sábado, 2 de diciembre de 2023

De terrores y sombras

Reloj de arena roto, de Nicholas Avedon, cogido de su blog nicholasavedon.com



De un tiempo a esta parte me cuesta horrores escribir prosa. Aunque eso tampoco es del todo cierto, puesto que lo que brota de mi interior en forma de versos tampoco es poesía. NO soy poeta (no me gustan; son seres fatuos e indelebles, que requieren de luces, fastos y purpurina) ni me considero como tal. En absoluto. 

Pero tengo ideas que me bullen y queman dentro y me obligo a que salgan plasmándolas en un papel, que se transforma en la cárcel de las palabras y evita que regresen a mí. Tanto es así, que nunca me acuerdo de lo que he dejado escrito. Si alguien me mostrara uno de esos supuestos poemas escritos por mí, no lo reconocería. Podría decir que me gusta o que es un asco, depende de cómo me encuentre en ese momento, pero nunca diría que nació de lo más profundo de mi interior.

Porque ésa es otra: No soy consciente de lo que teóricamente escribo. Es como si algo ajeno me poseyera (y no; no duele) y usara mi cuerpo para decir lo que quiere gritarle al Mundo. No soy el autor de estos escritos, aunque mis manos hayan servido de instrumento válido.

Dicho lo cual, y con la promesa de regresar más a menudo, a ser posible con autentica prosa (siempre gratuita y abierta a todo el mundo, como debería ser el Arte, o lo que se pueda considerar como tal), he aquí el escrito titulado



 DE TERRORES Y SOMBRAS

El silencio y la soledad
en el seno oscuro de la tierra, 
generan terroríficos fantasmas
de cuencas vacías,
lenguas moradas colgantes 
y gusanos de lascivia y gula, 
que estrangulan invisibles
las ideas de paz y vida plena.

En el limo húmedo de esa tumba
que es la domada sociedad
soñolienta, con prisas y muda identidad,
las palabras se callan y mueren
como polvo de estrellas en el alba
ahogadas en la corriente sideral
del Eterno Gigante Durmiente;
no hay sonidos, sólo el eco de la Nada.

Cruje la hierba seca y el espectro aúlla.
Pero nada se escucha.

Es tan clamoroso el silencio doliente
que las alas de la lechuza asustan.

Es la llamada del manto negro
que se abate como seda sobre el mundo.

Y el paso de las horas abruma.

Y el peso de la vida aplasta.

La azabache diosa del Inicio
que contempló nacer todas las cosas
llora sin ruido brumosas hebras de plata.

Es la señal de que todo acaba.

Damos la espalda al instante
congelado por el soplo de la arena quieta
y el polvo rojo suspendido sin remedio.

Ha llegado el temido segundo que no se acaba.


He elegido un auténtico 'pildorazo' de Los Elegantes para 'ilustrar' musicalmente esta entrada, titulado 'Tiempo perdido'.

Y lo he elegido porque hoy en día sigue siendo fresco, directo, actual (es de 1984), suena contundente, con peso específico.

Personalmente me habla de soledad, de aburrimiento, de apatía, de inapetencia, pero, al mismo tiempo, la música que acompaña a la letra es energía pura, de la que te levanta el ánimo. Un contraste tan cojonudo como el blanco y negro de una Guinness...