lunes, 11 de junio de 2012

Decir adiós sin palabras

Imagen cogida de sickandbored.blogspot.com que me sirve
para ilustrar un poco el mundo de la pérdida neuronal.

No hace mucho que tuve una conversación con un amigo sobre su madre, que padece algún tipo de enfermedad degenerativa neuronal. No es Parkinson ni Alzheimer, pero le va carcomiendo las conexiones de la corteza cerebral (lo que retiene la memoria inmediata), para luego atacar directamente el corazón del pasado al ir profundizando en las diferentes capas cerebrales disipando recuerdos uno a uno, como si nunca hubieran existido (más o menos lo que hará el Gran Modernista al final de todos los tiempos con todos aquellos que se lo reclamen al no querer estar en un Cielo en el que faltaría mucha -demasiada- gente, pero no merecerse tampoco un infierno, que es lo que resultaría de existir en una eternidad vacía de ciertas presencias).
Eso ya de por sí es terrible. ¿Quién puede vivir sin tararear canciones? ¿Sin recordar historias? ¿Sin retener para siempre ese beso tan especial que alguien te dio en el momento preciso para que saltaran chispas? No es para nada agradable. Lo rechazo. No lo quiero. ¡Nunca!
Y creo -sé (no por mí, pero sí por otros)- que resulta igual de terrible para quien sufre a alguien que está así de enfermo. Y digo bien: sufre. Por mucho que se quiera a una persona, por mucho que se necesite de su presencia, resulta una atrocidad sin nombre arrastrar el solemne peso de semejante suplicio hasta que se extingue la existencia de ese degenerado ser al que se ama.
En esa corta charla, mi amigo me comentó algo que me disgustó más si cabe: me recordó que hay funciones vitales de las que nis acordamos, que damos por hecho que van a estar ahí siempre y de las que ni siquiera nos preocupamos, porque es el mismo cuerpo quien las ejecuta sin una orden voluntaria nuestra lanzada a velocidad de vértigo desde la mente. Respirar; el rítmico latido del corazón que suena a Soul puro; el mismísimo pensamiento, al que en excesivas ocasiones ni siquiera hemos podido controlar; la deglución de la comida o la bebida, que apenas sí requiere esfuerzo y que te puede llegar a provocar una neumonía en estos casos, o aprender y avanzar, algo tan necesario para un Mod-ernista que se precie, que forma parte de su misma esencia, según el maravilloso libro de Marcos Ruano "Bienvenidos al Planeta Mod", al que la "Inquisición" propia de este genial, genuino y autofagotizador movimiento cultural maltrató hasta el punto de hacerlo desaparecer de los puntos de venta (si bien yo tengo la suerte de poseer uno de esos ejemplares ya raros y que se convertirán en una posesión de culto que será necesario adquirir para comprender por qué fuimos -somos- tan luminosamente especiales).
Portada del magnífico libro de Mr. Merc,
del que estoy muy orgulloso (me refiero al libro, claro está).
Es de suponer que, como bien dice mi amigo, si en este mundo el verdaderamente desconocido sigue siendo el cerebro y su funcionamiento, lo normal y lógico es que siga siendo, al mismo tiempo, la última frontera que conquistar (de acuerdo que el espacio y el fondo del mar tampoco estan muy hollados que digamos, pero no deja de ser cierto que asumir permanentemente un límite del que no podemos desprendernos por formar parte de nosotros no deja de ser una aberración que no me consuela para nada y me hace dudar más si cabe del ser humano). Para ello, se requiere de fondos destinados a la investigación, no sólo para evitar estas enfermedades, sino como fórmula para satisfacer una necesidad de conocimiento que se me antoja insoportable mantenerla en la inanición de la ignorancia. Es que esa falta de avance llega a doler y para eso creo que el dinero estaría más que bien invertido (no, que yo sepa no tengo a ningún familiar en esa situación, aunque yo mismo temo por mis lagunas de memoria) en bien de una totalidad y no de forma egoísta y personal (que lo soy).
Todo el mundo tendría que aportar algo, especialmente ideas, porque de éstas nacen los caminos hacia el futuro antes de que éste se haga un presente demasiado tardío para rehacer errores, o reflexiones, aunque simulen ser obvias, porque de lo sencillo puede acabar derivando la solución a un problema complicado si acaba en las manos adecuadas (además, creo que, aunque no hubiera remuneración económica por aportar ese bien, el mero hecho de saber que algo grave se aligera merced al pensamiento de uno, es motivo más que suficiente de satisfacción personal, aunque suene muy infantil decirlo: "eso ha sido gracias a mí y ¡soy la leche!).
5sentidos a lo Picasso "pillado" de
vinos3besos.blogspot.com.
¿Por qué digo todas estas tonterías? Porque en mitad de esa conversación con mi amigo (Mahou mediante) me dio por pensar una minudencia: Sé que esas enfermedades deterioran impunemente las funciones vitales y que, al final, hasta el corazón o los pulmones fallan, pero ¿ocurre lo mismo con los sentidos? ¿Se pierden gradualmente también la vista, el gusto, el olfato, el tacto, el oído o la sensación generalizada en toda la piel de notar calor, el viento, el frío o una áspera pared?
Si la respuesta es negativa, ¿es porque esa parte de nuestra fisonomía no guarda relación alguna con el cerebro?
Si, por el contrario, es afirmativa, ¿no sería entonces a través de los sentidos como habría que intentar buscar la solución a la degeneración neuronal, no para frenarla, sino más bien para evitar que las funciones vitales no acaben por fallar del todo?
Quizá algún estímulo artificial permita su mantenimiento y su funcionamiento de forma autónoma, como cuando uno tiene el cuerpo y el cerebro medianamente normal. ¡Qué sé yo!

Mientras, a disfrutar de un buen tema que personalmente me encantaría seguir degustando el resto de mi vida, así se me anulen todas las neuronas de mi plano cerebral (que el Gran Modernista me conserve el oído). Tiene algo que ver con lo anteriormente narrado, es de los Brighton 64 y se titula "Fotos del Ayer":

 

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