jueves, 17 de agosto de 2017

La noche en que un dinosaurio vino a verme

Un dinosaurio de hace 112 millones de años, cogido de National Geographic

Este canto lo inicié con la típica primera frase que te viene a la mente y te hace gracia por ser un tanto impactante. El resto es más de lo mismo, aunque si se escarba un poco alguna enseñanza (o placer) se podrá encontrar en sus versos.
Estoy seguro de que la figura del dragón que tanta importancia tuvo en la Antigüedad y en muchísimos rincones del Mundo a la vez y en una misma época, tuvo que ver con el descubrimiento de fósiles y esqueletos de dinosaurios que afloraron en algunas canteras. Es como cuando los antiguos clásicos contemplaron por vez primera el cráneo pelado de un elefante muerto y vieron claramente en él la cabeza de un cíclope.
De ahí a la leyenda hay un paso muy cortito.



La noche en que un dinosaurio vino a verme
las estrellas habían silenciado su rutilante charla
y el alba retrasaba su llegada como un juego
sonriendo tras de un seto.

Con pasos floridos llegó a mi altura
y estudió la luna y su doble cara
merced a su mirada de proximidad transparente,
como un fogonazo de sutil esencia primaria.

Con alma de dragón antiguo
me narró una historia de vespertinas verdades
a la liviana luz de un candil de plata
que iluminaba curvas ramas de olivo milenario.

Y dijo que del Mundo no se huye,
que la Vida usa piernas largas
y que el sentido de las cosas que son
te envuelve y te atrapa con saña.

En su universal mirada brilló una perla
de líquida tristeza ya olvidada
para apaciguar la tibia ausencia
de los que como él un día fueron.

Sus ojos amanecieron al tiempo que el sol,
el mismo que tiempo atrás le vio nacer,
para desgarrar las tinieblas de polvo estelar
a modo de manto de supremas palabras.

Pesa el tiempo que le hace eterno;
pesan las heridas de la inmortal presencia;
pesa el sonido de una lengua ya muerta
como pesa el amor a la ignorancia.

Y esa noche, esa particular noche
de cuentos con primitiva sustancia
y sabores añejos a veneno escarchado,
se extinguió la magia cuando se fue para siempre.

Los cuernos de la Madre Luna sobre el Ojo de Ra reflejada en las arterias del Tiempo, cogido de Vanity Fea - Blogia



No tengo más remedio que apreciar la ironía de haber sabido ocultar sin apuros mi purismo musical con un tema de corte celta que realmente me entusiasma, a pesar de que no casa con los cánones que solía escuchar gracias a las enseñanzas de mi gran amigo Pedro Burzaco (que me inició en las melodías mágicas de la tradición céltica).

La elección del gaitero asturiano Hevia y su tema 'Tierra de nadie' parece impuesta y con calzador, entre otras cuestiones porque en su día era más del gallego Carlos Núñez (quien en una Fiesta del PCE en Córdoba me firmó un más que original autógrafo a base de notas musicales), pero el caso es que este tema en concreto despierta en mí ensoñaciones ocultas que desconocía y que me hace volar por sobre la sagrada tierra asturiana como un alma alada y etérea sin temor ni a estrellarse ni a caerse ni tampoco a abrasarse en el Sol.


viernes, 4 de agosto de 2017

Temor esencial IV

Tableau noir et blanc plexi psychédélique de scenolia.com



Es de esperar que ésta sea la última entrega de mi temor esencial en verso. Las limitaciones del blog (de espacio, se entiende), me ha impedido poner todo el poema en una única entrada. En fin.
Hasta la próxima, pequeñuelos y pequeñuelas.


XIX

Mujer dulce que se oculta
En los imposibles rincones de este cuarto,
Dime si acaso con la fe se nace
O se adquiere y se pierde
Por la experiencia de ir a rastras
Vagando hasta el final del día.
Dime si no es legal mi queja
De que ha habido un mal reparto
En los dones y mercedes que afiancen
Este precario esquema de delicadas burbujas.

Insisto en ofrecerLe mi endeble persona
Como víctima selecta que inmola
La libertad a cambio de la suficiente fuerza
Para ser Su mundanal baluarte
Y oponerme a la marcha fiera
De los tibios que se lavan las manos
En un símil absurdo de lo más sucio y marginado.
Pero El que Es se calla,
Y yo, incurriendo en fatal blasfemia,
Me atrevo a perdonarLe por mostrarme Su espalda.

"¡Ay! Qué bien emulas lo que criticas.
Por tu orgullo me recuerdas y te acercas
Al principal desgraciado que jamás hubo
Entre los géneros de los seres creados.
¿Quieres cargar con el lábaro pesado
Siendo, como eres, un mero hombrecillo manco?
Sabe que no me estoy burlando
Ni pretendo ser cruel;
Ven, reposa sin recato en mi regazo
Y, mientras te peino con los dedos,
Escucha este singular relato:



En un árbol del camino había
una pequeña araña que sorbía
tranquilamente una mosca.
Al acabar el festín
la enrolló en su tela tosca
para alimentarse otro día.
Mirando concluyó al fin
que el alado insecto tenía
casi el doble de su tamaño,
y se dijo salerosa:
"La cacé sin ningún daño;
en verdad soy poderosa".
Por allí acertó a pasar
un asno acalorado
y bajo al árbol fue a parar
por su sombra sosegado.
La araña ladina,
creyendo en su poder,
escupió una hebra fina
para así descender
y expulsar al intruso.
En su empeño por vencer
llegó a rozarle incluso
un ojo al animal,
quien meneó la cabeza.
La aventura no fue mal
y digamos con certeza
que la pequeña araña
pudo realizar su hazaña
por la ayuda apreciable
de un avispón pesado
que con su fino sable
picó al asno en un costado.
Viéndolo huir deprisa,
y pensando que fue ella,
no se aguantó la risa
comentándose fogosa:
"Correrá hasta la villa;
soy grande y poderosa".
Otra vez arriba
vio llegar a un hombre
de prominente barriga
y cabello color cobre.
"Es razón de peso
que si me enfrento con eso
mi fama en la zona
no será cosa de broma".
Se deslizó hasta el camino
y acentuó su desatino
utilizando sus patas
mediante grandes saltos
en un lugar alto
pelado de matas.
Bastón en mano
y la mirada extraviada
se acercaba el humano
silbando una tonada.
Ella seguía saltando,
el hombre caminando;
ninguno transigía:
El desenlace fatal
se decidiría
justo en el paso final.
Ya la iba a aplastar
cuando intuyó a mirar
y retiró el zapato.
- ¡Huy! Pobre bicha;
por poco la mato.
La araña redicha
cantó victoria gozosa:
"También me teme, sí,
pues se apartó de mí;
soy terrible y poderosa".



XX

Su inconfundible risa de plata,
Esa figura de niña-hada ligera,
Aunque cana por mirar a los ojos del dragón;
Te reconozco, cuarta voz,
Sé que un suspiro tuyo a la voluntad ata
Al poste del tormento,
Sé que tu saludo, musa de la Razón,
Destruye el poder que se concentra
En el odio de aquél que desespera
Por servir bajo el yugo de la incipiente inopia.

Tú lo has dicho, soy como ellos.
No te esfuerces conmigo
Porque yo soy el hombre sin memoria;
Y, siendo que es así, me creo afortunado,
Pues lo malo lo suelo olvidar
Y de lo bueno ni me acuerdo.
Por lo orificios de mis manos
Huyen derramándose
Todos los inútiles conocimientos,
Es por ello que carezco de pasado.

"¿Y el futuro, hombre hueco,
estás dispuesto a arrostrarlo?
Vamos, traspasa la diáfana frontera
De las casillas temporales.
Renuncia a la esclavitud del presente,
Caminando sin pánico
Hacia el país de los nuevos soberanos,
Donde ser individual no es pecado,
Sino que es forzada tarea consciente
Quebrar las generalidades,
Tal y como reza este antiguo canto:



Un buen día, el Hombre se acercó al Sol y,
ebrio de efímero poder,
logrado a base de sangre y llanto,
se burló de él.
El Hombre extendió los brazos
y abarcó en su seno
el resto del firmamento.
Pensó que ya no era pequeño,
que las estrellas eran suyas por derecho,
que su saber, infinito;
que el tiempo era su esclavo,
que la Muerte fue vencida.
Soñó, vana locura febril,
en ampliar el universo;
abrir de surcos la Nada estéril,
sembrar las semillas
de sus grandes ideas
y aguardar el milagro
de ver surgir la Vida
naciendo de la incógnita.
Al verlo todo a sus pies,
se llamó a sí mismo
Dios.
Ahora el Hombre yace bajo tierra.
Conoce y llora su arrepentimiento;
La Tierra se abre
y de su entraña,
como vital magma,
surgen las Mentiras.
Un grito de dolor y angustia,
un grito multiplicado
por una humanidad entera,
clama a la hermana Moira
piedad, por favor,
y ella,
sorda a su manera,
se aleja altanera y coqueta,
hermosa y ansiada,
meneando levemente su redonda cadera;
su risa fresca aturde
y aplasta
la grandeza del Hombre.
El poder concede dolor y éste,
por siempre compañero de lo humano,
suplica al Tiempo que acelere
el paso.
El Hombre ve al Tiempo
detenerse y sonreír;
mueve la mano y,
lentamente,
aparecen infinitos granos de arena
que se esparcen por el arado vacío
y transforman las ideas
en nauseabundas pesadillas.
Mientras, el Sol,
que también quiere su venganza,
seca la Tierra deshidratada
que le mira y le comprende,
pero de ella no es la culpa.
El Hombre siente al Sol abril su carne
y saciar su sed eterna con su esencia:
El alma,
que está hecha
de agua dulce.
El Hombre ya no es.
Devuelto al polvo
generador,
piensa con esfuerzo y sabe.
Aunque se niega a reconocerlo,
sabe, con miedo y espanto,
que no sabe nada
de nada".



XXI

Los ojos giran en sus órbitas
Divisando gigantescos fantasmas pálidos
Que se acercan
Tenuemente perceptibles en las sombras
De esta habitación aislada.
Diminutos planteas con el perfil de un viejo sol
Dorando sus filos perfectos
Desfilan de arriba a abajo,
Cayendo con pesada gravidez y estallan
En la sima profunda y sin final de la sala.

No existen ruidos,
Tan sólo un flojo zumbido
Modulando una irreconocible frase mental.
¡Basta! Mi voz chilla,
Y fantasmas y planetas,
Como alados vespertilios azules,
Se desvanecen marchitos en el aire.
De nuevo hay luz
Y vuelvo a ser una reposada piedra
Bajo el agua.

Me contemplo desnudo sobre el suelo.
Presiento que otro día habrá más vértigo
Para rasgar de nuevo el velo
de mi aburguesada tranquilidad.
Y así será hasta que la profecía se cumpla
Al extinguirse el siglo definitivo.
Ya no quiero Tus palabras; es muy tarde.
Bastaría con que omitas mi torpe oferta
De robarme la sana libertad
Que me hace ser hombre,
Pues sin ella sólo sería un vulgar cobarde.





martes, 1 de agosto de 2017

Temor esencial III

Portada del video en Youtube de Dark Elektro Neuropunk (Dj Refizul


XIII

Si hay un culpable, es el hombre;
Pero no es menos criticable
Que Tú otorgues
Y al callar admitas
Las atrocidades cometidas en Tu plural nombre.
Reclamo el sano derecho de enojarme conTigo.
Y a un justo desahogo
Quebrantando las reglas de la ofuscada obediencia;
Lo pido porque antes que un dios
Adivino en Ti ser mi Padre y Amigo.

Tengo un temor antiguo, transparente,
De cristales afilados y espejos rotos,
Que deja al descubierto
La visión de Dios poéticamente seccionado
Y sus aventados despojos
Diseminados en múltiples imágenes de cieno.
Ojalá pudiera desgajar de mi mente
La idea que de Ti me dio un cuento
Como un anciano leñador alejado de nosotros
Que me marcó cuando era adolescente.

Cuántas veces abracé
La posibilidad de rechazarTe,
Cuántas me venció el odio
Y Te insulté sin ambages a la cara,
Libre de remordimientos,
Apartando de mí Tu presunta debilidad.
Mi añorado Maestro:
Sé con certeza que existes,
Aunque también disiento
De los que dicen que hay un éxtasis
Latente en los encuentros con la Divinidad.




XIV

Una religión de amor
Inmersa en un paraíso de rabia y furia
Que agota todas las facultades.
Me inquieta la incoherencia
De ese absurdo genial
Sublimado hacia una postura de entelequia
En la que el débil y el fuerte
Pueden hablarse de igual a igual,
Cuando la realidad que yo veo es
Que sólo se logra la igualdad en la muerte.

Hace tiempo me advirtieron
De que no basta la buena sangre
Para defender o atacar con tino una posición,
Sería insensato si además no se cuenta
Con el deseo de tener hambre:
El insaciable apetito de saber
Y un preciso conocimiento de la situación.
Yo carezco de armas para esta guerra
Que se inclina en favor del Enemigo
Y del bestial atractivo que irradia.

¿Cómo es que no hay diferencia
Entre el que se ha mantenido en la sombra
Orinándose en Tus enseñanzas
Para salir de la ruina
Con una última contrición
Y los que aguantaron con paciencia
Infinitas burlas en contra de su confianza
En Tu particular concepto del ser y del estar?
Lo siento. Soy tan limitado
Que no lo abarco,
Si bien esa expresión de justicia me fascina.



XV

Cae la lluvia lisa para enfriar mi ánimo.
La ilegítima, empero, mantiene sus dedos de hierro
Apretados sobre mis sienes empapadas;
Me aturde la presión haciéndome olvidar
Que una vez fui apto
Para dar todo de mí, para amar.
Ahora desconozco tal sentimiento,
Ni siquiera lo entiendo,
Y cuando lo fuerzo
Me asalta el sabor acre de una sofocante arcada.

Desde luego que lo fuerzo,
Tú me obligas, ¿no recuerdas?
El segundo de Tu lista.
Yo lo intento, Te lo juro que lo intento,
Y me aburro tanto
Con la ambigüedad de las gentes,
Sus ideas retorcidas en escorzo
Plasmadas en tontas frases a medias,
Ese obtuso "tú ya sabes"
Que me cansa hasta sentir asco...

Me siento partido en dos,
Sopesando la balanza que mide la carga
Enfrentada del cariño que Te tengo
Y mi aversión desatada hacia los hombres.
Se mantiene un equilibrado movimiento
De planos círculos concéntricos
Y ahí está lo malo,
Pues esta fe que yo profeso,
Anclada en la periferia,
Me oculta las ansiadas cumbres
Sobre las que poder alzarme victorioso.





XVI

Ya lo ves, Padre mío,
No sigo un rumbo fijado;
Oscilando sobre la enferma marejada
Permanezco a flote a la espera necesaria
De que alguno de los dos ceda.
Me bastaría la luz de una palabra
Para llegar a la orilla a salvo,
¡Pues dila!
Adelante, toma mi libertad
Y pulveriza de una vez Tu silencio.

¿Qué esperas? Mi Señor, mi Dios,
Mi única razón de vivir
Y de respeto a la vida de los demás.
La primera revolución cristiana
Quedó ya olvidada;
Una segunda se me antoja imposible
Por el hieratismo de Tus hijos
Y los acomodados hombres de sotana
Que no preparan la nueva venida de Cristo
Revestido de carne compacta.

La función sigue en el teatro de siluetas.
Sesión única y continua
Sobre un solitario escenario
Ante una grada vacía
Cubierta de mugre y chirriante nieve.
Si el Autor no escribe,
Si deja que su Obra duerma,
Serán los actores quienes usurpen las riendas
Barriendo los dorados papeles,
Creando flamantes ofertas
De novedosos mitos, héroes y leyendas.



XVII

Escucha la charla de las cartas.
Naipes construyendo el futuro
Que se abatirá a plomo,
Promesa de esperanza para los cretinos
Incapaces de vivir sin la falsa magia.
Tras Tu entierro sólo hay miedo
Al qué, quién, por qué y cómo;
Se alza protector el tarot adorado
Como proclamado mesías,
Muy del gusto de este fin de milenio.

¿Y si realmente no somos?
¿Y si se apagan los astros?
¿Y si la Tierra deja de dar vueltas
Manteniendo una parte
En penumbra helada perpétua?
¡Oh, sagrada inquietud existencial!
A más de uno habría que graparle la boca,
Pero a los otros los comprendo
Porque si Tú no quieres hablar
El feliz Enemigo se expresa con total claridad.

Fértil barbecho de dudas,
Y así ha de ser
Pues al orar en serio aceptamos
El espanto de que se haga Tu voluntad,
Con todo lo que eso conlleva,
Cuando ni siquiera sabemos
Los motivos de esa rara arbitrariedad.
La desconfianza es su buena nueva;
Gozoso, el Gran Sátiro sacará provecho
De lo que hicieron los deicidas,
Aunque su derrota ya fue largamente anunciada.



XVIII

¿Es inmutable la elección?
A la vista está que no
Si todos damos el mismo primer paso
Para luego seguir distintos senderos
Que se cruzan y separan
Al compás que señala el dédalo raso
De la efervescente vida.
Esa vida que cada cual se hace
O le obligan
A formarse a punta de espada.

"Ten cuidado, hombre hueco.
La negación del comienzo
Puede acabar siendo
El preludio de un No para siempre,
Incluso después de que tu cuerpo
Se descomponga allá en el pudridero".
Esta cuarta voz es más reposada
Que la de la Bestia, la Ira y La Duda;
Quizá si le pregunte a ella
Me haga con una buena réplica.

Va remitiendo
El vértigo que me mantiene lúcido.
Desconozco qué es la lluvia
Y cuál mi lento llanto,
Fundidos ambos en los relieves de mi cara.
Dios, estoy tan abatido.
Ya no soy nada; no soy nadie,
Aunque ayer mismo me comportara
Como el radiante heredero del mundo.
Pero ella no ha desaparecido,
No huye con la llegada de la calma.