domingo, 17 de mayo de 2020

2.47 a 8.48 M.A.L. (Millones de Años Luz)

Un dibujito de los míos de Op-Art elaborado mientras era estudiante de Ciencias de la Información en Pamplona.

Estoy obsesionado con dos cosas: El Tiempo y el Espacio. Pero no como lo entendemos de forma habitual. Hablo de un tiempo que es, en realidad, el no tiempo, o lo que es lo mismo, la supuesta Eternidad. No está concebida para las cosas. Tampoco para nosotros que tenemos un conocimiento limitado, con una vida limitada y una capacidad de obrar, sentir y pensar igualmente limitada.

Nada material casa con lo eterno. Nada vivo es eterno. Hay situaciones que comparadas con lo breve de nuestra existencia pueden parecer 'de toda la vida', como la visión de las estrellas. Pero, en realidad, también ellas están muertas y sólo nos llega esa luz que atraviesa una materia espacial ya cambiada con respecto al inicio universal y que se apagará algún día quebrando esa sensación de imperecedera presencia.

Nada es tampoco inmortal, salvo lo que nunca ha vivido y, por tanto, tampoco puede morir. Pero, al parecer, los nombres permanecen como una idea inextinguible por ser referencia, pero no existencia propiamente dicha.

La Luna de Córdoba, coqueta como ella sola, adornada con un ligero, aunque llamativo, collar-corona de bruma, hielo, alma y espuma de plata y nácar, para ser captada únicamente por mí en una noche latente de Invierno
El ser se concibe en un tiempo acotado, con un principio y un final, pero eso no casa con la muerte individual, porque el resto de las cosas continúan como si no entendieran que algo ha acabado y que ese algo hacía que esas cosas existieran, precisamente porque en vida las captaba. Es el mismo principio que el árbol que cae en mitad de un bosque y quizá no emita sonido porque nadie ni nada está presente para oírlo.

Sólo quizá si el tiempo deja de ser lineal y plano para ser multidimensional, como podría llegar a ser el espacio, se puedan abarcar un inimaginable número de vidas y líneas temporales a la vez, de modo que se asemeje de algún modo a lo eterno y a lo inmortal.

Hablo de un espacio que se complica más que el propio tiempo. Esta variable es más inconsistente, menos precisa, más ambigua y cambiante, porque no deja de extenderse hasta que en un momento dado se contraiga hacia la implosión nuevamente.

Me acabo de enterar que el espacio, en la explosión inicial se fracturó en dos como en un espejo de modo que tenemos dos inmensas esferas de expansión-contracción que incluso se están cruzando con leyes físicas y metafísicas opuestas, donde la materia negra es densa en una y vacía en otra, a modo de inmenso corazón de sístoles y diástoles latiendo bajo una piel viva e invisible en la que ocupamos un lugar tan ínfimo que llega a tener millones de ceros delante para medirlo.

Y si eso somos nosotros conscientes, ¿qué no habrá en el resto de lo que es? ¿Cuántas veces estaremos? ¿En cuántas épocas? ¿Coincidiremos con otros 'yos' o sólo podemos existir en uno a la vez? ¿Aprendemos de nuestras otras existencias hasta alcanzar una experiencia casi divina o somos siempre uno diferente hasta el punto de ser diferentes personas y conciencias aun siendo indefectiblemente yo y, por tanto, nuestro conocimiento siempre será finito y torpe?

En ese minúsculo rincón de cristal
fronterizo con tus ojos,
latiendo pausada en mi pensamiento,
estalla la brisa de la mañana
con colores de aurora
y aromas de mar embravecido.

Muy alta la espuma de azabache salta
como un frágil suspiro en la noche.
Y hay gaviotas muertas en el cielo
de invisible presencia de marfil
para ahogar el gemido de tu débil llanto.

Si alargo pálida la mano,
para asir transparencias sin forma
que generan espirales entre estrellas vagas,
el Universo entero tiembla y se agita
con deseo de ligeras estelas de fuego.

En cambio, si sonrío al espejo de la tarde de oro
se quiebra la singular soledad compartida
y se funde la piedra y la arena
con candente cadencia de una sinfonía de metal.

Una espada de filo doble en tu infantil mano.

Ven y reposa tus alas un tiempo,
a la sombra de geranios sin dueño
que brillan como sutiles perlas al sol;
rocío impío de tragedias conocidas
sobre tablas de polvo tangencial.

Y luego duerme,
tranquila;
para siempre.
En tu doble esfera espacial.


Los Brincos son un grupo al que siempre les tuve cariño. Para Soul estaban Los Canarios y Los Bravos, pero este cuarteto madrileño de 1964 son los que quizá más se aproximen al sonido Mod-ernista británico procurando alejarse de la hiperexplotada estela Beatles, y para ello intentaban experimentar algo más con los acordes de la guitarra de Pete Townshend o de Ray Davies.

Es más, me encantaría escuchar esta canción, The Train, interpretada por The Who, porque no les chirriaría para nada, la verdad.

La canción pertenece al LP 'Contrabando' (que tengo en mis manos, pero cinta cassette), de 1968, y la incluyeron en el corte cinco de la primera cara, cuando todavía estaban al frente del grupo Juan Pardo y el malogrado Junior (Antonio Morales), quienes luego formaron por su cuenta y durante dos años el dúo Juan y Junior.

Una buena imagen de Los Brincos en color.
Me gusta especialmente esta canción, porque me confirma su calidad como músicos. Podrían haberla escrito cualquiera de los 'grandes' de la época y los acordes de esa guitarra es que me suenan a Townshend, no puedo evitarlo, mientras que la combinación de acordes entre guitarras a modo de pequeño duelo descompasado de riffs es muy de The Kinks, ¿qué quieres que te diga?

Por cierto que si Juan Pardo y Junior llevaban un peinado muy a lo Small Faces (salvando las distancias) cuando ya eran Juan y Junior, el propio Junior calzaba una guitarra Rickenbacker modelo Export. Ahí queda eso.



He buscado la letra pero ni para la de tres. En fin os voy a colgar un temita un tanto soulero de Junior ya en solitario, que se titula The Snake (he de reconocer que lo busqué por si se trataba de una versión de la canción de Al Wilson, pero para nada).


Y aquí está Anduriña de Juan y Junior (con el pelo a lo Steve Marriot) a disfrutar.