jueves, 19 de diciembre de 2013

El Bufón

Para los más ansiosos, aquí tienen la segunda entrega de la serie (cortita) de "Cuentos absurdos". Es de la misma época que la anterior narración, y también fue presentado a concurso, sin éxito de ningún tipo, ¡je, je je! Según aparece en el manuscrito, fue escrito en Bilbao, el 3 de Febrero de 1990 (mi vigesimocuarto cumpleaños; prácticamente la mitad de la edad que acumulo ahora)  y estaba dedicado a un sabio: Miguel Ángel Jimeno. Se titula:


Máscara de bufón, de perso.wanadoo.es.

EL BUFÓN

Yo fui el bufón del rey. Una dulce responsabilidad barnizada de amargura y no exenta de importancia, de la que aún hoy me siento ciertamente orgulloso. En teoría era una tarea fácil: cuando él tenía necesidad de reírse acudía yo y con unas cuantas piruetas le regalaba, a modo de precioso don, con un poco de felicidad, dejándole al punto para continuar con sus pesadas y para nada envidiables labores de monarca. Luego, con suma discreción, volvía a esfumarme como si nunca hubiera estado allí o en ningún otro lugar.
Pero ni Su Majestad ni ninguno de los que estaban con él fueron capaces de entender.
Hubo momentos en los que gemí largamente como alma condenada encerrado en mis aposentos, hundido en la soledad, porque creo que ése era mi destino ineludible: la aislada existencia de los albardanes, manteniendo siempre, ocurriera lo que ocurriera, la estúpida sonrisa tallada en la boca. ¿Y sabéis lo mejor de todo? Que nadie me forzó a ello.
Sin más, un buen día, no hace muchos años de esto, me encontraba en la calle procurándome —a base de métodos muy poco recomendables; que todo hay que decirlo— un bocado para acallar mis rugientes tripas y tropecé con un rico comerciante. Pedí perdón de mil diversas maneras, pero él, al ver mi cuerpo pequeño y grotesco y mis extrañas maneras, se sintió ofendido hasta lo indecible e intentó apartarme de su camino a golpes de bastón.
Enseguida en torno nuestro se formó un corrillo de curiosos que, a carcajadas, estudiaban con detenimiento y celebraban con aplausos las evoluciones de mis ágiles esquivos. Al final, lo reconozco, resulté ser demasiado torpe para superar las circunstancias y el gran señor logró propinarme un bastonazo en la chepa, acompañado de un triunfal insulto que no merece la pena siquiera de transcribir en este manuscrito.
El dolor fue tan terrible que caí al suelo con los ojos humedecidos y una ganas atroces de rebanarle el cuello a aquel sapo engreído, aunque eso me pudiera costar la horca. Pero me contuve. Dios nuestro Señor sabe cómo y por qué.
Terminado el espectáculo, los curiosos se fueron retirando entre risas apagadas hasta que no se oyó más que el murmullo anónimo e impersonal de la plaza. Tardé un rato en reaccionar y al levantar mi enrojecida mirada me asombré contemplando ante mí a una niñita de cuclillas y vestida con lujo que también lloraba conmigo; yo de rabia, ella de pena, supuse.
De inmediato, sopesé mentalmente ambos sentimientos y supe que el suyo, la piedad, vencía con creces a mi odio impotente. Sin conocerme de nada, esa niña derramaba lágrimas de ternura por mi persona, y su gesto se abrió hueco, como una brasa ardiente en el polvo de nieve, en lo más recóndito de mi alma, esté donde ésta esté; una recompensa terrenal —la primera que recibía en toda mi vida—  que bien merecía una réplica adecuada.
Me sequé los ojos y procuré hacerle una serie de inocentes carantoñas que obtuvieron su fruto: seguía llorando, aunque en su cara manchada asomó un esbozo de luminosa sonrisa. No se reía de mí, sino conmigo; ahí está diferencia.
Y estropeé el mágico momento estirando el brazo para acariciarle el rostro en agradecimiento. Se echó para atrás con el ceño nublado y miedo en las pupilas. No se lo reproché... Luego descubrí que se trataba de la hija del comerciante que me maltrató por mi maldita deformidad.
Tuve la dicha, o la desgracia, según se mire, de que entre los que nos rodeaban cuando tuve el lance con aquel señor se encontraba un mayordomo de la corte. De inmediato en palacio se corrió la voz de lo ocurrido y la noticia llegó a oídos del mismísimo rey. Éste envió en mi busca y, tras localizarme en mi cuchitril, me llevaron ante su presencia.
Mantuvimos una suerte de diálogo silencioso, sobraban las palabras, tan sólo mirándonos sin que ninguno de los dos cediera, hasta que el coronado por la gracia divina estalló en una sonora risotada que me arrastró a mí mismo a reírme. Posteriormente el rey ordenó que me trajeran un enorme espejo y me lo situaron delante. Analicé el reflejo ante la regia expectación y mi propia incredulidad; entonces, después de reconocerme, volví a reírme a carcajadas. A partir de ese absurdo instante pasé a ser el primer bufón, el favorito, de la casa real.
Por lo que pude saber, mi fama, proporcionalmente inversa al tamaño de mi físico, se extendió a lo largo y ancho del reino como el fuego entre la paja, y todos comentaban siempre —incluso en las lejanas fronteras— el último de mis chistes o alguna de mis ingeniosas ocurrencias. Su Majestad me tomó franco aprecio y yo a él llegué a quererle como a un padre; el que nunca recordé tener.
Pero, repito, ni él ni su familia ni ninguno de sus cortesanos llegaron nunca a entenderme porque, sencillamente, no me conocieron ni ganas que tuvieron de hacerlo. Por eso, nadie supo jamás de mis largas estancias a oscuras en mis aposentos, ahogado en llanto por el recuerdo de aquella chiquilla que se apiadó de mí y atacado, del mismo modo, por la más endiablada de las soledades que se pueda sentir en este mundo.
Juro que amé al rey con todas mis ganas, pero al mismo tiempo le odiaba con fuerza insistente. De ahí que hiciera lo que hice: envenenarlo cuando fue a beber su copa de vino en Nochebuena. Al caer fulminado sobre la mesa los guardias cerraron las puertas del salón prohibiendo la salida a los que se hallaban disfrutando de la Natividad, la fiesta reina entre las fiestas. Pero yo me adelanté y proclamé en alto mi culpa:
—Yo lo maté.
Nadie preguntó el motivo. Menos mal. Porque ni yo mismo lo tengo claro. Las razones del corazón van por sendas diferentes, y hasta opuestas, a las de la cabeza, y en muchas ocasiones lo que podría justificar un acto no se ha de expresar con palabras, sino con puras sensaciones. En fin, el caso fue que me encerraron en una celda profunda para esperar a que se cumpliera la sentencia de muerte sin juicio previo. Ahora, en mi prisión, tan solo como siempre, manifiesto por fin cierta alegría y cuento, gracias a las piedras rectangulares que me mantienen sin saberlo prisionero, los escasos días que me quedan para ser definitivamente libre.
Sólo pido a Dios que el verdugo tenga el pulso firme al bajar el hacha y que en el Cielo haya reyes que me hagan reír.


Imagen de la obra teatral "El Rey y el Bufón", de Michel de Ghelderode, con la Muerte en medio de ambos personajes, cogida de la página de www.festivaldealcantara.es.


Como elemento musical, creo que viene como anillito al dedo temas que aludan al bufón. El primero de ellos es de The Milestones, con el título de "The Joker", y está enmarcado dentro de la más intensa tradición del Northern Soul. No la he elegido porque esté hasta las narices de traducir canciones y, por tanto, optara por un instrumental, sino porque me gusta tal cual es, ¿vale?



Bien, vale. Es otro tema instrumental, pero insisto que es más bien porque van de la mano con el escrito. ¡Diablos! ¡Qué mal pensados sois todos. Héteme aquí a Sun Ra and The Blues Project, con su "Joker is wild", sacado de su interesante proyecto "Do Batman and Robin". ¿Que os interesa? Pues nada, aquí tenéis el enlace: http://blog.wfmu.org/freeform/2006/02/sun_ra_and_the_.html.



¡Mira que sois! Me habéis obligado al final a introducir otra canción, esta vez con letra, sólo para demostraros que no estoy en plan vago. Es un clasiquete bastante cachondo: "The Joker" de Steve Miller Band.




La letra:

THE JOKER (EL BUFÓN)

Some people call me the space cowboy (Algunos me llaman el vaquero espacial)
Some call me the gangster of love (otros me llaman el ganster del amor)
Some people call me Maurice (Algunos me llaman Mauricio)
Because I speak of the pompitous of love (porque hablo de lo pomposo que es el amor)

People talking about me, baby (La gente habla sobre mí, nena)
Say I'm doing you wrong, doing you wrong (dicen que me lo estoy montando mal contigo, haciéndolo mal contigo)
Well, don't you worry baby, don't worry (Bueno, no te preocupes, nena, no te preocupes)
Because I'm right here, right here, right here (porque estoy justo aquí, justo aquí, justo aquí)
Right here at home (Justo aquí, en casa)

Because I'm a picker (Porque soy un recolector)
I'm a grinner (Soy un tipo que sonríe)
I'm a lover (Soy un amante)
And I'm a sinner (Y soy un pecador)
I play my music in the sun (Toco mi música con el sol)

I'm a joker (Soy un bufón)
I'm a smoker (Soy un fumador)
I'm a midnight toker (soy un drogata de medianoche)
I get my loving on the run (Consigo a mis amantes a la carrera)

You're the cutest thing that I ever did see (Eres la cosita más mona que he visto en mi vida)
I really love your peaches (Me vuelven loco tus melocotones)
Want to shake your tree (Quiero agitar tu árbol)
Lovey dovey, lovey dovey (melosos y acaramelados, melosos y acaramelados)
Lovey dovey all the time (melosos y acaramelados todo el tiempo)
Oh baby, I should show you a good time (¡Oh, nena! Tendría que enseñarte cómo pasar un buen rato)
Because I'm a picker (Porque soy un recolector)
I'm a grinner (Soy un tipo que sonríe)
I'm a lover (Soy un amante)
And I'm a sinner (Y soy un pecador)
I play my music in the sun (Toco mi música con el sol)

I'm a joker (Soy un bufón)
I'm a smoker (Soy un fumador)
I'm a midnight toker (soy un drogata de medianoche)
I sure don't want to hurt no one (Estoy seguro de que no quiero dañar a nadie)

People keep talking about me, baby (La gente sigue hablando sobre mí, nena)
Say I'm doing you wrong (dicen que te estoy haciendo daño)
Well, don't you worry, don't, no, don't worry mama (Bueno, no te preocupes, no, no te preocupes, mamita)
Because I'm right here at home (porque estoy justo aquí, en casa)

You're the cutest thing I ever did see (Eres la cosita más mona que he visto en mi vida)
I really love your peaches (Me vuelven loco tus melocotones)
Want to shake your tree (Quiero agitar tu árbol)
Lovey dovey, lovey dovey, lovey dovey all the time (melosos y acaramelados, melosos y acaramelados todo el tiempo)
Come on baby (¡Vamos, nena!)
Now I'll show you a good time (Ahora te mostraré cómo pasar un buen rato)

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuentos absurdos (primera fase)

Acabo de encontrarme en casa una carpeta marrón bajo el título de "Cuentos absurdos". La hojeé y, en efecto, bauticé esa colección de escritos a la perfección; no sólo porque carecen de sentido, sino también porque su calidad es pésima. No obstante, como el blog sigue siendo mío, os iré mortificando (literalmente) con la publicación de algunos de ellos; o quizá todos, ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en días venideros...
Por lo pronto, valga ese ligero y liviano escrito (que por narices tiene que ser anterior a 1996, porque lo presenté a dos concursos ese año, sin pena ni gloria) nominado como:


He elegido esta imagen porque me parece representativa del final de la inocencia en un niño (y porque estéticamente me parece genial). De abundancechild.com

IMAGINACIÓN

¡Vaya con la imaginación! Sus manos podían disparar balas de verdad. Bastaba con que las dispusiera en forma de pistola, imitar el sonido de la detonación con la boca y ya estaba. Ése era el sencillo mecanismo de funcionamiento.
Lo descubrió ayer, en clase de Matemáticas, cuando el profesor se quedó con él después de la hora de salida. Se trataba de una especie de castigo, ya que a él no le habían salido bien las cuentas de suma y multiplicación y ahora tenía que permanecer el tiempo que fuera necesario hasta que aprendiera a hacerlas correctamente. No sólo eso, además el maestro le añadió otros tres problemas para resolver  y, mientras, el muy fresco se dedicaba a ojear el periódico. Para leer, aquel fantoche calvo y vestido de negro —¡será posible lo mal que le caía!— se solía quitar las gafas y las dejaba reposando sobre la mesa.
El niño se dio cuenta del detalle y entonces ocurrió: apuntó concienzudamente a las lentes con su mano, disparó y los cristales saltaron en pedazos. Cómo se reía al ver la cara de pánico del profesor, quien se retiró al fondo del aula con el diario delante, intentando utilizar esa sarta de mentiras plasmadas en papel como escudo protector. El chaval se levantó del pupitre escupiendo al cuadernillo de los deberes. Luego se alejó hacia la puerta despreciando al estúpido de oscuro que se deshacía poco a poco de miedo temblando en un rincón cercano al encerado. Bajo una de sus perneras comenzó a formarse un charco de sospechoso líquido amarillo.
Una vez en la calle, adoptó postura de chico duro y se fue a pasear por la pequeña ciudad envuelta en el crepúsculo. Se divirtió a horrores matando ratas en el vertedero de basuras, en las afueras; a unas las liquidaba con proyectiles normales, a otras con balas explosivas. Y lo mejor de todo era que nunca se vaciaba el cargador, como en las películas. La munición resultaba tan inagotable como lo impusiera su imaginación.
De repente, un grupo de malvados gangsters surgieron de una limusina color de la noche que frenó con un desagradable chirrido detrás de él. ¡Ajá! Seguramente eran los amigos del profesor a los que habría llamado por teléfono después de que él saliera del colegio para vengar la afrenta sufrida. No importaba que aquellos hombres trajeados estuvieran armados hasta los dientes, ni que su número fuera ilimitado como en un videojuego. El rapaz alzó ambas manos y comenzó a disparar en todas direcciones olvidándose de los enromes roedores que se quedaron a contemplar la escena. Cincuenta, quinientos, cinco mil matones yacían muertos nada más salir del coche; millones, incluso trillones, de balas silbándole a su alrededor, pero nunca le cogerían sin presentar batalla, ¡vive Dios, que no!
Tuvo que ser el propio jefe de los mafiosos quien le atacara por la espalda y, con un traicionero golpe en la cabeza, le dejara sin sentido y a merced de sus enemigos.
Cuando recobró el conocimiento se encontraba apresado a un asiento. Le habían atado las piernas a las patas de la silla con una gruesa soga; otra cuerda de varias vueltas retenía su pecho pegado al respaldo del mueble haciendo imposible cualquier movimiento del cuerpo. Pero lo más espantoso fue descubrir que le habían cortado las manos. Sin embargo, con todo no lloró para no darles el gusto tanto a su profesor como al jefe de la banda que esperaban ante él a que así lo hiciera.
El niño levantó cuando pudo sus dos muñones en que se habían convertido sus antebrazos y éstos se transformaron en sendos cañones de gran calibre que vomitaron fuego destrozando a sus odiados oponentes. Aquello sí que hizo gracia al muchacho y rió en voz alta, a grandes carcajadas, hasta que le salieron lágrimas por los ojos...
Un repentino cachete propinado en su nuca le despertó de su plácido ensueño.
—¿De qué te ríes, so payaso? —Preguntó el maestro—. Así que te hace gracia no tener ni idea de matemáticas. Vale, estupendo; eso lo solucionamos ahora mismo con unos cuantos deberes más. Y, por supuesto, de aquí no vas a salir hasta que no hayas terminado. Yo me encargaré de comunicárselo a tus padres. Por mí no te preocupes, no tengo ninguna prisa.
El fantoche de negro se dio la media vuelta y se encaminó a su estrado riendo entre dientes. El chaval se le quedó mirando al tiempo que apretaba los dientes con rabia. Entonces movió una de las manos, apuntó un buen rato a la cabeza del profesor y accionó el gatillo... ¡Vaya con la imaginación!


Ratas y dinero... La combinación perfecta. De businessplanmentor.com

La sección musical elegida tiene casi toda que ver con la carrera de ratas (Rat Race). El primero es de The Specials; una excelencia bajo ese mismo título, a la que luego se añade su letra (y traducción, as always).




RAT RACE (CARRERA DE RATAS)

You're working at your leisure to learn the things you'll need (Estás trabajando en tu tiempo libre para aprender las cosas que vas a necesitar)
The promises you make tomorrow will carry no guarantee (Las promesas que haces mañana no aportarán ninguna garantía)
I've seen your qualifications, you've got a Ph.D. (He visto tus notas, te sacaste un doctorado)
I've got one art O level, it did nothing for me (Tengo una diplomatura en Arte, que no me sirve para nada)

Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You know you're wasting your time (Sabes que estás malgastando tu tiempo)
Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You're no friend of mine (Tú no eres mi amigo)

You plan your conversation to impress the college bar (Planificas tus conversaciones para impresionar en el bar de la Universidad)
Just talking about your Mother and Daddy's Jaguar (Tan sólo hablas del Jaguar de tu madre y tu papi)
Wear your political T-shirt and sacred college scarf (Luces tu políticamente correcta camiseta y tu sagrada bufanda universitaria)
Discussing the worlds situation but just for a laugh (Discutiendo de la situación mundial, pero sólo para echar unas risas)

You'll be working for the rat race (Vas a trabajar por la carrera de ratas)
You know you're wasting your time (Sabes que estás malgastando tu tiempo)
Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You're no friend of mine (Tú no eres mi amigo)

Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You know you're wasting your time (Sabes que estás malgastando tu tiempo)
Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You're no friend of mine (Tú no eres mi amigo)

Just working at your leisure to learn the things you don't need (Tan sólo trabajando en tu tiempo libre para aprender las cosas que no necesitas)
The promises you make tomorrow will carry no guarantee (Las promesas que haces mañana no aportarán ninguna garantía)
I've seen your qualifications, you've got a Ph.D. (He visto tus notas, te sacaste un doctorado)
I've got one art O level, it did nothing for me  (Tengo una diplomatura en Arte, que no me sirve para nada)

Working for the rat race (Trabajando por la carrera de ratas)
You know you're wasting your time (Sabes que estás malgastando tu tiempo)
You're working for the rat race (Estás trabajando por la carrera de ratas)
You're no friend of mine (Tú no eres mi amigo).


Esta canción de Bob Marley no tiene nada que ver con la anterior, pese a compartir título, pero quizá sea algo más desgarradora que la anterior. Leed la letra y escuchad el ritmo del Caribe africano, ¡je, je, je!



Uh! Ya too rude! (¡Uh! Eres demasiado duro!)
Uh! Eh! OH What a rat race! (¡Uh! ¡Eh! ¡Oh, menuda carrera de ratas!)
Oh, what a rat race! (¡Oh, menuda carrera de ratas!)
Oh, what a rat race! (¡Oh, menuda carrera de ratas!)
Oh, what a rat race! (¡Oh, menuda carrera de ratas!)
This is the rat race! Rat race! (Rat race!) (¡Ésta es la carrera de ratas! ¡Carrera de ratas! ¡Carrera de ratas!)

Some a lawful, some a bastard, some a jacket: (Algunos son legales, algunos son bastardos, algunos son unos chaqueteros)
Oh, what a rat race, yeah! Rat race! (¡Oh, menuda carrera de ratas! ¡Sí! ¡Carrera de ratas!)

Some a gorgon-a, some a hooligan-a, some a guine-gog-a (Algunos son gorgonas, algunos son unos gamberros, algunos son unos egoístas desalmados)
In this 'ere rat race, yeah! (¡En esta carrera de ratas, sí!)
Rat race! (¡Carrera de ratas!)
I'm singin' that (Estoy cantando esto)
When the cat's away, (Cuando el gato no está)
The mice will play. (Los ratones bailan)
Political violence fill ya city, ye-ah! (Tu ciudad está hasta arriba de violencia política, ¡sí!)
Don't involve Rasta in your say say; (No involucres al Rasta en tu cháchara)
Rasta don't work for no C.I.A. (El Rasta no trabaja para ninguna CIA)
Rat race, rat race, rat race! Rat race, I'm sayin': (¡Carrera de ratas, carrera de ratas, carrera de ratas! Carrera de ratas, es lo que digo)
When you think is peace and safety: (Cuando piensas que hay paz y seguridad:)
A sudden destruction. (De repente llega la destrucción)
Collective security for surety, ye-ah! (Seguridad colectiva para la certeza, ¡sí!)

Don't forget your history; (No olvides tu historia)
Know your destiny: (Conoce tu destino)
In the abundance of water, (En la abundancia de agua)
The fool is thirsty. (el loco es el sediento)
Rat race, rat race, rat race! (¡Carrera de ratas, carrera de ratas, carrera de ratas!)

Rat race! (¡Carrera de ratas!)
Oh, it's a disgrace (¡Oh! Es una desgracia)
To see the human-race (contemplar a la raza humana)
In a rat race, rat race! (en una carrera de ratas, ¡carrera de ratas!)
You got the horse race; (Conseguiste la carrera de caballos)
You got the dog race; (conseguiste la carrera de perros)
You got the human-race; (conseguiste la carrera de humanos)
But this is a rat race, rat race! (Pero ésta es una carrera de ratas, ¡carrera de ratas!)


Este sexteto parisino,  Les Double Six, se atrevió con este tema de Jazz con ese mismo título en 1961. Lástima que no tenga la letra...



Y como el cuento toca mínimamente la educación (más bien cierto tipo de educación que una parte radical del espectro político desearía que volviera), plasmo aquí la canción por excelencia en ese sentido. Pink Floyd y su "Another brick in the wall". Pero la versión elegida es la de la maravillosa película "The Wall", de Alan Parker, rodada en 1982. Si no la habéis visto, os la recomiendo. Habla de una historia forjada en una época complicada, como lo es cualquier periodo de entreguerra (como el que vivimos), justo después de la II Guerra Mundial, cuando los primeros Mod-ernistas, todavía muy niños, iban a la escuela, pensando en la muerte de sus hermanos mayores que combatieron al Eje...



ANOTHER BRICK IN THE WALL (OTRO LADRILLO EN EL MURO)

We don't need no education (No necesitamos ningún tipo de educación)
We don't need no thought control (No necesitamos ningún tipo de control mental)
No dark sarcasm in the classroom (Nada de oscuro sarcasmo en las aulas)
Teacher leave them kids alone (Profesor, deja a tus alumnos en paz)
Hey! Teacher! Leave them kids alone! (¡Eh! ¡Profesor! ¡Deja a los niños en paz!)
All in all it's just another brick in the wall (Todos ellos no son más que otro ladrillo en el muro)
All in all you're just another brick in the wall (Todos ellos no son más que otro ladrillo en el muro)

(With kids) (Con niños)
We don't need no education (No necesitamos ningún tipo de educación)
We don't need no thought control (No necesitamos ningún tipo de control mental)
No dark sarcasm in the classroom (Nada de oscuro sarcasmo en las aulas)
Teacher leave us kids alone (Profesor, déjanos ser niños en paz)
Hey! Teacher! Leave us kids alone!  (¡Eh! ¡Profesor! ¡Déjanos ser niños en paz!)
All in all it's just another brick in the wall (Todos ellos no son más que otro ladrillo en el muro)
All in all you're just another brick in the wall (Todos ellos no son más que otro ladrillo en el muro).

lunes, 9 de diciembre de 2013

Culturalmente freakie (y a mucha honra)

Como ya hice con Francisco Javier Gutiérrez (http://jmjcollantes.blogspot.com.es/2012/03/brindis-por-el-cine-fantastico.html), voy a colgar en el blog otra entrevista mía publicada en el ABC de Córdoba, en esta ocasión a David Alonso, autor de "Bajo un cielo extraño" (1994), "Más de mil cámaras velan por tu seguridad" (director y guionista en 2003), "Somne" (guionista en 2005), "Memorias de un ángel caído" (nominación al Goya a la Mejor Dirección Novel en 1997) o también de la miniserie televisiva "Tres días de abril" (2011). Ahí queda eso.
Al contrario que con el cordobés, que me respondió a la entrevista por escrito (¡snif!), con el madrileño pude hablar cara a cara, pero, como no podía ser de otro modo, tampoco esta entrevista se puede considerar al uso. Pequé de curioso y en lugar de dirigir la conversación, le dejé hablar a su aire, convencido de que luego podría sonsacar las partes más "prácticas" para plasmarlas en el papel. Iluso de mí. Quedamos a las 16.00 horas en el Café Xapó, con un tiempo "escaso" para charlar porque tenía que recoger a su hijo sobre las 17.15 horas. Y entonces le salió el profesor que tenía dentro y me embrujó con sus ideas, su proyecto y su visión de las cosas pequeñas y no tan pequeñas. Al final, tuve que ser yo quien le recordara que tenía un hijo que le estaba esperando y hube de cortar por lo sano, muy a mi pesar.
La transcripción de aquella conversación casi informal parió la friolera de 11 folios (mi pobre mujer, Yolanda, puede dar fe de ello, que me hizo el gran favor de mecanografiarla) y como hay un refrán que dice "ni tanto ni tan calvo", voy a plasmar una versión de la entrevista que mama y bebe de ambas situaciones: la excesivamente corta del periódico (http://www.abc.es/cordoba/20131201/sevp-david-alonso-20131201.html), de la que ya se han hecho eco otros medios de comunicación escritos (http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/295163-david-alonso-dirigira-pelicula-adapta-cine-apocalipsis-z) y la tremendamente larga de esa tarde de sol, café y frío escalofriante... Y no precisamente por pensar en zombies.
Por cierto, el título de esta entrada alude a mi persona, no al entrevistado, ¡conste!

David Alonso

«El fenómeno zombie tiene muchos seguidores y más que va a tener»

DIRECTOR Y GUIONISTA DE CINE


David Alonso posa para ABC en una calle de Córdoba RAFAEL CARMONA


Será el director de las película «Apocalipsis Z», todo un fenómeno que causa furor en el mundo, y ha escrito el guión del filme junto a David Muñoz


J. M. C.
CÓRDOBA
"Apocalipsis Z" es una exitosa trilogía del escritor Manel Loureiro que arrasa en todas las librerías y que sólo en Estados Unidos ha superado los 200.000 ejemplares vendidos. Y es que los zombies gustan mucho, hasta el punto de que dos de sus entregas se han ubicado en el Top 100 absoluto de ventas norteamericano. Este fenómeno de masas, que se ha convertido en una marca, cobrará forma de película de mano de la productora gallega Filmanova, junto a Vaca Films, que dirigirá David Alonso, tras haber escrito el guión al alimón con David Muñoz ("El espinazo del diablo").
—¿Cúal es tu relación con Córdoba?
 —Es familiar. Vengo regularmente a Córdoba desde 1998, porque mi pareja es de aquí, vive aquí y trabaja aquí. Luego me casé con ella, mi hijo nació aquí, vive aquí con ella y está escolarizado aquí. Es cordobés y a mí dentro de poco seguramente me darán el pasaporte de cordobés también.
—¿Cómo compaginas la vida en Madrid con tus visitas a la ciudad califal?
 —Teniendo en cuenta que yo soy un profesional liberal, un autónomo, un freelance (llámalo como quieras), es más fácil que en otra profesión. Yo me puedo organizar la semana y puedo venir a Córdoba, salvo que esté rodando, que tengamos un proyecto o que haga un viaje. En principio voy a Andalucía todas las semanas, y una cosa es que sea cansado y duro, que lo es, y otra cosa es que sea bastante posible compaginarlo, porque ya sea en la productora o en la escuela (CEV, Escuela Superior de Comunicación, Imagen y Sonido), soy colaborador desde hace mucho tiempo. Y, a pesar del cansancio, lo que más puede tirar de ti son las causas familiares, más que ninguna otra cosa. Si en el fondo nos pasamos la vida viajando por trabajo y nos pasamos la vida llenando nuestra vida de horario por trabajo, pues qué no vas a hacer por la familia.
Portada del primer libro de Manel Loureiro.
—Hablemos de la película "Apocalipsis Z". Están Vaca Films y Filmanova detrás...
Filmanova es la productora que va a hacer también la película con Vaca Films. En realidad, hablando de este proyecto en concreto, y haciendo justicia al papel que cada uno juega, Antón Reixa es el que más se ha movido para que pueda llegar a buen puerto. Reixa lleva con la productora Filmanova desde el año 2000 y su apuesta es muy importante.
—¿Y cómo se gestó la idea de llevar "Apocalipsis Z" a la pantalla grande?
—Coincidiendo con la oferta que me hizo Reixa para hacer la miniserie "14 de abril. La República" para TVE, me estaba leyendo el libro de Manel Loureiro. En 2010 no tenía todavía la repercusión que tiene ahora, y de hecho creo que yo estaba leyendo el primer tomo de la trilogía y acababa de salir el segundo. Pero le presenté a Reixa el proyecto, que me parecía interesante por varios motivos: es un escritor gallego, la historia se localiza en Galicia y toca un concepto popular que seguramente va a tener mucho tirón, porque hay muchos fans del tema zombie y más que va haber. Es algo que se consume con mucha facilidad, y sólo hay que ver que en aquel momento en la FOX de EEUU ya había salido la primera temporada de "The walking dead", que todavía no había llegado aquí, pero que lo hizo pronto y el cómic ya había mucha gente que lo leía. Reixa también leyó la novela y empezamos a hablar.
—De cuestiones técnicas...
—Bueno, tuvimos las típicas conversaciones sobre "esto lo ves o no lo ves" o "cómo lo haríamos" o "es muy caro" y tal. Y la verdad es que todo eso iba a depender de cómo nos lo planteemos, porque la primera mitad de la primera novela es básicamente una especie de "Soy leyenda" y esto también tuvo su aquel. Resulta que en aquella época había un blog de un inglés que se llamaba "Alfa Dog" que era muy parecido al blog con el que arrancó Manel, y hubo voces que decían que él lo había plagiado. Se lo preguntaron abiertamente entonces y Manel respondió que hay un montón de cosas que son continuos referentes comunes de toda la cultura popular, a modo de leyendas y cánones del género, que son muy parecidas y que son comunes para todo el mundo.

Representación de una página doble del cómic sobre "Apocalipsis Z".
—¿Entonces, de qué parte de la trilogía va a tratar la palícula?
—La idea final es adaptar la primera mitad de la primera novela. Es decir la parte en la que el protagonista vive en primera persona, a nivel local (ya sea en Galicia, Córdoba o Madrid, es lo mismo), cómo todo lo que ocurre en Rusia en pocos días se expande por todo el mundo, la información poco a poco se va cortando, llega un momento en que se cae Internet, y cómo este proceso acaba con lo más cercano. El concepto que a nosotros nos parece interesante es el que tenía que ver con el efecto mariposa de lo que ocurre a 50.000 kilómetros de tu casa, y cómo llega influirte el fin del mundo a nivel local. Yo, de todas maneras, creo que si este tipo de historias importan y funcionan es porque las necesidades primarias son muy parecidas en todas partes, da igual que hables con mexicanos, con cordobeses o que hables con gente del norte de Irlanda; al final, ¿cuáles son tus mayores miedos?: Que le pase algo a tu familia, que no puedas controlar la situación y a que lo que te enfrentas sea tan grande que no le veas posibilidad de arreglo. Todos esos temas son con los que suele funcionar la metáfora de un apocalipsis, más o menos. Y, claro, ahí hay un planteamiento también comercial, porque el cine, en el fondo, tiene que ser algo comercial. En la medida que apuestas por lo que luego se ha convertido en toda una marca, en una franquicia mundial, como es "Apocalipsis Z", tienes la posibilidad de, si la cosa va bien, crear secuelas, precuelas, spin off...
—El tema zombie puede llevar a encasillar a alguien dentro de un género menor, popular, casi "frikie"...
 —Yo siempre comento que todas las personas preocupadas con la cultura con mayúsculas y por el purismo  se rasgan las vestiduras por las secuelas, las segundas partes y demás. Y deberían de acordarse que El Quijote tuvo una segunda parte, que Cervantes tuvo que escribir por petición popular, o que Shakespeare escribió para las clases populares con el dinero de los ricos. Siempre he creído que es en la cultura popular donde en verdad se articula la base de la gran cultura, ya sea audiovisual, pictórica, literaria o escultórica. Y en España, donde parece que tenemos tanto pudor a la cultura popular, no nos damos cuenta de que ésta es donde en verdad se articula la base de la Cultura con mayúsculas.

Portada del volumen uno de la
muy exitosa serie "The Walking Dead".
—"Guerra Mundial Z", de Brad Pitt, es también una adaptación de una novela, pero cambia por completo el libro de la película. ¿Va a ocurrir lo mismo con su proyecto?
 —Hay un compromiso, y creo que es importante señalarlo, con el propio Manel, que ha sido un soporte importante de esta idea. Reixa y yo nos reunimos con él en una cena en Santiago en 2010, antes de que la productora comprara los derechos de su obra, en la que él nos explicó cuál había sido su camino como abogado y como persona que le interesaba lo audiovisual, porque él había hecho sus pinitos como guionistas en programas de televisión, pero él en ese momento se ganaba la vida como abogado no como escritor. Con él adquirimos el compromiso de respetar lo que son las líneas maestras de la novela. Hay también un compromiso con los seguidores de sus libros, que en Sudamérica, por ejemplo, son legión, al igual que en España, a los que no se puede ni se debe engañar.
—¿Y Manel puso muchos problemas?
—Cuando quedamos con él, estaba a verlas venir, y quería saber de qué palo íbamos, no fuera a ser que le ofreciéramos una especie de "Médico de familia" con zombies. En aquella cena fue muy claro en su planteamiento; nos dijo: "yo pongo a mi hija aquí encima de la mesa y hay algunas cosas que estoy dispuesto a que le hagáis y hay otras que no". Pero se involucró en el proyecto. En 2011, de mayo a septiembre, fue el primer plazo en el que empezamos a desarrollar el proyecto, y trabajábamos allí, en Galicia, con varios guionistas, para ver las líneas maestras de por dónde iba a ir la adaptación, y él, en ese momento, estaba incorporado al equipo. En lo que es la versión definitiva él ya no estaba.
—Pero cuando te vio llegar supongo que se le quitarían esas dudas, porque tú siempre coqueteas con lo extraño, con lo terrorífico, con la ciencia ficción...
—Pero en cualquier caso él tenía ese miedo en concreto. Y para él sí fue muy importante que la propuesta le llegara de productoras gallegas, Filmanova y Vaca Films. Aunque a los de Madrid no nos ocurre eso, creo que, en el fondo, todos tenemos una cosa interior que te une al lugar donde has pasado la infancia. Yo quisiera pensar que ésa es la parte buena del chovinismo y también la parte que te ata a los momentos más importantes de tu vida. De hecho, él es gallego, viviendo en Galicia y estuvo ejerciendo la abogacía en Galicia. Y luego Reixa es una persona importante de la cultura gallega, una figura, desde Os Resentidos, pasando por el Grupo de Comunicación Poética Rompente, y llegando, digamos, a ser todo un motor audiovisual. Porque Filmanova ha sido motor audiovisual de muchas producciones en Galicia: ha hecho muchos programas, muchos vídeos promocionales para ZARA, que también es una empresa gallega... Ya era una figura importante cuando yo empecé con Filmanova el era una figura importante  en el mundo audiovisual.
—Por lo que has comentado, el fenómeno "Apocalipsis Z" tiene ya un público fiel...
 —"Apocalipsis"(que es como parecen denominar cariñosamente al proyecto los que están involucrados en él) es una novela  y luego ha sido un cómic, que ha arrastrado un fenómeno fan muy importante, sobre todo en Internet. Y cuando juegas con ese elemento, digamos que tienes que tener cuidado, no sólo de no defraudar al autor, principalmente, porque claro, al fin y al cabo, a él le pagas sus derechos y luego uno ya verá lo que hace (que no es el caso), pero al fan le da igual si has pagado o no derechos, si cuentas con el beneplácito del autor o no y si una marca como es el caso de "Apocalipsis" tiene una cantidad gigantesca de seguidores detrás. Valga como ejemplo que si entras en Amazon, en horror ficción, verás que los cuatro primeros puestos son dos novelas de Stephen King ("Doctor Sueño" y "El Resplandor") y luego están las dos primeras de Manel y ese tipo de cosas las tienes que manejar. Por un lado, hay que decidir cuáles son los limites que puedes transgredir por razones económicas o lingüísticas, y cómo mantener la fidelidad para con los personajes o que los zombies no sean gorriones, sino que sigan siendo zombies. Todo eso es lo que nos hace ir con pies de plomo, porque nos movemos con un nivel de producción de España, que ni es en plan serie B ni es tampoco la productora de Brad Pitt para hacer "Guerra Mundial Z" (Plan B), así que pensamos vamos a ser sensatos y vamos a circunscribirnos a la parte más económicamente viable de la adaptación, que es la mitad de la primera novela. Vamos a ver qué pasa con el mercado en el caso de que este proyecto se llegara a materializar de verdad y luego ya veremos el futuro.
—¿En el mundo de los guionistas hay tanto intrusismo como en el del periodismo?
—Está claro que si ha ocurrido algo con la sociedad de la comunicación, con la proliferación de blogs y demás, es que el periodismo lo ha sufrido muy claramente, porque ha perdido muchos profesionales, y sigue haciéndolo, porque se considera que cualquier puede escribir y eso al final a donde lleva es a la unificación de los contenidos y al plagio. Eso empieza a ocurrir en mi profesión. La diferencia es que es que hay mucho menos dinero en juego en el periodismo o en la literatura, y me llegaba a decir un editor: "¿sabes por qué no lee nadie? Porque está todo el mundo escribiendo". En lo audiovisual sí se pone en juego una gran cantidad de dinero, pero ¡ojo! con la situación que tenemos desde 2008 para acá con la tirada de los precios, la caída de los presupuestos, la bajada de los precios de los equipos de consumo, no es que cualquiera haga películas, pero cualquiera sí lo intenta, y lo mismo: no cualquiera puede ser periodista pero lo intentan. El problema no está en lo que uno intenta, sino que el problema está en que el que compra, compre lo de cualquiera.
—¿Y entonces?
—Yo creo que la diferencia está en el concepto profesional. Es decir, en qué medida haces de aquella capacidad que tienes, o de aquella en que te has entrenado, tu forma de vivir. A lo mejor en algunos casos hay aficionados estupendos que suben sus vídeos y que tienen un millón de visitas, pero el caso es que si eso no eres capaz de monitorizarlo, de convertirlo en dinero, eso no es un audiovisual como lo entiende el mercado.
—Es que puede haber un millón de personas con ideas, pero no todas ellas pueden o saben plasmarlas en algo físico...
—Pongamos como ejemplo la escuela de audiovisual donde doy clases. Hay una gran cantidad de alumnos que ronda por allí, de veintipico años y que están haciendo Formación Profesional de grado superior; lo que antes podría ser una diplomatura. La mayor parte te cuenta que en un principio tienen un rechazo en cuanto a la técnica de escribir. Pero es que escribir un guión es algo que aprendes, y supongo que será lo mismo para escribir un artículo, o quien escribe literatura o un ensayo. Hay una técnica que a medida que tú vas practicando la depuras y, al final, acabas escribiendo mejores guiones de los que escribías al principio, son más elocuentes y sirven mas de guía, que es de lo que tienen que servir los guiones básicamente.
Cartel de la película "Celda 112".
—¿Cómo que de guía? ¿El guión no tendría que respetarse?
—El director hace lo que le da la gana con el guión. Hay directores que escriben muy bien, hay directores que firman los guiones sin haber escrito nada sólo porque son los directores; hay directores con derecho de pernada sobre los guiones y hay directores que también saben escribir, y hay directores también respetuosos. Sobre eso que comentas hay mucha literatura, por ejemplo, en el ámbito profesional de los guionistas en relación a si deben o no deben de escribir los directores o tener potestad sobre los guiones para hacer con ellos lo que quieran. En mi caso, mi padre era pastelero y mi madre trabajaba en su pastelería, yo he tenido que aprender a escribir y a dirigir sin tener antecedentes en el cine y la mejor forma que tenía en esa época (1994) para aprender era  escribir. Y si querías rodar, tenías que encontrar a alguien dispuestos a hacer lo que tú querías rodar o lo escribías tú mismo. El autor de "The Walking Dead", Frank Darabont, lo primero que escribió fue el guion de una de las secuela de "Pesadilla en Elm Street", la tercera parte creo recordar, y ahora es tan conocido como guionista como por director como por su trabajo en la serie de televisión. Sin ir más lejos, Daniel Monzón es un director que sabe escribir y "Celda 112" la hizo con guion de Jorge Guerrica y respetó bastante su texto. Yo creo que en el audiovisual, en el periodismo, en la pintura o en la restauración lo que hay es gente más decente y gente menos decente. Gente más sensata y gente que, de repente, la profesión todavía no la ha puesto en su sitio y se cree la reina de los mares o gente a la que nunca le va a poner la profesión en su sitio y siempre se van a creer la reina de los mares. Con esto quiero decir que hay gente sensata y gente insensata en todos los campos.
—¿Qué pasa con tus alumnos en ese sentido?
—Hay muchos que cada uno tiene sus guioncillos, sus ideas y yo lo que detecto en los alumnos es que muchos están un poco por encima de la técnica de las cosas, cuando, en realidad, lo audiovisual es una profesión muy técnica. Yo no es que les dé específicamente clase de guión, suelo dar más producción, pero toco varios ámbitos e intento hacerles ver que realmente no se trata tanto de un tema de talento como de técnica. Porque el talento no se enseña, lo tenemos por demostrar todos, pero la técnica si la puedes aprender.
—¿Y se ponen las pilas?
—Pues hay gente más sensata y gente menos sensata.
—Pero el caso de Manel podría llevar a engaño en ese sentido..
—Yo entiendo que de repente ser Manel, que ha pasado de ser un abogado de traje a quien nadie conocía a ser un escritor de enorme éxito que vende sus libros en EEUU como churros, al final se podría  creer que han pasado los Reyes Magos por tu jardín y te lo han llenado de talento, pero en la mayor parte de los casos no pasa eso. La mayoría de las veces en el mundo profesional tienes que compaginar distintos ámbitos del audiovisual: cine, TV, videoclubs, publicidad, formatos de TV... Son cosas con las que bregamos a diario y eso creo que siempre ha sido así. Piensa en Manuel Rodríguez Aragón, que ha dejado el cine, él estaba haciendo series con TVE en la época de "La noche más hermosa" y los años 80 y era un director reconocido. Garci, tres cuartos de lo mismo: es un tipo que ganó un Oscar y que estaba haciendo ficción con TVE, incluso después de ganar ese premio. Fernando Colomo hizo anuncios y TV-movies. Mariano Barroso, que no es muy conocido, pero tiene una filmografía muy interesante y películas llamativas como "Éxtasis" y "Mi hermana del alma", ha estado compaginando sus obras con clases de interpretación y con escribir para teatro.

Cartel de la película "Éxtasis".
—Has comentado que hay otro guionista. ¿Quién es?
 —Es David Muñoz, el guionista de "El espinazo del diablo". Es un profesional clarísimo y ha escrito bastantes largos y series de televisión. Ha estado hasta hace poco en "La fuga", en Telecinco, y ha estado escribiendo capítulos del "Capitán Alatriste", una producción de Telecinco en colaboración con Alemania y que es una serie que está basada en las novelas de Arturo Pérez Reverte. Por supuesto, es también el otro guionista que escribe conmigo, o mejor dicho que yo escribo con él, para "Apocalipsis Z". David es otro pilar importante del proyecto, porque es todo un profesional del audiovisual y yo creo que es una persona que ha aportado mucho a nuestra relación con Manel. De hecho, él estuvo en la primera etapa en Galicia.
El guión parece que está ya terminado, ¿no?—Y entregado a las productoras el 31 de octubre (de 2013).
—¿Y para cuándo la película?
—Nos manejamos con un calendario optimista de 2014, pero yo creo que es una película complicada y pienso que hay algo que lo puede ejemplificar: Frank Darabont tenía comprados los derechos de "La niebla" y estuvo muchos años para lograr hacer una adaptación ni más ni menos que de Stephen King. Y eso que antes ya había realizado "La milla verde"... Lo que tenemos es un calendario, pero ahora lo que queda es financiar, y para eso tenemos que ver si se hace en plan prebendas en los mercados internacionales, que tienen posibilidades, porque en el trascurso entre 2010 y 2013 sí que ha ocurrido que "Apocalipsis Z" se ha terminado convirtiendo en una marca conocida en EEUU y hay pocos escritores españoles que venda como él está vendiendo allí. Hay otra posibilidad vía financiación local tradicional en España. Es decir, conseguir una cadena de televisión que apueste por el proyecto y con lo que apuesta esa tele y las productoras montar la financiación. Estaríamos hablando que no es "Guerra mundial Z", sino algo más pequeño, pero que, insisto, no tiene nada que ver con lo cutre.
—¿A qué te refieres?
—"La niebla" es una película barata que no costo los 40 o 50 millones de dólares de "Guerra mundial Z", pero que no es para nada cutre y es el concepto de película que tiene un numero controlado de localizaciones y decorados, un reducido número de personajes y marca claramente cuáles son los objetivos de los efectos especiales. Nosotros, evidentemente no vamos a tener los muros de Jerusalén ni tampoco tendría sentido. Todavía no hemos hablado del espectador y yo creo que el aficionado que busca trasladar "Apocalipsis Z" a la pantalla grande no necesita que le des otra "Guerra mundial Z" cutre, porque lo que quiere es otra cosa más próxima a lo que Manel plantea en su libro.
Cartel de "Guerra Mundial Z".
—De hecho, creo que da más miedo insinuar que mostrar...
—Hay dos casos claros de eso: Uno es "Alien", en la que apenas se ve a la critura y que es una película de terror en el espacio de la que soy muy fan. La otra es "REC", una obra de 700.000 euros y que sabe jugar con el concepto de película pequeña.
—¿Sabéis ya quiénes van a ser los actores de "Apocalipsis Z"?
—No sabemos todavía los actores. Y si es verdad que a veces escribes un guión pensando en alguien para determinado papel, al final te acabas quitando ese vicio. Yo te podría hablar de la gente que te viene a la cabeza, pero sabes que son tantos los elementos que juegan en el casting y hay tanta peña que tiene poder en la decisión final, que el que te mediatice tanto el actor que tienes en la cabeza se puede volver en contra tuya. A mis alumnos, por ejemplo, le falta algo que es normal por debajo de los 40 (se ríe) y es la experiencia necesaria como para saber de que lo que te cuentan es importante.
—Vamos a echar una mirada al pasado. Si pudiera rehacer alguna película para cambiarla, ¿lo haría? Concretamente "Más de mil cámaras velan por tu seguridad".
 —Es verdad que tuvo mala critica, pero tenía muy buenos actores y, aunque pueda sonar mal, hizo mucho dinero. No la cambiaría, porque iba en la línea de los "tecno-thriller" americanos y eso es lo que íbamos a hacer: una película que pareciera un videojuego, que explorara la posibilidad de hablar de determinadas cosas sobre la sociedad de la comunicación entregada como una aventura de ciencia ficción, y lo conseguimos. Yo sé que no es una película popular y está bien saber lo que el publico dice de ti, porque creo que aprendo mucho de lo malo que dicen de mí. En el fondo creo que una de las responsabilidades que tenemos como gente de este sector es hacer que el audiovisual sea industria. Y por eso yo no la cambiaría. Otra cosa es que me dijeras: "¿la harías otra vez y la harías mejor?" y eso seguro que sí, porque soy mayor y sé más cosas. En España sé de gente que tiene posibilidades de trabajar con presupuestos más grandes y conozco gente que hace cine de guerrilla con resultados muy interesantes. "Carmina o revienta", por ejemplo, es cine de guerrilla con unos resultados industriales más que interesantes; puede ser que me pueda interesar más o menos la película como tal , pero el resultado es muy interesante desde el punto de vista industrial, porque es un producto muy barato que ha funcionado perfectamente bien.
 —¿Pero, entonces, se puede o no rehacer una película?
—Vamos a ver, En EEUU, sin ir más lejos, no conozco a gente que rehaga sus películas. Ahora bien, sé que el final completo de "Guerra mundial Z" se rodó completo. Se paró la película, se hizo un premontaje y todos pusieron el grito en el cielo, al director estuvieron a punto de echarle, la película no convenció a nadie, así que se fueron a rodar seis semanas más el nuevo final.
—¿Y "Somne"?
—Yo iba a dirigirla y creo que se podría haber hecho mejor. Y me da pena porque Vaca Films estuvo muy involucrado con ella y es la primera película que produjo. Creo que si el mercado hubiera permitido hacerlo de otra forma, se habría hecho, pero pasó desapercibida, pese a que con otras circunstancias hubiera sido diferente.
—Por cierto, ¿vas a dirigir, sí o no, "Apocalipsis Z"?
—Sí.
—Una buena noticia, pues.
—.... (sonríe).




Entrevistador (el de la izquierda, de negro, feo y chuchurrío) y entrevistado (con perilla y aguantando como buenamente puede el envite del sol poniente cordobés) posan para Rafael Carmona en la cafetería Xapó. Al fondo, mi preciosa parka.


Está claro que por alusiones, no podía faltar este "Galicia caníbal", de Os Resentidos. Va por el señor Antón. Es un tema que siempre, siempre, siempre me ha gustado, a pesar de no ser nada Mod-ernista...






Y como siempre pensé que este temazo pegaba mucho en una película de corte apocalíptico, bien con zombies, virus, guerras o por la razón que sea, lo incluyo aquí. Son los Edgar Shalington Band y su especialísimo "Evening over Rooftops".



Héteme aquí la letra:

Evening over rooftop (La tarde sobre los tejados)

The air was thick like honey (El aire era denso como la miel)
Looking from a room (mirando desde una habitación)
The room had open windows (la habitación tenía las ventanas abiertas)
To let this springtime through (para dejar que entrara ese tiempo primaveral)

Evening stood by watchin' (El atardecer se dejaba ver)
At the side of summer's promise (al lado de la promesa veraniega)
The flowers in her garden (las flores de su jardín)
Were the envy of her friends (eran la envidia de sus amigas)

How far are we from dying (¿Cuán lejos estamos de morir?)
Is it nearly at an end? (¿Estamos próximos ya del final?)
How far are we from dying (¿Cuán lejos estamos de morir?)
Is it nearly at an end? (¿Estamos próximos ya del final?)

The smoke hung on the skyline (El humo pende en el horizonte)
The city fell in silence (El silencio cae sobre la ciudad)
The sunset, ripe and mellow (la puesta del sol maduro y suave)
Was the light to write some thoughts by (era la luz para escribir sobre algunas reflexiones)

Her children watched for father (Sus hijos contemplaron al padre)
From a window in the wall (desde una ventana en la pared)
Said a prayer for grandpapa (reza una oración por el abuelito)
And maybe many more (y quizá por algunos más)

Somewhere in the distance (En algún lugar en la distancia)
On the road so far away (tan lejos en el camino)
I heard the sound of life (escuché el sonido de la vida)
Though the people left for home (a pesar de que la gente abandonaba sus hogares)

Three birds flew off a building (Tres aves sobrevolaron un edificio)
Standing proud against the sky (permaneciendo orgullosas contra el cielo)
Many more flew with them (Muchas más volaron con ellos)
Spiralled up like laughter (formando una espiral ascendente como la risa)

Faster, harder (Cada vez más rápido, cada vez más arduo,)
They rose up in a column (se elevaron en una columna)
Hundreds upon hundreds (cientos sobre cientos)
And twice that many wingspeed (y el doble de alas veloces)

Four miles across (Cuatro millas de ancho)
Stretched a million miles high (se alarga a un millón de millas de altura)
The living pulsing column (la columna viva y pulsante)
In the lady of the sky (en la dama del cielo)

Feathers thrashed together (Emplumados se apalizaron unos a otros)
Locked in that huge swarm (concentrado en ese inmenso enjambre)
I knew no-one could see it (supe que nadie pudo verlo)
And now that it was gone (y ahora que se ha esfumado)

I rubbed my eyes and tried to find (me froté los ojos y traté de hallar)
A reason for the flight  (la razón de ese vuelo)
Exodus, escape (Éxodo, huida)
Or was it just for me to see? (¿O era sólo para que yo lo viera?)

Like the mating of the earth and air (como el apareamiento de la tierra y el aire)
Like water is to flowers (como el agua es a las flores)
The envy of her friends (la envidia de sus amigas)
How far are we from dying, is it nearly at an end? (¿Cuán lejos estamos de morir? ¿Estamos próximos ya del final?)
How far are we from dying (¿Cuán lejos estamos de morir?)
Is it nearly at an end? (¿Estamos próximos ya del final?)
How far are we from dying (¿Cuán lejos estamos de morir?)
Is it nearly at an end?... (¿Estamos próximos ya del final?)

Evidentemente, ya puestos, hay que poner un tema "zómbico" por narices. Y éste no está nada (pero que nada) mal: Los mexicanos The Sleepers y su psicomático "Zombie".


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Soledad

Que levante el dedo el que no se haya imaginado esta situación alguna vez.... ¡Venga, ya! ¡Tú! ¡El que no lo ha alzado!... ¡MENTIROSO!

El café es uno de los elementos que funcionan de anclaje perfecto con la realidad cada mañana, tras una noche en brazos de Morfeo o de quien cada cual buenamente haya podido. Imagen cogida de www.pilarjerico.

SOLEDAD

El pobrecito era plenamente consciente de su don y de su atroz realidad: "Soy el único ser humano que queda en este mundo; y sólo yo lo sé y me doy cuenta de ello".
Se lo tenía que repetir a diario, a pesar de que eso intensificaba aún más la propia sensación de soledad, pero es que esa letanía le servía, igualmente, para evitar que su cerebro cayera en la tentación de dejar de tener consciencia de su existencia. Eso le hacía creer tontamente que en cualquier momento podría llegar a desaparecer. Una cuestión terrible en sí misma, pero que, en sus circunstancias, tampoco le importaba mucho, porque para sentir vergüenza de algo —especialmente de pensamientos como ése— siempre se necesita de la presencia de los demás. Sin los "otros", las reglas básicas de la existencia cambian al no haber una convivencia directa y los efectos sobre la actitud personal pueden llegar a ser casi opuestos.
No obstante, y a pesar de ello, seguía rigiéndose por costumbres ya adquiridas a lo largo de su vida como parte de la gran masa humana anterior, y eso se reflejaba en su horario para las comidas (evidentemente, el español, y no el que se producía en el resto del orbe), que no había variado, así como en su vestimenta, que procuraba en todo momento seguir manteniendo pulcra y elegante —hay que reconocer que ahora vestía mucho mejor que antes—. En ambas cuestiones le resultaba en extremo sencillo, puesto que tan sólo tenía que acudir a las tiendas y abastecerse sin problemas y únicamente de aquello que realmente le satisficiera por dentro y por fuera; el dinero, como tal, había pasado a ser lo que realmente es: mero metal y papel sin valor, salvo para combustible o como contrapeso para algunas manualidades.
Ocurrió como siempre han narrado los más avispados que pueden suceder este tipo de fenómenos. Una buena mañana se despertó preocupado por el intenso silencio que reinaba a su alrededor. Nada de tráfico ni de sirenas, ni las malditas sopladoras mecánicas con que los ayuntamientos abastecen últimamente a los jardineros y basureros para acumular residuos antes de recogerlos con una barredora. Tuvo que afinar mucho el oído para percibir algún que otro trino de pájaro y un ladrido de perro en la lejanía, y eso, por unos momentos, le devolvió a la matutina cotidianidad. Pero tras la ducha, y mientras sorbía su bebida bien cargada de cafeína, esa mínima especie de sosegado conticinio, ese manto de silencio que a veces se produce en las consultas de médicos privadas y que inducen a un dulce sopor indolente, volvió a asaltarlo con intensidad.
Y el pecho le dolió con un pinchazo anticipándose al pánico de lo que estaba sospechando.
Miró por la ventana y el vacío de las calles le hizo rememorar muchas mañanas de Domingo tras una madrugada entera de insufrible insomnio. Pero ese día era Martes, y las aceras deberían de estar bullendo de personas con y sin rumbo fijo, mientras que apenas sí se tendría que poder ver un milímetro libre de asfalto bajo millares de vehículos de varias ruedas provocando un estruendo atroz.
Por contra, casi tenía la oportunidad de escuchar la caída de una pluma, la respiración de una mosca, el pestañeo de sus ojos, las conversaciones de los difuntos o el nacimiento de una idea en el interior de su cabeza. Tal era la ausencia de ruido en su entorno. Así que decidió salir al exterior, armado con una navaja suiza y un martillo al que se le caía de continuo el cabezal.

Magnífica imagen del Vial Norte en Córdoba de Ángel Roldán Serrano, en la que
no se aprecia ni un alma. Evidentemente es porque está tomada en plena canícula vespertina de agosto...
Sus pasos en la escalera eran un auténtico ultraje a la paz templaria que reinaba en casi toda la Tierra y cuando abrió la puerta sintió que el aire estaba ya menos viciado que el día anterior. Evitó por todos los medios acelerar el paso, a pesar de que su instinto le pedía a gritos que saliera a la carrera huyendo de algún peligro invisible y desconocido; siempre a su espalda erizándole la nuca; siempre al acecho.
No hacía sol, pero tampoco frío, lo que en Córdoba equivalía a decir que era un día común de Octubre, y cuando llegó a la altura del barroco Palacio de La Merced desde su Huerta de San Rafael natal se convenció de que algo muy raro estaba ocurriendo. Una inmensa multitud de palomas había tomado literalmente el Parque de Colón y en las aceras se paseaban sin temor las ratas, como si supieran que era mucho más seguro deambular a sus anchas por la superficie al sentirse menos vulnerables que antes.
Así, pensó en que en muy poco tiempo las ya abundantes colonias de mirlos que habían ocupado barriadas enteras de la ciudad tomarían todo el territorio de la capital.
Pero fue incapaz de ver a ningún semejante.
Se negó a ir más allá de la Plaza de Las Tendillas, a la que había accedido por la calle Osario, porque estaba por completo convencido de que era el único cordobés en pie que quedaba. Sólo faltaba por comprobar si en el resto del país ocurría otro tanto.
Un mirlo, cogido de www.miradanatural.es
Podría haber utilizado el teléfono móvil, pero prefirió volver sobre el camino recorrido, porque el ambiente de la calle le estaba poniendo francamente nervioso. Sentía náuseas y vértigo por la idea que le carcomía por dentro hasta provocar que le faltara literalmente el aire y en su cabeza se formaron a la vez un millar de interrogantes que volaban veloces a su alrededor para evitar ser alcanzados por una respuesta. Hizo varias llamadas al azar, primero a sus familiares más directos y a los conocidos más allegados, y luego a empresas y entidades públicas, a los diferentes cuerpos de Policía, a los bomberos y al 112. Pero no obtuvo respuesta, aunque sí había señal. Encendió la radio y el sonido era el zumbido del blanco; hizo otro tanto con la televisión y no logró captar nada, únicamente luz intermitente. Por fin, con toda la calma del mundo, y sin saber muy bien la razón, puso una canción en vinilo —I've got mine, de los Small Faces—, sólo para comprobar que había cosas que seguían funcionando, y eso le tranquilizó en menor medida. Al menos, había electricidad, gas y también agua. Lo que no sabía era hasta cuándo podría contar con esos lujos.
Tras comprobar que parecía ser el último español en territorio ibérico, repitió la operación con números fuera del país. Francia no contestó. Tampoco Italia. Los portugueses también se habían esfumado y en Marruecos la señal se cortaba tras el primer pitido telefónico. Había que ir más allá. El continente americano era una tumba; desde África subsahariana nadie se dignó a descolgar y en el Lejano Oriente ocurría exactamente lo mismo.
Se dejó caer pesadamente en el sofá. Un cordobés tenía el dudoso honor de ser el último ser humano del planeta y esa falsa responsabilidad le abrumaba.
Es extraño lo rápido que se adapta el ser humano a las circunstancias. A cualquier circunstancia. Al tercer día ya no le dolía la cabeza pensando en su angustiosa soledad y había dejado de sentir esas intensas ganas de llorar que le asaltaban de repente varias veces al día. Finalmente, empezó a pensar en una supervivencia real, al margen de su antiguo trabajo, totalmente inútil en su actualidad. Para nada le sirve a un periodista vivir la noticia más interesante de la Historia si no tiene a nadie a quien contársela, y ése era exactamente su caso.
Lo primero que hizo fue acumular comida imperecedera. Y bebida. En breve tendría que competir directamente con el resto de seres vivos de la ciudad para acceder a los alimentos y él se sentía en franca desventaja al ser uno frente a los grupos que podrían llegar a convertirse en manadas. Su peor pesadilla era enfrentarse a varias ratas grandes como gatos que hubieran aunado voluntades en pro de una meta común. Sus dientes y uñas y su inteligencia causaban pavor. Pero también estaban los perros —ahora abandonados a cientos— uniéndose en peligrosas jaurías más agresivas que las de sus pariente lupinos en las sierras.
Así que también se armó. Acumuló todo un arsenal en el garaje de su casa y siempre tenía a mano algo con lo que defenderse. No obstante, no atacaba si no era agredido previamente y en esos primeros días todos los animales le rehuían con respeto.
Eso le llevó a pensar en la fauna encerrada en el zoológico. Estarían histéricos, famélicos, con miedo. Lo comprobó a plena luz del día. En cuanto lo vieron a través de los gruesos cristales transparentes las reacciones fueron las mismas: el estruendo era ensordecedor y sonaba a súplica. Pero no se arriesgó en exceso. Primero liberó a los herbívoros, y con mucha cautela. Por lo general, se marchaban corriendo en cuanto veían la oportunidad. Otra cosa bien diferente es dónde iban a terminar. Lo más probable es que se marcharan de la ciudad al campo abierto, pero en eso no tenía la seguridad completa.
Con los depredadores se lo pensó mucho más, porque pasarían a ser potenciales rivales suyos o, incluso, podrían acecharle a él mismo para cazarle. Así que, finalmente, los liberó por partes y vigilando con más detalle sus pasos usando unos prismáticos. Primero, los lobos ibéricos y los linces boreales, que no dieron ningún problema perdiéndose de vista de inmediato en dirección al norte. Con el jaguar y el tigre de Bengala llevó a cabo la misma operación, aunque en momentos diferentes: les dejó abierta la puerta por donde sus cuidadores solían alimentarlos, y ambos se comportaron exactamente igual. Con una prudencia exquisita, los grandes felinos tardaron en asomar la cabeza y luego, con unos pocos y poderosos saltos —el jaguar usando los árboles— desaparecieron de la vista.
Probó lo mismo con la elefanta (bautizada como Flavia), y los hipopótamos, pero todos ellos, la primera sobre todo por la edad, no quisieron salir del recinto del zoológico. Al contrario que los primates y las aves, las cebras, el oso pardo, los venados y el jabalí. Y cuando todo quedó vacío, fue a visitar a Zahiro y Elsa, la pareja de leones.
Por un momento, al acercarse a su jaula, notó que la vista se le nublaba en círculos concéntricos de niebla negra y lo achacó al subidón de adrenalina (que era otra manera de denominar al miedo cerval) que le provocaba lo que estaba a punto de hacer. Tras recuperar en parte la visión, se forzó a tranquilizarse y se convenció de que aquellos animales llevaban demasiado tiempo encerrados como para que supusieran un peligro similar al de un león de la sabana africana. Y, extrañamente, se relajó casi hasta la imprudencia creyéndose por completo invulnerable.
Cabeza de leona, cogida de blogs.laverdad.es.
Ambos animales estaban en compartimentos separados, así que primero abrió la puerta de la hembra y sin esperar a nada más dejó el paso libre también al macho. Cuando se volvió se encontró cara a cara con la leona que se le arrostró con los dientes desnudos y rugiendo como una posesa. Lejos de alarmarse, levantó su arma y apuntó despacio a la cabeza del felino para luego ir acercándose a ella para amilanarla. Lo consiguió con un fuerte grito que obligó a la leona a darse la vuelta y huir hacia la zona donde estaban los lobos y segundos después a su lado, muy cerca, pasó el león detrás de su pareja sin hacer caso al humano que le había concedido la libertad.
Cuando finalmente se dio cuenta de la estupidez que había cometido se le aflojaron las piernas y se derrumbó sobre el empedrado del suelo para recuperarse del susto. Luego, agotado por el esfuerzo y la tensión, se marchó a su casa con sumo cuidado y procurando atrincherarse cuanto antes en el coche en el que había llegado hasta el zoológico.
Lo que él no sabía era que tanto la pérdida de visión momentánea como la euforia que alteró toda noción de peligro se lo produjo el exceso de oxígeno que empezaba a acumularse en la atmósfera. La ausencia de casi 7.000 millones de seres humanos que de un día para otro habían dejado de respirar, así como de millones de vehículos de motor que se silenciaron de golpe, generó tal pureza en el aire que se le hizo insoportable en su cuerpo naturalmente acostumbrado a la polución. Pero no fue hasta más adelante cuando de verdad se dio cuenta de ello. Vomitó sangre y el aire abrasó sus pulmones, así que a partir de entonces se protegió la boca con una mascarilla, lo que le permitió generar la suficiente cantidad de anhídrido carbónico como para mantener los niveles de supervivencia en el límite de lo permitido. Pero eso le debilitó para los restos. Por ello fue en busca de un aliado. No en balde, los animales con los que se cruzaba cada vez le tenían menos miedo y algunos, incluso, le llegaron a acechar como a una potencial presa.
Desde que el resto del mundo se había disipado, no podía evitar pensar en la película "Soy leyenda", donde el actor Will Smith se hacía acompañar de un pastor alemán (un elemento que en la novela de Richard Matheson no aparecía, pero que en el celuloide era bastante efectivo) para ir a cazar vampiros mientras el sol brillaba en lo alto. Se daban evidentes paralelismos entre ambos, así que su ilusión y su necesidad era contar con un perro similar en su compañía, y salió a la calle a buscarlo.
Antes del episodio del zoológico, se movía por las calles libremente a lomos de una Vespa 125 S de 1960 (justo después de estrenar una Vita 125, que terminó abandonando, porque no le gustaban los arranques eléctricos). La había encontrado en un garaje sola y abandonada, llamándole con su irresistible voz y su estilizado cuerpo blanco de avispa metálica, así que no se hizo de rogar y la terminó arrancando con soltura para llevársela. Finalmente, la adornó a su gusto y la adoptó como vehículo habitual. Al fin y al cabo, Córdoba es una ciudad pensada más para motos que para coches.
Pero tras la suelta de determinados animales peligrosos que podían no haber salido de la casco urbano, se apropió de un Mini Morris de color azul con líneas blancas de 1961, al que su dueño anterior había acoplado sabiamente un buen aparato de música, tanto para CDs como para cintas de cassette. Y con él se desplazó escupiendo canciones negras a todo volumen por las ventanas abiertas a través de unas vías que ya comenzaban a mostrar señales de deterioro por deserción: la tierra arrastrada por el viento se había asentado sobre las grietas del asfalto y algunas plantas comenzaban a brotar con ahínco. Ésas en concreto no sobrevivirían, pero abrirían el camino a otras tantas que empezarían a agrietar con la fuerza de la paciencia y de la presión constante la piedra bajo el polvo y poder acceder así a la tierra viva y oscura donde hundir profundamente sus raíces.

Imagen de una ciudad tomada por la vegetación en un mundo sin humanos, cogida de Taringa.net

No sabía el tiempo en que la vegetación cubriría Córdoba y la haría desaparecer bajo un denso manto verde, pero calculó que él no lo vería en vida. Eso le hizo pensar en la ironía de monumentos y espacios como la Mezquita o la ciudad palatina de Medina Azahara, que se habían mantenido en el tiempo merced al cuidado y al mimo humano y que ahora, sin su mano atenta, también se perderían para siempre. Frente a eso, la Naturaleza se hacía cada vez más fuerte modificando a toda prisa el entorno hacia un estado bastante anterior a la presencia de personas en el mundo.
Y todas esas cuestiones, con las que se sentía realmente pequeño ante la grandeza del transcurso temporal y del propio Universo, le llevó a raparse la cabeza. Eso, y el tener que combatir constantemente con pequeños parásitos que se alojaban en su antes pulcro cabello y que le provocaban una irritación perenne. Se trataba también de una mera cuestión práctica y de higiene.
Así que salió en busca de su compañero. El verano cordobés estaba en pleno apogeo y el calor literalmente ahogaba la garganta, por la que parecía transitar polvo seco y arena rasposa. Pero esa jornada en concreto se notaba demasiada energía en el ambiente; olía a ozono y eso era señal inequívoca de tormenta por venir. Densos nubarrones descendieron desde la Sierra a pocos metros del suelo y cuando entraron en la hondonada del valle descargaron lo que llevaban en su interior. Pero no era agua, sino un imponente aparato eléctrico que estalló en todo su esplendor ensombreciendo el día. De repente, se produjo una intensa explosión de luz en la zona Oeste de la ciudad y el humo señaló a las claras la presencia de un incendio. Y no era pequeño.
Se encaminó hacia allí y al llegar a la altura de lo que era el Jardín de Elena Fortún contempló toda esa zona verde ardiendo con una corona de fuego flotante sobre su cabeza. La alta acumulación de oxígeno prendió con la primera chispa celestial que besó el gas y las llamas crecieron alimentadas por el abundante combustible almacenado sobre ese punto. No tardó mucho en ocurrir lo mismo en otras zonas de la capital, como el parque Cruz Conde (codo con codo con el Zoológico y próximo al Hospital Reina Sofía), el monumento natural de los Sotos de la Albolafia o el mismísimo parque circular de Colón, que está rodeado de edificios elevados, con lo que se podría producir allí el efecto de olla a presión.
Enfiló el coche en esa dirección, más por curiosidad que por interés de evitar una posible catástrofe que estaría más allá de sus posibilidades. Y lo hizo rezando para que las llamas no se extendieran por la ciudad, como ocurrió en la Antigüedad con Roma, con Londres en pleno siglo XVIII o en Boston ya a finales del XIX. Pero en su memoria tenía muy reciente un hecho que le había acontecido durante la Navidad de ese mismo año: su primer y único accidente de tráfico. La inmensa cantidad de hojas caídas de los árboles, y que ya nadie recogía desde hacía meses, se alió peligrosamente con las copiosas lluvias y el asfalto se convirtió en una deslizante pista que arrastró su vehículo durante más de 30 metros a alta velocidad antes de aplastarse contra una farola y una marquesina del autobús urbano.
Se imaginó lo que le hubiera sucedido sin en vez de un coche hubiera estado conduciendo una moto, como era lo habitual, que manejaba sin casco para poder llevar sombrero. Habría muerto irremediablemente o se hubiera partido más de la mitad de los huesos, lo que desembocaría igualmente en la muerte sin nadie que sanarle a su lado. De aquella ocasión salió casi indemne, tan sólo un doloroso hombro dislocado y múltiples magulladuras, amén de dos dientes partidos y la torcedura de un tobillo, pero le bastó para ser más prudente para el resto de su existencia en el mundo. Por eso, cuando marchó hacia Colón no lo hizo con prisas, y cuando llegó pudo ver que el incendio había alcanzado a los dos colegios que rodean al parque y que ardían como teas preñadas de brea.
Pero el fuego no saltó a los edificios vecinos, salvo al muy barroco y colorido Palacio de La Merced, donde dicen las crónicas colombinas que el navegante genovés expuso sus teorías esféricas a Isabel I de Castilla y de nuevo prendió en el techo de la iglesia, plagado de raquíticos jaramagos, para que el templo volviera en ennegrecerse por los siglos de los siglos.
Diana Cazadora, de Julio Romero de Torres.
Cogido de http://epiyteounabuenadegalgos.blogspot.com.es
Con la boca abierta por el dantesco espectáculo, percibió por el rabillo del ojo un leve movimiento junto al aparcamiento del monumento y el corazón le dio un vuelco. Era un galgo joven, más flaco de lo que habitualmente es ya de por sí su raza, de color gris atigrado y con una trufa blanca en la punta del morro, justo antes de la nariz. No era tan raro el galgo en una ciudad como pudiera parecer, y ya muchos urbanitas habían salvado a más de uno de la muerte por abandono, hambre o ahorcamiento transformándolos en animales de compañía fuera de su ambiente natural, que era la Campiña. No en balde, a este animal lo había cordobizado por completo Julio Romero de Torres en su obra cargada de simbolismo de ultratumba; y el galgo se hizo uno con Córdoba paseando su estilizado perfil sobre el duro empedrado de calles como Osario, Armas o Lineros.
Ambos se midieron durante un tiempo largo con la mirada —justo antes de que la gasolinera ubicada en la otra punta del parque estallara envuelta en una horrenda bola de fuego ardiente— y el perro, finalmente, bajó la cabeza y se aproximó a él, huyendo de las llamas a su espalda, pero también llamado por la curiosidad hacia aquel ser humano que no se movía por temor a intimidarle. Y el flechazo fue inmediato. No era un pastor alemán, pero era compañía al fin y al cabo, y los dos acabaron adoptándose mutuamente.
Lo cuidó, lo mimó y lo protegió, contra todos y contra todo, hasta que creció en cuerpo y mente y se transformó en el mejor de los escuderos para tan solitario caballero de la ciudad califal.
Durante los siguientes dos años se llegaron a conocer tan a fondo que no les hacía falta hablar para entenderse. El perro se anticipaba al menor de sus deseos, pero también es verdad que gracias a él volvió a escuchar su voz de nuevo en largos monólogos, con y sin sentido, después de meses en los que únicamente cantó, gritó de rabia y aburrimiento y se respondía a sí mismo con monosílabos a preguntas mentales.
"Mancha", que así se llamaba, le acompañó a todas partes. Era literalmente su sombra y con él evitó más de un desagradable encontronazo con bandas de cánidos asalvajados, además de llevarle directamente a alguna pieza cazable para contar con algo de carne fresca que consumir.
En una de esas ocasiones, quedó paralizado por lo que creyó era el llanto de un niño. Le llegó nítido, transportado por un viento que apenas sí cargaba con cualquier otro sonido dentro de aquel espeso sigilo que envolvía a la ciudad. Y el perro también pareció captarlo al detenerse de golpe con las orejas pendientes y los ojillos nerviosos.
A él se le erizaron los pelos de la nuca y el vello de los brazos. Por un momento temió la existencia de "otros" seres, además de los humanos que habían desaparecido, y que ahora, con tanto espacio libre que recorrer, dejaban de ocultarse ante la vista indiscreta de la gente. A la mente le vinieron de golpe términos ambiguos y peligrosos como "vampiros", "espectros", "trasgos", "duendes", seres antropófagos, "infectados" con todo tipo de virus deshumanizadores y demás monstruos derivados de la última mitología popular que proliferaron de la mano del séptimo arte, la radio, la televisión e Internet. Pero la luz solar disipó en breve sus miedos de acabar devorado vivo —y con dolor— por algún tipo de ente sin nombre de poderosas mandíbulas y se centró en otra posibilidad más real: Quizá todavía hubiera personas a las que localizar, a pesar del tiempo transcurrido.
No sabía si eso le aliviaba o, por el contrario, prefería continuar inmerso en su nuevo estatus, en el que toda responsabilidad relacionada con el trato social se había volatilizado, proporcionándole una intenta sensación de libertad a la que se aferraba como una lapa. No tener que demostrar a nadie su nivel de inteligencia de forma constante en conversaciones, gestos o miradas; detenerse a miccionar o defecar allí donde la naturaleza le llamaba, incluso en plena calle; bailar sin rendir cuentas a nadie y por completo desinhibido en cualquier rincón donde le asaltara una canción que le hinchiera el corazón; o no estar atado sentimentalmente a persona, estado o ideología política alguna prácticamente le equiparaba a los héroes de la Edad de Oro o a algunos dioses de la Antigüedad.
Con estos lentos pensamientos, casi sin darse cuenta, llegó hasta el lugar donde creyó que procedía el fantasmagórico sollozo: Una guardería en la Avenida de Los Piconeros por completo vacía del menor síntoma de vida, pero sí repleta de juegos infantiles que le llenaron de melancolía.
No fue la única experiencia similar que tuvo y que empezó a calificar como "espejismos" por la inutilidad de sus pesquisas por conocer su origen. Eran siempre voces, unas veces varoniles, otras femeninas, alguna que otra neutra, muy distanciadas en el tiempo unas de otras y en puntos muy dispares y alejados de la ciudad. Y esos nítidos ecos de una Humanidad perdida le pillaban siempre desprevenido y con el acto reflejo de mirar de inmediato al perro, que reaccionaba todas las veces de la misma manera, así que pensó que no era algo que únicamente estuviera viviendo él.
En los albores de tan peculiar fenómeno, eso mismo le ocurrió un mes después mientras miraba en el interior de una conocida franquicia de ropa ubicada en José Cruz Conde para abastecerse durante los próximos meses. También, transcurrido aproximadamente el mismo plazo, en la Plaza de las Tres Culturas, justo antes de entrar en la estación del AVE para asaltar por enésima vez la cafetería y un establecimiento de delicatessen locales que eran su tentadora perdición.
Una tercera ocasión, algo más próxima a la anterior, tuvo lugar mientras realizaba una pintada con spray rojo y azul en una pared blanca adosada a la plaza de toros de la Avenida Gran Vía Parque; era un mensaje dirigido a sí mismo que decía simplemente: "Que tengas un buen día". En el interior del propio Hospital en otra ocasión escuchó cómo caía al suelo con estrépito una bandeja metálica con instrumental quirúrgico, e inmediatamente después el ruido de unos pasos veloces que escapaban del estruendo causado; vio los instrumentos esparcidos por el suelo y algunos de ellos, como botes para tomar muestras, aún en movimiento, pero ni sombra del culpable. Y luego dos veces más muy seguidas en Cerro Muriano y en el Sector Sur, en una de sus múltiples visitas relámpago por si efectivamente se terminaba encontrando con alguien más para compartir esta extraña desventura (además de buscar nuevos elementos para su colección de muñecos en miniatura, porque esas manías tan encepadas en la sangre no se pierden nunca; ni siquiera con el Final de los Tiempos a la vuelta de la esquina).
Eran palabras, nombres, suspiros, quejas y lamentos. Se pronunciaban como si se filtraran a través de una estrecha y estirable tela de araña, pero cuando por fin cruzaban esa sutil barrera le llegaban perfectamente comprensibles y sin distorsiones al oído.
Más tarde, cuando la situación se generalizó y comenzó a manifestarse casi a diario, le dio la sensación de que le estuvieran hablando a su lado y el perro gimoteaba con pánico mientras se empezaba a mover nervioso a su alrededor con el rabo entre las piernas. Una reacción realmente preocupante en un animal que se había enfrentado sin pensárselo dos veces a congéneres el doble de su tamaño y a roedores que puestos de pie sobre sus cuartos traseros semejaban a diablos de Tasmania, con mandíbulas casi igual de temibles, porque las alcantarillas del Califato siempre han guardado secretos que eran mejor mantener ocultos en el tiempo. O eso, al menos, le había comentado un agente de policía que formaba parte de la Unidad de Subsuelo con muchos años de servicio a su espalda.
Visión oscura y de estilo goyesco del interior de una alcantarilla. Cogida de http://www.taringa.net
Y por fin ocurrió.
Vio el cuerpo de un hombre tumbado en el suelo de una tienda dirigida por orientales de la Avenida de Almogávares. Lo descubrió con un leve aullido "Mancha", y la sorpresa dejó a ambos paralizados. En una situación de normalidad habría corrido a socorrer a su semejante, pero nada era normal desde hacía años, y la reaparición de otra persona, y en esas circunstancias, le pilló algo oxidado en materia de humanidad y falto por completo de reflejos en primeros auxilios. En cualquier caso, estaba muerto. Mostraba signos de enfermedad, desnutrición y deshidratación y vestía con harapos andrajosos. En sus piernas y en el brazo izquierdo había mordeduras de roedores. Pero su rostro estaba sereno por completo. Lo sacó de allí y lo enterró en el cementerio de San Rafael, en uno de los nichos que se quedaron abiertos desde que había dejado de haber gente. No dijo nada, pero llenó de flores frescas (abundaban por toda la ciudad) la pequeña puerta de su tumba que estaba a ras del suelo.
Los siguientes días anduvo ansioso y con la mente dispersa. Con la cabeza plagada de agudas y dolorosas interrogantes, acompañadas de una frustrante y marcada ausencia de respuestas. Se despreocupó del perro y le obviaba cada vez que el galgo buscaba la atención de su compañero y amigo, que no amo. Así anduvo hasta que un día gris y lluvioso, por falta de atención mientras contemplaba el increíble ejemplar de pino de más de 26 metros de altura que señoreaba la calle a su derecha, cayó en una boca de alcantarilla abierta, aunque camuflada de forma natural por ramas y hojas, bolsas de basura, periódicos y otros desechos, justo en mitad de la intersección de las calles Laurel y Nogal. Se partió un tobillo cuando chocó contra el suelo del túnel subterráneo y gritó tan alto que su voz rebotó en las paredes de su nueva celda multiplicando el efecto dramático. Arriba "Mancha" se asomaba al interior gimoteando y dando vueltas y de repente miró a su espalda con las orejas y salió corriendo ante la desesperación del herido, que apenas podía moverse y que guiñaba los ojos mirando al cielo mientras las gotas de lluvia le besaban la frente.
Solo en la soledad. Así se sintió en ese momento. Abandonado, tras haber estado total y profundamente dependiente de una amistad incondicional como la que le había mostrado el perro en todo momento. Pero se rehízo, como siempre, y hurgó en su macuto para localizar una linterna que formaba parte de su equipo habitual de rastreo e investigación.
El haz de luz cayó de lleno sobre otro cuerpo que yacía a su lado, en esta ocasión por completo devorado por las ratas y sin apenas carne pegada a los huesos. Probablemente había sido esa persona la que en su día levantó la tapa de la alcantarilla para meterse dentro, quizá buscando algo de valor para ella o huyendo de algo. De nuevo se le erizaron los pelos de todo el cuerpo con un escalofrío. No sólo por la muerte terrible a la que tuvo que hacer frente ese desgraciado o esa desgraciada —porque el sexo era imposible identificarlo a ojos de un profano y la ropa era muy ambigua—, sino también por el mero hecho de que el resto de sus congéneres estuvieran reapareciendo a cuentagotas y en un no muy buen estado de salud, precisamente.
Otra cuestión que le inquietaba sobremanera era que los "otros" estaban llevando a cabo actividades diarias —algunas muy próximas a su residencia, como la que en ese instante tenía delante de sus narices— que él no podía detectar, salvo por los ecos. Era como si todos y cada uno de ellos hubieran pasado a vivir en una dimensión diferente que, de cuando en cuando, se cruzaran y solaparan durante algunos instantes dando lugar a inquietantes coincidencias. Una serie de infinitas dimensiones que se desplazaban formando elipses en paralelo en el tiempo, aunque no en el espacio, y que dejaban "pasajeros" en cada cruce. Si esa absurda ocurrencia fuera real, ya había, al menos, dos de esos espacios dimensionales que se habían quedado sin "inquilino".
Se encontró sonriendo ante esos pensamientos. Pero su sonrisa no era de burla, sino de epifánica comprensión. De entendimiento mental, de saberse alguien con cierta capacidad intelectual para afrontar enigmas, aunque fueran del más allá. Y tal y como vino, esa sensación se marchó para desaparecer. Volvió a caer en su abismo particular atrapado en una alcantarilla fétida e infestada de depredadores, por la que empezaba a correr un reguero de agua de lluvia acumulada en algún punto más alto de la ciudad. El líquido pasaba lavando el cadáver antes de empapar sus pantalones y calzado y eso le hizo moverse con asco.

Dientes de rata, de www.ecplagas
Dejando de lado el dolor, que le hacía contemplar chispazos de intensidad roja en los ojos, se movió en dirección al lugar de donde procedía el reguero y al pasar junto al esqueleto le prometió regresar para enterrarlo también. Si es que regresaba. Caminaba con lentitud, apoyándose en la pared, procurando no dejar caer el peso sobre el tobillo dañado y deteniéndose cada vez que escuchaba el roce múltiple de uñas contra el ladrillo.
Empezó a ver a las ratas a los diez minutos de haber iniciado tan penosa marcha. Primero fueron algunas de tamaño pequeño y dispersas, que se daban a la fuga cuando la luz incidía sobre ellas. Luego éstas volvieron acompañadas de ejemplares bastante más grandes hasta alcanzar la decena, pero todavía se apartaban de él con cierto respeto. Le estudiaban. Pensó que le estaban reconociendo como comida, tras haber catado al pobre infeliz que estaba con él en el túnel, aunque es probable que les intimidara su altura y, si bien cojeaba de forma ostensible, seguramente lo veían más sano que al otro infeliz al que acabaron pelando los huesos. Siguió su camino intentando aparentar lo menos enfermizo posible. Cada segundo contaba allí abajo y si jugaba bien sus cartas, quizá le dejaran en paz antes de encontrar una salida apta para su incapacidad momentánea.
Pero las cosas se le estaban poniendo feas. Las ratas llegaban ya a la veintena; entre ellas algunas como gatos grandes. Le dejaban pasar, pero luego le seguían, primero a distancia, luego reduciendo metros, acumulándose en número y empujándole cada vez más dentro en las entrañas de la ciudad. La luz las apartaba unos instantes y después volvían a amontonarse como la arena en un hoyo de la playa, y la situación no parecía tener salida. Ni, mucho menos, un final feliz.
Y, entonces, empezó a fallar la linterna. La intensidad lumínica comenzó a bajar a medida que la batería se iba agotando y las ratas festejaron su nueva ventaja moviéndose más deprisa y lanzando chillidos histéricos. Por fin se hizo la oscuridad. Cerró los ojos, tragó saliva y esperó a que su espantoso destino se cumpliera con la mayor premura posible. Pero el ataque no llegó. Escuchó un gruñido prolongado, que se redobló en el reducido espacio preñándose de reverberaciones repetidas, y una multitud de pequeños pasos veloces que desaparecían en la invisible lontananza. Después, un silencio glacial y el familiar gañido de "Mancha" que le lamía la mano para tranquilizarlo y guiarlo a través de los túneles hasta una salida ubicada en las proximidades de la estación depuradora de Villa Azul. Había oscurecido y la luna creciente le iluminó con suficiencia el lento camino a casa después de aferrarse al perro y darle las gracias sentidas con lágrimas de alivio en los ojos.
Los días siguientes fueron un calvario de fiebre, dolor y pesadillas. El tobillo estaba desmesuradamente retorcido, con líquido en su interior e infectado, así que lo limpió como pudo, le aplicó una aguja para drenarlo y lo entablilló lo mejor que pudo, antes de atiborrarse de antibióticos de amplio espectro que recogió de una farmacia y desmayarse abatido sobre su colchón. Entró en una especie de duermevela del que salía y entraba de forma intermitente y, finalmente, acabó por no saber discernir la amarga realidad del inquietante sueño que le martilleaba las sienes.

Así, llegó a entender que en el fin del mundo que él estaba experimentando, Dios se había olvidado en la Tierra exactamente de un millón de personas a las que no llamó a Su presencia; no por nada en especial, sino simplemente porque sin llegar a creer en Él habían sido mucho mejores personas que una multitud ingente de autodenominados creyentes, quienes acabaron consumiéndose por los siglos de los siglos ahogados en el odio de sus respectivos infiernos, clamando por una injusticia divina que no comprendían, mientras que esos ateos sin alma disfrutaban de una prolongación existencial justo antes de estallar como burbujas y sin dolor saltando con soltura hacia una dulce Nada personal.
Pero los elegidos de Dios fueron concentrados en una Córdoba monstruosa y gigantesca, con un centenar de barrios añadidos, siempre siguiendo la línea del Guadalquivir en dirección al mar. Y es que dicen los que saben que cuando esta ciudad fue la capital del mundo, allá por el siglo X, llegó a alcanzar esa misma cifra de habitantes.
En el sueño, que se había alejado ya de su origen —tal es la caprichosa naturaleza onírica de la que están hechos—, se vio acompañado de una familia que no tenía: una mujer y dos hijas, a las que quería con locura y a las que conocía en profundidad, a pesar de no haberlas visto nunca antes. Entre sus vecinos vivía y se relacionaba un pederasta camuflado, de ésos que saben ocultar su demencia en un halo de absoluta normalidad y que son descubiertos siempre tarde, y un día que él había bajado a cazar tórtolas africanas en el parque de la Asomadilla, el enfermo se deslizó como una víbora en su hogar con aviesas intenciones, pero también con tan mala suerte que fue sorprendido por su esposa antes de alcanzar a las niñas, que eran el objetivo de su malsana lascivia. Le rompió el cuello golpeándole en la base de la nuca con una silla; todavía con vida lo descuartizó y lo preparó con una excelente salsa de cebolla, patatas asadas y canela, mientras que con la espina dorsal había elaborado un caldo muy nutritivo y sabroso. Y cuando él llegó a casa celebraron el mejor festín de todas sus vidas regando el excelente manjar con cerveza madrileña y vino en rama de Montilla-Moriles que había recolectado de una tienda cercana a su casa...

Cuando recuperó por fin la consciencia se notaba muy descansado. Fue como si hubiera dormido durante un año entero seguido tras toda una larga vida de trabajos forzados. Resultó ser una sensación agradable, y se permitió el lujo de sonreír al perro, que le velaba famélico junto al lecho.
El tobillo había mejorado a ojos vista, pero jamás recuperaría su estado original. Así que desde entonces arrastró una peculiar cojera que hizo del galgo un compañero todavía más preciado que antes. Pero todo había cambiado: el último sueño le acosaba constantemente en todo lo que hiciera. No la parte del pedófilo, que ni siquiera era la esencial, sino la de esas almas abandonadas de la mano del Creador. Porque si en el Universo había muchos más mundos que éste con vida —se le antojaba por completo ilógico pensar lo contrario: que la soledad se alojara como un quiste en la raza humana como único ejemplo de la ingente imaginación de Dios—, también sería plausible que hubiera otros como él deambulando en solitario sin llegar nunca a coincidir en el mismo plano; pensando que sólo ellos eran los últimos seres sobre la superficie del planeta con capacidad para pensar en su desdicha. Con raciocinio suficiente como para darse cuenta de que seguían existiendo, a pesar de todo.
El Puente Romano de Córdoba acosado por la niebla, de Valerio Merino.

Por ello, decidió salir en su busca. La niebla se había adueñado de las calles califales. Especialmente de aquéllas que se dejaban besar por el río. Todo el Casco Histórico, declarado en 1994 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, se ocultaba bajo un manto violáceo que devoraba los perfiles de la piedra milenaria y ralentizaba la luz y los sonidos. Parecía el momento propicio para presenciar milagros y apariciones. "Mancha" se tensó como una goma a punto de reventar apuntando con su afilado cráneo hacia el Puente Romano que ambos tenían enfrente. Primero fue una sombra que cobró cuerpo mientras avanzó hacia ellos. Luego vino otra y una tercera. Así hasta el centenar. Como un ejército espectral y silencioso procedente del Vacío más allá de las estrellas. Pero eran reales, de carne y hueso, con ideas y pensamientos bullentes y unos ojos que no atinaban a decidirse en mostrar sorpresa, miedo, consuelo o indiferencia. O todo eso a la vez.
El primero se detuvo junto a él. Era un nigeriano de los que habían llegado en los últimos años para vender pañuelos de papel y ambientadores para coches en los principales semáforos de la ciudad. Tras medirse con la mirada unos instantes, ambos se tendieron la mano y se la estrecharon sin abrir la boca. Del resto, algunos se quedaron contemplándolos, unos cuantos acariciaron al galgo, que se dejó mimar, y otros muchos pasaron de largo para volver a ocupar una ciudad plagada de promesas futuras.
Él y el africano se marcharon juntos y durante un buen rato no pronunciaron palabra. Pero el silencio había dejado de ser algo natural. Detrás de esa primera tanda vinieron varias más, algunas de hasta varios millares de individuos, y siempre envueltas en una neblina redentora y amorosa, a modo de descomunal seno maternal, para protagonizar el mayor y más espectacular parto jamás visto antes en toda la Historia humana. Y la pregunta cobró forma finalmente.
¿Qué había pasado?
Y nadie supo contestar. Aunque cada cual pudo explicar su experiencia particular, coincidiendo todos en que temían ser los últimos en pisar la Tierra, y de que eran plenamente conscientes de ello.
 Comprobaron que en otros países, algunos puñados de personas habían regresado también. En total, en todo el orbe no habría más de tres millones y medio de seres humanos. Por contra, la fauna y la flora se encontraban en pleno apogeo y los mares hervían de vida, con lo que alimentos no iban a faltar.
Con el tiempo, las reflexiones llevaron a numerosas explicaciones a la situación que se había dado, a cual más fantasiosa, pero la más cercana a la realidad era la que él siempre había sospechado: en un mundo de borregos, el pastor es quien lleva la voz cantante. Demasiada gente viviendo sin sentir o sin vivir propiamente dicho creó una tensión insoportable en el seno de la existencia, provocando una desviación del hilo temporal en forma de bucle cerrado que degeneró en un Vacío devorador de almas. Entre la gran masa inconsistente, aquéllos que se dejaban llevar por el constante fluir del tiempo sin reaccionar, se volvieron mansas sombras de sí mismos hasta disiparse sin rastro ni memoria de ellos. También los inocentemente inconscientes se perdieron, y por eso los primeros en desaparecer fueron los niños.
Los menos, los que estaban plenamente lúcidos ante su circunstancia como personas individuales, permanecieron, aunque muchos dudaron y acabaron perdiendo la fe en sí mismos en cuanto saborearon la atrocidad de la soledad más absoluta, y también se marcharon.
En cuanto a él, tras haber pasado tantos años de intensa experiencia como "único superviviente" sin haber dedicado nunca un solo pensamiento a Dios, de repente volvió su mente y sus ojos al Cielo en busca de una respuesta.


No he podido resistirme. El fotógrafo cordobés y rocker Rafael Carmona captó hace años esta imagen en un barrio marginal de la capital califal. Y, evidentemente, este perro tenía que aparecer reflejado en esta entrada (aunque fuera a posteriori).


He de admitir que Los Negativos y su "No soy yo (La Psicoastenia)" calza como un guante con esta historia.




Otros que aluden en cierto modo a la sensación plasmada en el escrito anterior son Los Salvajes, a través de su estupenda "La Neurastenia".



Y un grupo de letras densas, Los Escándalos, que tuvieron una vida demasiado efímera para mi gusto. Este "Dónde se fue la diversión", me recuerda vagamente a un mundo vacío de contenido y con gente deambulante como si fueran zombies.




Y por alusiones, el "I've got mine" de Small Faces (no os quejéis, que es una verdadera joyita hecha notas musicales). En mi fuero interno, siempre quise ser una "Carita".




La letra:

I'VE GOT MINE (YO TENGO LA MÍA)

I just sit here everyday (Me siento aquí todos los días)
Wondering what you'll have to say (imaginando lo que tengas que decir)
But you read this letter (pero leíste esa carta)
'Cause I just wrote her that I'm fine (porque le escribí diciendo que estaba bien)
Between the lines she'll know I'm crying (pero entre líneas ella sabrá que estoy llorando)
Can't forget her (no puedo olvidarla)
And it's hurting, yes, it's hurting (y eso me hiere, sí, me hiere)
Deep inside me (profundamente en mi interior)
But no one knows it (pero nadie lo sabe)
'Cause I got my baby (porque he conseguido a mi chica)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Don't you know I got my baby (lo que no sabes es que he conseguido a mi chica)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Oh, my baby (¡Oh! Mi nena)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
What's the use of being down (¿Qué sentido tiene sentirse deprimido?)
I should be making like a clown (Debo de estar haciendo el ridículo)
But how can I tell her (Pero cómo le puedo decirle)
That I can't live my life without her (que no puedo vivir mi vida sin ella)
Stop myself from thinking 'bout her (No avanzo pensando en ella)
How can I tell her (cómo se lo puedo decir)
And it's hurting, how it's hurting (y eso me hiere, cómo me hiere)
Deep inside me (profundamente en mi interior)
But no one knows it (pero nadie lo sabe)
'Cause I got my baby (porque he conseguido a mi chica)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Everyday I got my baby (cada día he conseguido a mi chica)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Oh, my baby (¡Oh! Mi nena)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Everyday, baby don't you baby I got mine (a diario, nena, tú no nena, conseguí la mía)
You'll get yours, everyday (Tú conseguirás los tuyos, a diario)
Hear what I say, come on, yeah (Escucha lo que digo, venga, sí)
Oh, I got my baby (¡Oh! Conseguí a mi nena)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Don't you know I got my baby (lo que no sabes es que he conseguido a mi chica)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Oh, my baby (¡Oh! Mi nena)
(You get yours) (tú conseguiste el tuyo)
Everyday baby, I just sit and cry (A diario, nena, sólo me siento y lloro)
And there ain't nothing I can do (Y al respecto no puedo hacer nada)
Oh, no, no, no, no (¡Oh, no, no, no, no!)
I can't stand it no more (No puedo soportarlo más)
I need, I need you so bad (Te necesito, te necesito hasta enfermar)
Like I never needed no one, yeah (Como nunca necesité a nadie, sí)