encima del mal)
Good over evil, yeah!  (el bien por encima del mal, ¡sí!)

Esto es un añadido, pero es que hablar de guerra y no poner este tema, roza el pecado capital: Los insuperables The Skatalites y su abundante "Guns of Navarone".


viernes, 11 de octubre de 2013

El sanador de sueños

Está claro que tengo el gafe para esto de los cuentos. Concretamente, éste que voy a plasmar en esta entrada lo redacté hace muchísimos años, cuando estaba haciendo la carrera de Periodismo en Pamplona, y todavía el mundo de los sueños y el viaje onírico no estaba tan explorado en el cine (ese inmenso devorador de ideas literarias). Pero a día de hoy estas líneas ya han perdido buena parte de su frescura tras la ingente cantidad de títulos que aluden a esta materia, como "Más allá de los sueños", hecha en 1997 por Vincent Ward, si bien, el mejor exponente de los cuales sigue siendo, en mi opinión, "Origen" (2010), del gigante Christopher Nolan, aunque en su momento se lo cedí a mi amigo Antonio Sánchez-Escalonilla, profesor de Guión Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, para que sus alumnos pudieran practicar con él y convertirlo en un posible guión cinematográfico (creo que sin resultado alguno, en fin). Siempre pensé que Alfredo Landa hubiera hecho un gran papel como protagonista...
Aquí va (sed indulgentes, por favor, es uno de mis primeros escritos):


Una imagen como ésta, tomada de serialteacher.blogspot.com, fue la que me inspiró el cuento. Ocurrió en uno de mis habituales desplazamientos de fin de semana en autobús de línea entre Pamplona y Vitoria.



El sanador de sueños

— Hola; buenas noches. Soy Luis. Me envía la Compañía de Sueños Ejemplares, S.A.
El enfermo se quedó mirando fijamente a la figura que acababa de entrar por la puerta, con la boca entreabierta de puro asombro. No eran ya horas de visitas y pestañeó para ver si aquel ser era de verdad o simple fantasía. Al comprobar que el hombre no se había volatilizado en el aire pudo articular finalmente algunas palabras balbucientes.
— ¿Cómo ha dicho? ¿Le importaría repetirme eso? —Preguntó mientras seguía con la mirada a Luis, quien ya se acomodaba en una silla junto a la camilla sin haberle pedido previamente permiso. El recién llegado resultaba un tipo sonriente, alto de unos treinta años. Vestía como uno de esos malditos yuppies que tanto salen por las películas, no carecía siquiera de chaleco e incluso llevaba consigo un costoso maletín de brillante cuero negro. Actuaba, eso sí, con toda naturalidad, sin titubeos de ninguna clase.
— Bueno, si lo prefieres te enseño una de mis credenciales —dijo al tiempo que se sacaba una tarjeta del bolsillo interior de la oscura americana y se la alargaba al enfermo. Éste la cogió y pudo leer en ella exactamente lo que el otro ya le había anticipado:

LUIS
SANADOR DE SUEÑOS
COMPAÑÍA DE SUEÑOS EJEMPLARES, S.A.

En la cartulina blanca no ponía nada más, ni dirección ni teléfono siquiera.
— Oigame, ¿Usted se cree que esto es normal? Porque yo no me estoy enterando de nada, ¿sabe? — Recalcó el trato de usted en el tono de la voz; le molestaba sobremanera que un desconocido le tuteara de buenas a primeras. Luis continuó con el mismo aire jovial en sus maneras.
— Pues es muy sencillo. Tú no duermes bien por causa de las pesadillas y eso es precisamente lo que hace que tu estancia en el hospital sea más larga.
— ¿Y qué? —Respondió amoscado el enfermo.
— Vamos, vamos. Los dos sabemos que tu situación económica es bastante precaria, por no decir penosa — le propinó unos golpecitos cómplices en la rodilla, mientras guiñaba un ojo para hacerse el simpático— No te puedes seguir costeando la habitación.
— ¡Váyase a tomar por...! ¿C-cómo se atreve? —Si algo había que al enfermo le sacara de sus casillas era que le mencionaran su delicado nivel financiero. La vergüenza y la rabia le ahogaban la garganta impidiéndole pronunciar las frases con claridad y arrojó la tarjeta de Luis sobre la mesita de noche—. No le consiento ni a mi padre que se entrometan en mi vida privada. ¡Anda, hombre! ¡Habráse visto! Ahora mismito voy a dar aviso para que le echen de aquí.
El convaleciente se medio incorporó en la camilla para pulsar el timbre en forma de pera que había a la cabecera del lecho y con el movimiento tiró al suelo el libro que había estado leyendo durante la tarde. Luis se agachó para recogerlo.
— Es-te-fa-ní-a; ¡je! Buena literatura, sí señor —se burló el extraño personaje ojeando la portada.

Portada de Estefamía, de Marcial Lafuente, que durante muchas
generaciones marcó un tipo de literatura
específico que se vendía en quioscos.
El enfermo no contestó y mantuvo los brazos cruzados sobre el pecho, mirando hacia la entrada. Luis no perdió la sonrisa e hizo otro intento por romper el hielo que ya había helado el tenso ambiente de la habitación.
— Esto es toda una joya; ya no hay quien lo encuentre en las tiendas —observó agitando el libro en su mano.
Nada.
— Muy bien, haz lo que quieras... Pero, por el amor de Dios, no te alteres. Eso hará que vuelvas a tener pesadillas.
Un bufido de disgusto fue la única respuesta del enfermo. Por el pasillo se escucharon unos pasos rápidos y ligeros. La enfermera llamó a la puerta y entró.
— ¿Qué desea, señor González? —Inquirió sumisa pulsando un botón situado al lado de la puerta y que desconectaba la luz de alarma en el cuarto de guardia.
— Este... Señor, por llamarlo de alguna manera, me está molestando —señaló sin mirar a la silla donde se encontraba Luis—. Y ya no debería de estar aquí, así que ¡hala! Llame al sanitario para que lo expulsen como es debido. Hágame el favor.
— ¿Pero a quién? — La jovencita miraba perpleja un asiento vacío.
— ¿A quién va a ser? Éste de aquí... —Se movió hacia el intruso, quien le devolvió una mirada de circunstancias.
— Ahí no hay nadie —apuntó la chica suspirando.
El paciente se quedó de piedra abriendo los ojos con expresión estúpida. Él podía verlo, la muchacha no.
— Vale, monina. Pues déjelo estar. Déjelo. Lo siento mucho —se disculpó ruborizándose hasta la raíz del cabello y negando con la cabeza.
La enfermera, que durante dos interminables semanas había tenido que aguantar el mal humor y las más que mortificantes extravagancias de aquel cliente insoportable, soltó un improperio bastante grosero y se largó dando un portazo, pese a que desde hacía más de una hora había que guardar silencio en todo el edificio.
El señor González Abengózar se pasó lentamente la mano por la cara antes de mirar a Luis de nuevo. Estuvo tanteándole un buen rato sin respirar siquiera. Ésa era la primera vez que el enfermo se enfrentaba a algo ajeno al ámbito de lo común y le asaltó toda una amalgama de sentimientos que iban desde el miedo más absoluto, pasando por la curiosidad desesperante, hasta la creencia en que había perdido del todo la cordura. Nunca en toda su vida de genial funcionario se había topado con lo sobrenatural; de hecho, a sus cuarenta y siete años, todo le había resultado confortablemente monótono: una esposa encantadora y complaciente que no le causaba disgustos, unos hijos ya colocados que ni siquiera pasaron por la edad del pavo, un pisito ni grande ni pequeño en La Ventilla (*), plácidas e indefectibles vacaciones en Benidorm y un trabajo tranquilo del que no había quien le sacara hiciera lo que hiciese. ¿Para qué quería más? No había blanco ni negro; todo resultaba de un gris tremendamente relajante y así quería él que continuara siendo para siempre jamás. Estuvo a punto de extender la mano para tocar a Luis a ver si así desaparecía o, al menos, para comprobar si era material, pero en vez de eso dijo con cara de lástima:
— Ésa no te ha visto.
— Claro, hombre. El problema es tuyo, no de ella —aclaró Luis— . Eres tú el que está enfermo. Tú el que tiene pesadillas. Si estoy aquí es por ti.
González retrocedió ante el dedo que Luis le tendió con brusquedad estudiada.
— Y yo, ¿qué pinto en todo esto? —El enfermo pensaba evidentemente en el dinero y en cuánto le iba a suponer la broma—. ¿Cuál es mi papel?
— Sólo tienes que dormir. Y no te preocupes por nada —contestó el otro.
— ¿Dónde están tus alas? —Preguntó González mostrando la primera sonrisa, tímida, del día. Su chiste pretendía aportar un poco de coherencia real a la atmósfera de absurdidad que se había ido tejiendo en la estancia y que se adhería a su piel provocándole escalofríos tensos.
— ¿Cómo?
— No; nada. Sin más. Una tontería mía —comentó González—. Así que sólo tengo que dormirme, ¿y ya está?
Luis asintió y el enfermo, imitando sin mucho convencimiento su gesto de afirmación, apagó la luz arrebujándose bajo las sábanas. Al principio, le costó conciliar el sueño y, después de levantar varias veces el párpado para ver si Luis no se había ido, terminó por abandonarse en brazos de Morfeo.
Fue entonces cuando el curador onírico dejó de aparentar aquel firme gesto de seguridad en sí mismo y la sonrisa se le borró de la cara.


Había luna llena y el camino de piedras blancas brillaba como si estuviera pavimentado de diamantes. A ambos lados de la avenida se alzaban enormes árboles, pero no eran amenazadores. En el aire flotaba una mezcla de pesadez y transparencia, de claridad brumosa; no se escuchaba ni el caminar pausado de González. A lo lejos se adivinaba la sombreada mole de un gran caserón en ruinas. El sendero iba a morir allí. De las ramas de los últimos dragos, justo antes de llegar, colgaban durmiendo aún boca abajo unas formas peludas que, de cuando en cuando, se agitaban con movimientos mecánicos. González sabía que eran murciélagos gigantescos, como los que hay en India, sin embargo no les hizo caso y siguió adelante.
Se llegó hasta la mansión, que claramente había cambiado de forma y ahora, en vez de parecerse a una casa señorial del Sur americano, se mostraba como una especie de fortaleza-monasterio románica del Norte español. Supo que en el interior de uno de los torreones se retorcía una cerrada escalera de caracol y, a través de las estrechas troneras abiertas en la pared, vio una luz descendiendo despacio, sin prisas, aunque enseguida llegó a la planta baja.
Por el portón apareció la joven enfermera de guardia con una vela desprotegida en la mano; la llama temblaba aguantando el envite del viento sin llegar a extinguirse. le sonreía desde lo alto de los cinco desgajados escalones que iban a dar al patio donde se encontraba el hombre. A pesar de ser tan descarada la moza no era nada fea. González atendió ansioso mientras ella se despojaba de su verde uniforme y en un instante se mostró desnuda ante él: su piel era asquerosamente peluda y arrugada, surcada por millares de venas moradas que se retorcían vivas como serpientes. Sus dedos, filosos y rematados en largas uñas de animal, aplastaron el cirio sin quemarse para arrojarlo a su espalda por encima del hombro.
Horrorizado, González la miró a la cara y gritó un mudo alarido. La mandíbula descarnada de la chica babeaba hambrienta un líquido espeso en el que nadaban caóticos decenas de gusanos lechosos, carecía de nariz y el pellejo le pendía a jirones por todo el rostro. El esperpento de aguzados dientes se acarició el cuerpo con estéril sensualidad al tiempo que sus ojos desenfocados giraban vertiginosos en las órbitas. Una voz ronca de ultratumba rompió por fin el denso silencio.
Mi amor... Mi amor.
González quiso salir corriendo, pero sus piernas no le respondían. La enfermera entonces comenzó a bajar calmadamente los peldaños proyectando los brazos hacia él. En ese momento, el pobre soñador tuvo la noción de ser empujado a un lado y, tendido en el suelo, llegó a entrever fugaces imágenes de Luis que había cubierto al espanto con una manta y lo golpeaba sin piedad con un grueso candelabro de bronce. Finalmente, el monstruo se evaporó dando paso a un sol prodigioso que iluminó toda la escena.
— Ven, sígueme. No tengas miedo —le dijo el sonriente Luis con voz cálida.
El enfermo se levantó y miró a la figura amiga alejarse por un nuevo camino que iba a perderse en mitad de un paisaje de ensueño: amplias praderas esmeraldas se extendían hacia el infinito del horizonte; aquí y allá, las flores manchaban el tapiz de hierba con colores frescos y relucientes; el aire irisado se endulzaba con las melodías de infinitud de pájaros desconocidos que cantaban para él y al fondo, cerca de una fuente, creyó ver a un unicornio que le invitaba mediante cabriolas a jugar al escondite mágico.
Disfruta del sueño, mi niño. Contempla la hermosura que te rodea. Descansa y disfruta... Disfruta... Disfruta...
González se vio a sí mismo como un chiquillo que correteaba por el campo riendo a pleno pulmón. Un león dorado le retaba a ver quién era el más veloz.
El durmiente se permitió el lujo de sonreír feliz.

Terribles mandíbulas de un Pez Tigre Goliat, robada de www.vistaalmar.es

— Buenos días. ¿Cómo te encuentras?
González se sentía como nuevo y abrió los ojos con pereza, cuidadosamente porque Luis se había tomado la libertad de abrir la ventana de par en par y la claridad entraba a raudales. Cuando lo vio de pie contemplando la calle ya no se notó molesto como antes por su presencia.
— Perfectamente —contestó González desperezándose—. Dime una cosa, ¿tú...?Su pregunta quedó interrumpida por un ademán de Luis que le ordenaba callar. Sonaron unos golpes en la puerta. Otra enfermera de cofia blanca entró con una bandeja de desayuno. Una vez que saludó, la mujer depositó el condumio sobre una mesita acoplada a la camilla y volvió a marcharse.
— Mira, no sé si necesitas comer o qué, pero estaré muy orgulloso si compartes conmigo el desayuno —ofreció el funcionario.
Agradecido, Luis acompañó al enfermo y ambos se regalaron el estómago con gusto. Luego González retomó la conversación.
— Oye, eh...
— Luis —le recordó el sanador de sueños.
— Luis, es verdad. ¿Por qué no me dices un poco en qué consiste tu trabajo? Me parece que después de lo de ayer me merezco una explicación, ¿no?
— No —manifestó contundente Luis tras sopesar en profundidad la demanda del enfermo—. Sólo puedo decirte que conlleva bastantes riesgos. En cierto modo, nuestra existencia depende del público al que atendemos, y nuestra supervivencia también. El resto te lo puedes imaginar por ti mismo. Ya tuviste una experiencia; saca tus propias conclusiones.
González quedó atónito.
— ¿Riesgo? ¿Qué riesgo? ¿Y qué es eso de que tu existencia depende de mí?
— No te pienso decir nada más, así que no intentes sonsacarme. Seguramente tendremos otra oportunidad esta noche. Todavía no estás recuperado del todo y voy a permanecer aquí contigo. Si tengo éxito, mañana mismo podrás salir del hospital.
— Vale, si no quieres hablar de ello, estás en tu derecho. Yo lo comprendo y no te preocupes por mí. Seré un tipo muy cortito de entendederas y todo eso, pero por lo poco que sé al menos puedo asegurarte algo: tu labor me parece maravillosa, y va en serio.
Luis alzó las cejas admitiendo condescendiente el cumplido. El enfermo, entonces, intentó de nuevo la gracia del día anterior:
— ¿Sigues sin querer enseñarme tus alitas?
— No soy un ángel, si te refieres a eso —el rostro de Luis era una pétrea máscara de seriedad y en los más profundo de sus pupilas se encendió una chispa de pánico—. Esta noche —musitó para sí—, sólo esta noche...
No hablaron más durante las siguientes horas. González se contentó con leer su novela del Oeste y recibir las visitas precisas —la de su mujer, aparte de las médicas—, ninguna de las cuales se dio cuenta de la comparecencia de Luis. Éste, por su parte, adoptó una actitud ausente y meditabunda de la que el enfermo no pudo arrancarle por mucho que lo intentó.
Un ángel. Casi sonrió por la ocurrencia. No. No era un ente celestial; por el contrario, era un hombre, y muy humano. O quizá eso quedara para el pasado, cuando en vez de sangre le corría por las arterias un auténtico torrente de alcohol casi neto; cuando era otro paria social sin hogar que bagabundeaba solitario por los parques de las afueras escondiéndose, protegiéndose, del mazo acusador de la bendita sociedad, hasta que aquel alma de Dios benefactora le arrebató de las calles para concederle una segunda oportunidad.
¿Cómo dijo? ¡Ah, sí! El discurso de su ya olvidado salvador sonó algo parecido a esto: "Eres un despojo infecto, sin honra y sin futuro. Estás prácticamente muerto en todos los sentidos, pero aún puedes ser útil y hacer mucho bien". Un mensaje directo y conciso, de los que llegan al corazón, lo quieras o no. Aceptó por dos motivos; el primero, porque no había remuneración monetaria a cambio y eso no sólo le redimía de alguna manera, sino que además le aportaba la paradójica seguridad de que no le estaban engañando. El segundo hacía referencia a un detalle que había estado presente durante casi toda su vida de escoria de la indigencia y, por tanto, no le preocupaba que lo siguiera acompañando en lo que le restaba de permanencia en este mundo: nadie podría verle; nadie, salvo los que necesitaban de su ayuda, por supuesto.
Uno de los invisibles de la calle (en este caso de Barcelona).
Captada de arivolovich.wordpress.com
Durante su formación, junto a legiones como él y algún que otro voluntario aburrido de no hacer nada en su aburguesada cotidianidad de clase media y curiosamente abochornado de su acomodada condición, le aleccionaron sobre el arte de la persuasión, el mesmerismo y la telepatía; el control de la esquizofrenia en la fase REM; el provecho de la teoría y práctica de la tensigridad; la canalización de endorfinas cerebrales y su relación con la regeneración de la mielina y la distinción de los cinco estados oníricos, en especial el cuarto, reino piramidal en cuyo vértice van a converger las peores pesadillas.
Luis nunca entendió conceptos como "inmaterialidad", "plano superior" o "paralelismo corporal", pero sí que se quedó con su poder de influir en las fantasías de los dormidos y su capacidad de aparecer en medio de esas historias hechas a base de polvo de arena, sin las cuales se rompe el sutil equilibrio del sano juicio.
De entre todas las lecciones recibidas, una en concreto se grabó al fuego en la memoria de Luis. Era la que se ocupaba del peligro de la perversidad, ante la que ningún sanador podía defenderse por muy ducho que fuera en el oficio. Para entenderlo mejor, le obligaron a estudiar las obras completas de E.A. Poe, en las que el arte del maestro del horror mostraba en sus múltiples facetas la disformidad de la perversión humana, capaz de obligar a cualquiera, de forma aparentemente inexplicable, a dañar con deleite a aquello o aquéllos que más ama.
Mientras duerme, la malignidad del soñador alcanza grados incontrolables, de ahí que los sanadores tuvieran terminantemente prohibido, por su propio bien, dar a conocer a sus clientes sus métodos de curación, "puesto que vosotros, no lo olvidéis, también podéis morir y, en vuestro caso, incluso de la manera más espantosa que jamás hayáis concebido".
Agobiado con estos preocupantes pensamientos transcurrió el día para Luis. Luego, irremediablemente, llegó la noche...


Cielo encapotado, tan impenetrable y denso que la multitud de nubes azules, moradas y negras que lo cubrían daban la impresión de estar modeladas en látex. Hacía bastante frío y la humedad de la escarcha calaba con perlas de agua el fino pijama de González.
A través de la cerrada niebla, sin embargo, pudo ver que se hallaba en pleno campo y al avanzar con los pies descalzos notó la tierra mojada bajo sus callosas plantas. Aunque si miraba al suelo —y así lo hizo— no llegaba a distinguirlo; sus piernas se hundían en un lecho de densa calina que se levantaba en remolinos lentos a cada breve paso que daba.
Oyó el soplido del viento mucho antes de que llegara a su altura. Venía de frente y con él se llevó desgarrándola buena parte de la opacidad que le envolvía. Ante González aparecieron, como emergiendo del mismísimo centro de la Tierra, las estribaciones de la Sierra de Aralar, en su Navarra natal, y a su espalda discurría la N-240-A, que enlaza Vitoria con Pamplona. Ni el amarillo chillón del desierto asfaltado ni el violeta eléctrico de la rala vegetación llamaron su atención. Sus ojos se posaron en las cercanas montañas y en la alargada masa de nubes grises que se desplazaba sobre las alineadas crestas rocosas. A medida que las cumbres se iban despejando, éstas aparecían nevadas dejando un rastro albo y reluciente, muy similar a la mucosidad que segrega un caracol en su marcha.
Es que, de hecho, aquéllas no eran unas simples nubes, sino el voluminoso cuerpo de una babosa que giró su blanda cabeza hacia González. Bajo el enorme animal los montes perdieron sus perfiles, sus contrastes, sombras y relieves y la babosa inició su descenso a la llanura, en dirección al hombre. la huida de González fue tan instantánea que llegó a dejarse atrás a sí mismo y tuvo que regresar para recuperar su cuerpo indefenso y carente de voluntad para hacer nada. En cualquier caso, la babosa ya se había aproximado tanto a él que podía captar el asfixiante aroma a amoniaco que despedía el descomunal molusco.
Ni siquiera se atrevió a permanecer en el suelo; su yo intangible levitaba en derredor de la infernal escena, sin posibilidad de alejarse de ella, como si estuviera enclaustrada en una minúscula jaula cúbica de cristal transparente. Sabía perfectamente que tampoco allí arriba podía sentirse seguro, conocía también cuál iba a ser el desenlace y, a pesar de ello, por mucho que apartara la mirada o cerrara los ojos, no podía dejar de ver lo que estaba a punto de ocurrir.
— Tranquilo, hombre —dijo Luis a su lado, pero su tono era más bien vacilante y falto de toda firmeza—. No son más que nubes. Has de confiar en mí, por favor.
Aquel cretino le había devuelto al interior de su miserable carcasa corporal con el monstruo a tan sólo unos pasos de la pareja y encima le reclamaba confianza. "No, de eso nada", le apremió su propia voz, "retrocede antes de que sea demasiado tarde.  A la carretera, aprisa. Vamos, sálvate".
Luis lo retuvo agarrándole de la pechera y se situó entre González y la babosa, dándole la espalda a ésta última.
— Deja de hacer el tonto. No hay ningún peligro —le aseguró al enfermo, aunque al decir esto no dejaba de lanzar preocupantes miradas por encima del hombro.
Pero González se zafó de la presa del sanador sin escucharle y se lanzó a la carrera dejando atrás al otro a la suerte del sueño. Mientras galopaba enloquecido vio claramente, como si tuviera ojos en la nuca, cómo el hinchado limaco alcanzaba a su inmóvil compañero y le aplastaba bajo varias toneladas de carne gelatinosa y ácida. Los terribles gritos de Luis se confundieron con el viscoso sonido de algo que succionara con obscena fruición.
La babosa devoró a Luis absorbiéndolo.


Babosa gigante, atrapada de maestroterrax.blogspot.com.es.

Le chorreaba el sudor por todo el cuerpo. No osaba moverse, en parte, quizá, porque se sentía agotado, y escrutó la oscuridad de la habitación con los ojos prácticamente desorbitados por el pánico. Al hablar, sus palabras hicieron vibrar la flema que le atoraba la garganta provocándole una molesta ronquera.
— ¿Luis? —No obtuvo respuesta—. Luis, ¿sigues ahí?
Por fin encendió la luz con manos temblorosas, pero la estancia se encontraba vacía. Ni rastro del sanador por ninguna parte. De pronto, sobre la mesita descubrió la tarjeta de visita de Luis.
— ¡Dios mío! —Sollozó aguantando la náusea—. ¡Dios mío! Le he matado... Si al menos le hubiera creído, si le hubiera escuchado...
Tres horas más tarde, la enfermera de turno entraba con la bandeja del desayuno. González no se había vuelto a dormir desde que despertara anteriormente por la pesadilla y mostraba todas las trazas de haber estado llorando.
— ¡Madre mía! Vaya cara que se le ha puesto —advirtió la uniformada muchacha—. ¿Se encuentra usted mal?
El paciente no se dignó a contestar.
— No importa. Usted tómese esto que yo voy a hablar con su médico y vengo ahora.
La chica abrió la puerta, pero poco antes de que la volviera a cerrar un hombre sonriente se coló en la habitación sin que la enfermera se diera cuenta de ello.
— Hola. Soy Julián. Me envía la Compañía de Sueños Ejemplares, S.A. Creo que ya la conoces.
González se sonó la nariz con la manga y dirigió la mirada a la mesita. La ficha de Luis había desaparecido.

(*) Es una calle de Pamplona bastante bien situada (nota del autor).


Me dio la sensación, de golpe y porrazo, que el tema que pegaba aquí era el "Should I stay or should  go", de The Clash. Así que vamos con él.



La letra:
Should I Stay or should I go? (¿Me quedo o me voy?)

Darling you gotta let me know (Cariño, me lo tienes que decir)
Should I stay or should I go? (¿Me quedo o me voy?)
If you say that you are mine (Si dices que eres mía)
I'll be here til the end of time (Me quedaré aquí hasta el final de los tiempos)
So you got to let know (Por eso me lo tienes que decir)
Should I stay or should I go? (¿Me quedo o me voy?)

Always tease tease tease (estás siempre, de cachondeo, atormentando y jorobando)
(Siempre - coqetiando y enganyando) (original)
You're happy when I'm on my knees (eres feliz cuando me tienes de rodillas)
(Me arrodilla y estas feliz) (original)
One day is fine, next is black (Un día es fantástico y al siguiente, negro)
(Un dias bien el otro negro) (original)
So if you want me off your back (Así que si me quieres quitar de en medio)
(Al rededar en tu espalda) (original)
Well come on and let me know (bien, venga, me lo tienes que decir)
(Me tienes que desir) (original)
Should I stay or should I go? (¿Me quedo o me voy?)
(Me debo ir o que darme) (original)

Should I stay or should I go now? (¿Me quedo o me voy?)
Should I stay or should I go now? (¿Me quedo o me voy?)
If I go there will be trouble (Si me voy habrá problemas)
An if I stay it will be double (y si me quedo serán el doble)
So come on and let me know (Por eso, venga, me lo tienes que decir)

This indecisions bugging me (Tu indecisión me tiene en ascuas)
(Esta undecision me molesta) (original)
If you don't want me, set me free (si no me quieres, déjame libre)
(Si no me quieres, librame) (original)
Exactly whom I'm supposed to be (exactamente lo que se supone que debo de ser)
(Diga me que tengo ser) (original)
Don't you know which clothes even fit me? (¿Tienes idea de la ropa que aún me queda bien?)
(Saves que robas me querda?) (original)
Come on and let me know (venga, me lo tienes que decir)
(Me tienes que desir) (original)
Should I cool it or should I blow? (¿Me quedo o me voy?)
(Me debo ir o quedarme?) (original)

Should I stay or should I go now? (¿Me quedo o me voy?)
(Yo me frio o lo sophlo?) (original)
If I go there will be trouble (Si me voy habrá problemas)
(Si me voi - va ver peligro) (original)
And if I stay it will be double (y si me quedo serán el doble)
(Si me quedo es doble) (original)
So you gotta let me know (Entonces, me lo tienes que hacer saber)
(Me tienes que decir) (original)
Should I stay or should I go? (¿Me quedo o me voy?)
(Yo me frio o lo sophlo?) (original)

La verdad es que en el primer sueño, cuando todo se arregla y se pone a correr como un chiquillo por los campos, el tema que tenía en mente era "Ha, Ha, Ha", de Arthur Conley. Ahora sabréis por qué:



Y, en general, el ambiente del cuentecillo me llevaba irremediablemente a The Creeps y su sensacional "Down in the nightclub". No por la letra, sino por el ritmo y su atmósfera...



La letra:

Down in the nightclub (Abajo, en el club nocturno)

All right (Muy bien)
We're going down to the nightclub baby (Nos vamos abajo, al club nocturno)
Where the fashion lights are all so gay (donde las luces de la moda son tan gay)
And the music's so loud (Y la música está tan alta)
I tell you we're the in-crowd (Te digo que estamos en pleno in-crowd*)
We're the grooviest gang around (somos la banda más groove** de los alrededores)

I got a battering ram in my head (Tengo un constante bombardeo en mi cabeza)
The room is turning in a blue green red (La habitación es un tornado de azul, verde y rojo)
And the lights sure blows my mind (y las luces seguro que van a fundir mi mente)
and I might get this time (y puede que en esta ocasión lo consiga)
Down at the nightclub (abajo, en el club nocturno)

That girl's dancing in her miniskirt (Esa chica con minifalda está bailando)
The way she moves now she gives me the hurt (la forma en que se mueve ahora me hace daño)
Gonna move up to her, let my backbone slip (Voy a subir a por ella, para que se funda con mi columna vertebral)
I'm gonna take her on a magic trip (la voy a llevar por un viaje mágico)

I got a battering ram in my head (Tengo un constante bombardeo en mi cabeza)
The room is turning in a blue green red (La habitación es un tornado de azul, verde y rojo)
And the lights sure blows my mind (y las luces seguro que van a fundir mi mente)
and I might get this time (y puede que en esta ocasión lo consiga)
Down at the nightclub (abajo, en el club nocturno)

I got a battering ram in my head (Tengo un constante bombardeo en mi cabeza)
The room is turning in a blue green red (La habitación es un tornado de azul, verde y rojo)
And the lights sure blows my mind (y las luces seguro que van a fundir mi mente)
and I might get this time (y puede que en esta ocasión lo consiga)
Down at the nightclub (abajo, en el club nocturno)

*The in-crowd, literalmente la "multitud del interior o interna" hay que entenderlo como "la gente que sabe" (donde está la mejor música, la mejor ropa, el mejor ambiente... Todo ello en torno al Mod-ernismo).
**Groove se puede entender como "sensacional", y como un tipo de música muy concreto (con una base expansiva de órgano, a ser posible Hammond). Algo así.