lunes, 20 de agosto de 2012

Transparente transparencia de amargo y ácido limón


Imagen prestada de La Vanguardia. Con un fino sentido del humor.

Buen chiste tomado de Passimblog.com y que supone el primero de la siguiente
tanda sobre la crisis española vista desde el exterior.







Buen chiste que viene ni que pintado del blog Puerta de Babel. 

Chiste de Bennet cogido de Gatos Sindicalistas.

Otro buen ejemplo de sentido del humor atrapado de Rankia.


Éste de Forges ya es realmente sangrante. Recopilado de El Disidente.

Desde hace algún tiempo, meses, participo con mi firma (mi bolsillo tiene un inmenso agujero)  en varias de las campañas mundiales que se llevan a cabo desde Avaaz, una curiosa comunidad activista a través de Internet, que cuenta con más de 15,5 millones de seguidores en todo el mundo.
La verdad es que creo que se trata de un movimiento que por el momento tiene la fuerza (y la fe) suficiente como para mover objetos inamovibles aplicando una fuerza irresistible (a través de la recogida de firmas). Y muchos de los gobiernos del planeta han hecho caso ya en numerosas ocasiones a tantas voces, que, pese a hablar idiomas diferentes, han conseguido encontrar una canalización lo suficientemente inteligente como para dar salida a las demandas que preocupan al común de los mortales. Pequeñas cosas que, pretendiendo mejorar un mínimo el equilibrio natural de las cosas, suelen chocar de forma chirriante y brutal contra los intereses económicos de una selecta clase inalcanzable, pero que, gracias al Gran Modernista, están encontrando en este movimiento la horma de su zapato (lo que los convierte en más peligrosos que antes, si cabe).
Contando con el amparo de este inmenso colectivo, me he atrevido a plantear una reivindicación que considero justa para la totalidad de los españoles, tengan la mentalidad que tengan, alienten la ideología que alienten y defiedan los pensamientos que defiendan. El planteamiento es muy simple: Tan sólo quiero conocer las cantidades que se les dieron a cada banco durante los rescates que se llevaron a cabo a comienzos de la crisis. El texto de la propuesta reza como sigue (y si lo consideras medianamente justo, te pediría, ¡oh lector!, que la apoyes con tu magnánima y poderosa firma:
"No es lógico que al principio de la crisis (2007) se realizara un esfuerzo por parte de todos los contribuyentes españoles para salvar mediante una potente inyección económica a las entidades bancarias de este país (rescate) y que a fecha de hoy (tras el paso por Moncloa de dos presidentes de distinto signo político) desconozcamos por completo las cantidades exactas que han recibido cada una de ellas, y cuántas veces han sido rescatadas desde el Gobierno (con o sin ayuda de la UE). Quiero recordar que el grifo de los bancos sigue estando bastante duro como para que se abra a nuevas oportunidades de negocio, que son lo único que puede salvar a este extraño y melancólico país de la amenazadoramente ambiciosa voluntad imperialista merkeliana...
Necesitamos conocer con pelos y señales (detalles y cifras concretas) las cantidades percibidas por cada una de las entidades bancarias rescatadas en España, cuántas veces han sido rescatadas y cuál ha sido el fin real de ese rescate. Y es que la finalidad no siempre casa con el bien común de un pueblo, y el pueblo, al menos, tiene derecho a satisfacer su sanísima curiosidad".

Creo que el enlace para firmar es éste (¡ja, ja, ja! Por ahora sólo está mi firma y queda patético, ¡ja, ja, ja! Pero, eso sí, la solicitud no es ninguna payasada):

 http://www.avaaz.org/es/petition/Transparencia_en_el_sistema_financiero_de_cajas_y_bancos/?cXgmCbb

La música que acompaña a este tema es por razones obvias Pretty Green, de The Jam. Aquí tenéis la letra y la traducción. Que la disftrutéis:

I've got a pocket full of pretty green - Tengo el bolsillo hasta arriba de pasta.
I'm gonna put it in the fruit machine - Me lo voy a jugar en la máquina tragaperras.
I'm gonna put it in the juke box - Lo voy a gastar en la máquina de música
It's gonna play all the records in the hit parade - Voy a escuchar todos los discos de la lista de éxitos.
This is the pretty green - this is society - Ésta es la pasta - Esto es la sociedad.
You can't do nothing - unless it's in the pocket - No puedes hacer nada - salvo si estás dentro del bolsillo.
- oh no -
I've got a pocket full of pretty green - Tengo el bolsillo hasta arriba de pasta.
I'm gonna give it to the man behind the counter - Se lo voy a dar al tío que está detrás del mostrador.
He's gonna give me food and water - Me dará comida y agua.
I'm gonna eat that and look for more - Me comeré eso y me iré a buscar más.
And they didn't teach me that in school - Y eso no me lo enseñaron en la escuela.
It's something that I learnt on my own - Es algo que aprendí por mi propia cuenta.
That power is measured by the pound or the fist - Que el poder lo miden la libra o el puño
It's as clear as this oh - Y eso está tan claro como esto, ¡oh!
I've got a pocket full of Pretty Green! ¡Tengo el bolsillo hasta arriba de pasta!



miércoles, 15 de agosto de 2012

Encuentros en la primerísima fase


Me he tenido que sacudir durante meses la vergüenza (y el denso polvo dorado acumulado en las quebradizas telarañas de mi memoria) para incluir esta experiencia en el blog. Y si me da apuro es porque se trata de lo que Iker Jiménez denominaría un encuentro con lo insólito, algo que no entra en la cabeza del común de los mortales, que lo considera “cuentos de hadas” (en el más peyorativo sentido del término), por lo que no te acaban tomando en serio.
Pero, por otro lado, uno empieza a tener una edad en la que la opinión ajena no pesa ya tanto en mi actitud ante la vida, por lo que mi tendencia natural es hacer lo que me apetece; y eso no es otra cosa que narrar lo ocurrido en aquella nubosa tarde de sábado de 1984 en Pamplona.
He de aclarar que, para desgracia de mis padres, me gustaba más lo que rodeaba al mundo universitario que el estudio propiamente dicho. Quizá por ello, y aunque acabé Periodismo (Ciencias de la Información, que se llamaba por entonces) en la mejor Universidad de aquella época (La de Navarra), soy a mi edad un mero juntaletras mediocre, incapaz de salir de la base para alcanzar una miserable jefatura, mientras que el resto de mi promoción (1989) se codea con las altas esferas entre los forjadores de opinión de este siniestro y peculiar país (conste que lo digo sin acritud de ningún tipo, pese al recochineo que se adivina latiendo entre líneas y palabras).
Así, por ejemplo, allí obtuve mi primer cero (patatero y literal) por parte de una profesora, Rosa María Echevarría, de la que apenas aprendí nada de nada y que me pedía que en lugar de ejecutar una prueba de conocimientos le redactara un examen como si se tratara de una novela (paradójicamente, se trataba de la asignatura de Literatura). Por contra, del Maestro (con mayúsculas) José Antonio Vidal-Quadras tomé prestados sus amplios conocimientos en redacción (de todo tipo, desde la periodísticas hasta la literaria, pasando por la epistolar y, si me apuran, la cinematográfica), mientras que gracias a Carlos Soria me considero una mejor persona (me auguró que sería un buen padre, y así lo creo que soy) y un mejor profesional, intentando por todos los medios ubicar la ética por encima y por delante de cualquier tipo de privilegio malavenido, ya sea personal, político o económico (quizá también por eso no termino de despegar de la base, ¿quién sabe?). Una práctica, para desgracia de esta imposible profesión, harto difícil y no siempre aplicable (mi cara se enrojece, y no sólo de rabia, al escribir esto).
Por entonces prefería crear clubes de relatos cortos, participar en encuentros sobre Tolkien (contando, incluso, con la presencia de José Miguel Odero entre nosotros), abrir charlas filosóficas acompañadas de un buen coñac (“Instalamos nuestras colonias en las encías de los recién operados”, así se llamaban) o disfrutar de la organización de ciclos de cine (como el dedicado a Andrei Tarkovski,en 1988  de la mano de Rafael Llano, al que se presentó ni más ni menos que la mismísima Tarkovskaya –Larissa- y el vástago de ambos, Andrei Andreevich, para recibir el homenaje a su fallecido marido y padre, respectivamente). Con estos mimbres, poca cosa se puede esperar de alguien como yo (a nivel académico, claro está).
Pues bien, en mi primer año en Pamplona, viviendo como estaba en el Colegio Mayor Belagua, en Torre I, un muy melancólico sábado de otoño (entre octubre y noviembre, no recuerdo bien), mientras estudiaba (curioso, ¿verdad?), pude contemplar y contemplé a mis anchas por la ventana de mi habitación, situada en el tercer piso del alto edificio, un fenómeno que, como mínimo, se podría considerar llamativo, extraño o inquietante.
Al fondo se ve la Torre I, donde viví cuando estudié en Pamplona y mi habitación
era la ventana de en medio que se ve en el tercer piso.

El cielo estaba por completo cubierto de nubes conformando una extraña autopista de algodón añil mirando en dirección a unos montes ubicados a escasos cinco kilómetros al este del casco urbano pamplonés. Pero la visión era clara y límpida (algo propio de la atmósfera de esa ciudad por aquella época), porque no había niebla baja. Atardecía lánguidamente y de repente, por el rabillo del ojo, captó mi atención una luz nerviosa que surgió de entre las nubes hasta quedarse inmóvil flotando justo por debajo de ellas. Digamos que ese resplandor redondo carecía de color, pero no era blanca ni tampoco despedía destellos que iluminaran su entorno. Sencillamente, era “algo” claramente visible para el ojo humano, aunque sin llegar tampoco a mostrar detalles de su contorno o tamaño.
Algo parecido a este cielo era el que vi ese día en Pamplona.
Lo primero que pensé era que se trataba del foco de un helicóptero (silencioso, eso sí), porque desconocía de cualquier otra aeronave que por entonces pudiera mantenerse inmóvil en el aire en el mismo punto y sin temblar un ápice. Pero descarté la idea en cuanto comenzó a moverse de una extraña manera: subía y bajaba entrando y saliendo del manto de nubes como si fuera un juego. Y es que recuerdo que pensé que fuera quien fuera quien pilotara “aquello” estaba disfrutando de lo lindo. Su absoluta libertad de movimientos en capacidad de vuelo le permitía hacer lo que quería y poco a poco se fue alejando en dirección hacia los montes hasta que finalmente desapareció.
Evidentemente, me quedé de piedra. Pero todavía no le di la importancia real que podría llegar a tener hasta que de repente volvió a aparecer en el mismo punto que al principio. Supuse que se trataba del mismo objeto por tamaño y composición, pero descarté del todo aquello cuando apareció acompañado de otro punto de luz dedicándose ambos a realizar juegos similares al primero que contemplé.
Con los ojos desorbitados y respirando con rapidez, me levanté de la mesa, que quedaba en perpendicular a la ventana en su lado izquierdo y, tras echar un último vistazo a aquel fenómeno me fui corriendo a la habitación de al lado para ver si había alguien. Y, en efecto, así era. Allí estaba Jorge González de Matauco, natural de Vitoria, de mi misma edad y que tenía que estudiar bastante más que yo, puesto que había cometido la imprudencia de meterse de cabeza en la carrera de Derecho. Recuerdo, porque se me quedó grabado, que tenía puesto un jersey de lana gruesa de un color similar a la mostaza y le conminé, siempre por favor, que me acompañara a mi cuarto a que viera algo por la ventana (efectivamente, el ángulo de la suya impedía ver bien lo que estaba ocurriendo, porque la masa de Torre II se lo impedía).
Éste es Jorge González Matauco, con quien compartí aquella
extraña experiencia y que he "cogido" de su página web.
Cuando en breves segundos  llegamos a mi ventana le pregunté si él también podía contemplar lo que yo mismo estaba viendo. Y ante mi sorpresa (y alivio) dijo que sí. Así permanecimos un rato largo admirando sin hablar las acrobacias de aquellas cosas hasta que le pregunté: “¿Qué crees que es eso?”. “No lo sé”, contestó con sencillez y realismo, puesto que ni yo mismo sabría cómo calificarlo. Había ya hasta tres objetos pasándoselo en grande entre las nubes moviéndose de forma imposible, como si un enorme niño invisible manipulara aviones a su antojo, de una manera que la navegación aérea consideraría una falacia. Hasta que me dijo que tenía que estudiar y se fue a su cuarto, supongo que para meditar un poco sobre lo experimentado antes de sumergirse en las plúmbeas páginas de su libro.
No lo consideré extraño. Sencillamente le vi marcharse y yo continué con mi observación. Dos de los objetos, finalmente, ascendieron con rapidez y no volvieron a aparecer nunca más (queda melancólico, ¿verdad?), pero el tercero adquirió velocidad y acabó estampándose sin estallidos ni explosiones ni exceso de luces contra la ladera derecha del pico más alto de aquellas montañas lejanas (he intentado averiguar si tienen algún nombre, pero Internet no llega tan lejos como nosotros creemos) y se disipó. No es que se apagara, más bien es como si hubiera entrado dentro de la montaña: literalmente desapareció de la vista. Y ya no hubo más.
No es exactamente lo que aparece en esta foto de zonalibre.org, pero se parece algo a lo que vi en Pamplona. Ni eran tantas luces ni se veían dobles como aquí, y además no eran amarillas.

Si alguien se pregunta la razón por la que un estudiante de Periodismo no dio a conocer aquello antes, como se supone que tendría que haber hecho alguien con aspiraciones de comunicador, he de contestarle sin tapujos que la vergüenza pudo más que la vocación y además estaba demasiado verde (aún hoy en día sigo considerándome algo inmaduro a nivel profesional) para escribir esta historia de forma conexa y que tuviera algo de sentido.

 Como no podía ser de otro modo, aquí entra la banda sonora de UFO, una de mis series favoritas en los años 70 del siglo pasado, cuando todo era en blanco y negro y todos veíamos exactamente lo mismo, con lo que al día siguiente las conversaciones sobre la televisión irremediablemente giraban en torno al mismo tema:

viernes, 3 de agosto de 2012

BATWAYNE

Diferentes símbolos de Batman (pillado en el blog de Fuitamo).

Batman no es simplemente un símbolo que puede ser usado por cualquiera, como dan a entender en la tercera entrega de la estupenda saga filmada para la gran pantalla por Christopher Nolan. Batman ha tenido durante 70 largos e incombustibles años nombres y apellidos: Bruce Wayne (Bruno Díaz para los hispanohablantes de antaño) y ningún otro personaje de la DC tiene derecho a llevar la capucha y la capa del Caballero Oscuro bajo esa misma denominación.
A decir verdad, soy más deceniano que marvelita, sólo por el hecho de que mis dos principales superhéroes son de la Casa DC (Batman y Superman, por ese orden), muy a pesar de que prefiero mucho antes el universo Marvel, más apegado al mundo real con ciudades y ubicaciones que existen físicamente, que la invención originada por la cabecita de Malcolm Wheeler-Nicholson y que tuvo como escenarios primordiales a Metropolis, Smallville o Gotham City para sus interesantísimas historias de ficción. No en balde, me inicié en los comics de la mano de Los Cuatro Fantásticos y me hice muy amigo -por similitudes conmigo- de Peter Parker/Spiderman, o lo que es lo mismo merced a la portentosa y muy envidiada por mi parte imaginación de Stan “The Man” Lee, cuando todavía era un pipiolo preadolescente en mi Cáceres natal (adoro con toda mi alma ese quiosco del Paseo de Cánovas que tenía el lateral izquierdo siempre plagado de portadas de historietas con la firma del genial Rafael López Espí y que, Gracias a Google, he comprobado con gozo infinito que todavía existe).
Imagen del quiosco de Cánovas (Cáceres) donde me abastecía de cómics.

Volviendo al caso que me concierne, el descubrimiento de Batman fue para mí como una apertura de ojos a lo San Pablo. Estaba un tanto harto de la colorida densidad con la que en los 70 la Marvel trataba al mundo de los superhéroes y volví la mirada hacia la refrescante oscuridad del Hombre Murciélago. No porque fuera más simple que sus colegas de la casa rival, que no era el caso, sino por lo que entrañaba ese personaje nacido en mayo de 1939 del entusiasmo primitivo de Bob Kane: Un hombre de carne y hueso, que se alejaba del prototipo de metahumano con poderes de ninguna índole y cuyas armas principales eran su extremada destreza física (fruto de un entrenamiento más allá de lo racional y del conocimiento profundo de las artes marciales), su increíble poder de observación y deducción (no en balde se le apellida como “el mejor detective del mundo” y actúa como líder natural de la Liga de la Justicia Americana, LJA), su inconmensurable riqueza (que le permite obtener todo tipo de carísimos y utilísimos juguetitos) y su obsesión (surgida a raíz de ver cómo sus padres eran asesinados ante sus ojos, lo que le llevó a crear un alter-ego en forma de murciélago humano, que prácticamente acaba fagotizando su vida entera, para aterrorizar a los delincuentes que habían ocupado como una infestación su ciudad natal durante los penosos años de la Depresión) y que le otorga, a través del paso inexorable de las décadas, la fuerza necesaria para continuar incluso más allá de cualquier límite físico o mental.
Ése es Batman y no ningún otro. Puedo presumir de contar con una de las más amplias colecciones de comics y “novelas gráficas” de España acerca de este cercano personaje, y es cierto que se han postulado numerosas versiones sobre un mismo elemento (en su mayoría de mi gusto, aunque no en su totalidad), pero todos ellas manteniendo en común el hecho de que bajo la máscara y el disfraz, que es lo único que variaba en mayor o menor medida, se encontraba la misma persona: Bruce Wayne.
Imagen cogida de El bardo suicida en la que se ve a Batman/Bruce Wayne
dejando flores en la tumba de sus padres (la razón y el origen de que el
personaje oscuro exista).

Me temo que como todo en la vida, también en la DC fueron incapaces de sacarle el verdadero jugo a un Batman que en malas manos podría morir de éxito. Por ello consideraron que a principios de los 90 del siglo pasado había que dar un giro radical al superhéroe más afamado de la historia y lo único que se les ocurrió (supongo que a la parte más juvenil de los ejecutivos de la casa) fue quitarlo de en medio, no de forma tan radical como ocurrió con Clark Kent/Superman, al que asesinaron de forma burda, infantil y absurda (con un ser sacado de la manga llamado Juicio Final), pero sí dejándolo paralítico de la mano de un brutal Bane (que, precisamente, protagoniza la oposición a Batman en la tercera entrega  de Nolan). Pero es que a quien dañaron la espalda, quebrándole la moral y el espinazo, fue a Bruce Wayne, con lo que si Batman debía de continuar actuando tendría que ser a través de otra persona con nombres y apellidos diferentes para darle forma a un oscuro envoltorio traje que de otro modo se queda en una mera carcasa vacía.
Los “genios” de la DC pensaron entonces en Jean-Paul Valley, alias Azrael, quien se supone que ”mejora” el traje de murciélago agregándole ciertas armas y que basa toda su actuación en la mera fuerza física, obviando prácticamente la deducción y las dotes detectivescas del primero. Todo un fracaso que, por mi parte, se tradujo en el abandono de la serie habitual de Batman hasta que alguien decidió que tendría que regresar Bruce Wayne a ocupar el sitio que le corresponde bajo el manto de este  superhéroe único.
Es más, en uno de los números de esa (para mi gusto) lamentable saga la extremadamente sensual Selina Kyle/Catwoman se tropieza con Jean-Paul Valley en los tejados de Gotham y la gata le espeta directamente en su alma unas palabritas nacidas del chispeante genio del  apasionado juntaletras Doug Moench que de seguro le tuvieron que doler bastante al nuevo Caballero Oscuro: La voluptuosa felina le hace ver claramente que él no es “el” Batman y el hombre que está bajo la máscara se queda asombrado por el descubrimiento de la mujer, aunque insiste en señalar que es el Hombre Murciélago. “Puede que un Batman, pero no eres él… Lo que significa que fue gravemente herido por Bane”. “Yo superé eso. He vencido a Bane”, responde el muchacho herido en su orgullo. “Eso aún no te hace ser él. Y hay otra prueba”. “¿Cuál otra?”, inquiere un tanto mosqueado el rubio enmascarado. “Llámalo calor, feromonas…”. Valley desconoce a qué se refiere la Gata y se limita a intentar repetir “Feroz…”. “Atrayentes químicos. El Batman auténtico apesta a ellas. Tú eres casi estéril”, le aclara su oponente femenino. Casi nada.
Pocos números después, y siempre dentro de la saga KnightQuest (La Cruzada) al archienemigo de Wayne, el Joker, aprisiona al nuevo Batman y tras descubrir por sus movimientos y su brutalidad sin elegancia que no es tampoco el auténtico se desespera y pierde por completo el interés en él. En esta ocasión, fue Chuck Dixon quien también parece rebelarse, a través de las palabras y la actitud de los personajes a los que ha dado vida en su guión, contra un cambio tan sonoro que la DC no tardó en solventar con la vuelta de un Wayne recuperado casi en su totalidad.
Momento de la "muerte" de Batman por los rayos Omega de Darkside.

Tras un periodo de cierta normalidad, los “genios” de la DC volvieron a las andadas en 2009 (otra demostración de que cuando algo va bien siempre hay que estropearlo de alguna manera) y esta vez sí eligieron eliminar a lo calabrés a nuestro amigo Wayne. Matarlo. Así de simple. Fue a través de Darkside, que lo funde con sus rayos oculares tipo Omega. Eso es lo que intentaron dar a entender durante bastante tiempo, aunque luego se retractaron e hicieron volver al detective en una especie de odisea temporal que se inició en los tiempos prehistóricos (a donde fue enviado en realidad en lugar de morir) hasta llegar a la actualidad en lo que supone otra saga penosa donde las haya y totalmente carente de imaginación. Entre tanto, le cedieron el manto del murciélago a Dick Grayson (Ricardo Tapia para los hispanohablantes), alias primer Robin y posterior Nightwing), tras un rocambolesco encuentro con otro exmuerto (Jason Todd, AKA segundo Robin), quien en un primer momento se hacía pasar por Batman.

En efecto, una historia excesivamente enrevesada, absurda y carente de sentido, cuyo único fin era intentar aumentar las ventas y, de paso, darle un giro radical a su mejor personaje, obviando por completo a la internacional legión de seguidores de lo que es el concepto clásico de Batman para captar la atención de un público nuevo. Y me explico: Sin venir a cuento, y de nuevo en Gotham City, a Bruce Wayne le da la estúpida paranoia de dejar su legado en manos de diferentes “batmans” por todo el mundo elegidos personalmente por él, creando una especie de gran empresa con filiales en todos los países (Batman Inc.) que ahora explota la editorial ECC en lugar de la DC.
Pues ahí se lo coman ellos con papas, porque a mí me han perdido definitivamente como cliente.
No hay más que echarle un vistazo a las palabras de su fallecido creador (http://www.batmania.com.ar/paginas/bob_kane.htm) para darse cuenta de que la idea sin Bruce Wayne carecía de sentido. Y por si fuera poco, aquí tenéis un excelente trabajo de un psiquiatra (el doctor J. A. Ramos Brieva, curiosamente, un cacereño como el que suscribe este escrito) que ha estudiado la personalidad de Batman y que, según él  mismo dice es a Bruce Wayne a quien se está analizando, porque él es quien ha dado forma al manto que protege la noche gothamita. (http://www.sedice.com/modules.php?name=Documents&file=index&start=rinconautor&func=dlfile&target=&filename=Batman_visto_por_un_psiquiatra_2.pdf). Que lo disfrutéis tanto como yo lo estoy haciendo.
Esto es un añadido prácticamente obligado (lo siento):
http://www.abc.es/cultura/20140420/abci-batman-aniversario-201404202001.html?utm_source=abc.es&utm_medium=modulo-sugerido&utm_content=noticia-AB&utm_campaign=outbrain=obnetwork.


 Entre tanto, como no podía ser de otro modo, aquí se incluyen varias versiones del tema Batman de la genial serie (por inocente, colorida y graciosa) que en mi infancia me encantaba.

Esta es la versión de The Who (antes vuelve a sonar la versión original de la serie, pero merece la pena por las imágenes):



Y ésta, de The Jam:


Aunque parezca mentira, acabo de descubrir a esta estupenda voz (Lavern Baker) y nada mejor que darla a conocer con el tema Batman to the rescue: