lunes, 12 de enero de 2015

Occidental y aséptico narcisista

Transformación del periodista Clark Kent en el superhéroe Superman, por el genial Alex Ross.
Llevo años (y años) dándole vueltas al mismo tema: La muerte (asesinato) de mi vocación profesional, que, curiosamente, siempre achaco a otra mucha gente, pero nunca a mi propia persona.
Salí (para siempre) un soleado verano de la Facultad de Ciencias de la Información, en la Universidad de Navarra, ya algo renqueante y con una cojera incipiente que comenzaba a fastidiarme con un agudo dolor frente a lo que estaba por venir a muy corto y medio plazo. Me pesaba algo la armadura de plata con la que un periodista en potencia forjado en los estudios superiores se envuelve en defensa de la latente Verdad, la esquiva Objetividad (si es que existe tal cosa), la ausente Justicia y el encantadormente absurdo Sistema de Vida Occidental (casi, casi, la autoencomienda del superheroico alter-ego de Clark Kent). Y eso se ha acabado notando en exceso a lo largo del tiempo transcurrido desde entonces.
Fueron cinco años universitarios con profundos altibajos en mi formación. Los primeros cursos, excesivamente similares al BUP y al COU que acababa de dejar atrás, aunque con ciertas nociones de economía que me resultaron frescas, novedosas y algo útiles (por vez primera escuché el concepto de Campana de Gauss y el nombre de Keynes pronunciado con reverencia contenida por el eternamente sonriente profesor Miguel Alonso Martínez-Echevarria); una cierta (y manifiesta) incapacidad por parte de algunos docentes (Rosa María Echevarría, sin ir más lejos) para transmitir su supuesta pasión por una asignatura que quizá les venía grande, y una clase de Teología que me enseñó una gran verdad a través del conocimiento de Don Ignacio Ordovás (primo hermano del muy venerado maestro musical y mago de las ondas Jesús Ordovás, de Radio 3) : "Para defender o atacar algo, previamente hay que conocerlo".
Entre medias, la apertura de ojos hacia la información de carácter internacional (con el insigne profesor Pedro Lozano Bartolozzi como maestro de ceremonias), unas más que insuficientes prácticas de radio con Ángel Faus o unas muy divertidas gotas de comunicación audiovisual con Juan José García-Noblejas (ya disfrutando del jubileo en su merecido retiro). He de reconocer que en esta asignatura, en concreto, me lo pasé bastante bien elaborando reportajes y cortometrajes (nuestro grupo, en el que, entre otros, estaban Miguel Ángel Jimeno, Antonio Sánchez Escalonilla e Ignacio Saavedra, elaboró un reportaje sobre la muerte del Ché, otro más sobre los infanzones de Sos del Rey Católico(*) y un cortometraje basado en un cuento mío, titulado "El artista y el diablo", que ha sido plasmado en este blog  http://jmjcollantes.blogspot.com.es/2014/02/el-artista-y-el-diablo.html y que salió horrorosamente mal bajo mi más que lamentable dirección).
Y, volviendo al asunto que nos atañe, lo mejor de todo a lo largo de TODA la carrera: La sabiduría del recientemente desaparecido José Antonio Vidal-Quadras para enseñarnos a expresarnos, sacando lo mejor que teníamos oculto en el interior, a través de la sublime palabra escrita (ésa que cuesta horrores hacer desaparecer por mucho que muchos se empeñen).
Tengo que reconocer que buena parte de la culpa de que quisiera hacerme periodista la tiene la creación de Hérgé, el inconmensurable Tintin y su inseparable chucho terrier Milou.
Dejando atrás los muy felices años universitarios, la práctica de la profesión también tuvo sus altibajos desde que inicié mis muy profundas e intensas prácticas en el diario pacense Hoy (tanto en las oficinas de Cáceres, como las de Mérida), posteriormente en el cacereño periódico Extremadura, luego dando el salto al caótico periódico Ya en Madrid hasta que cerró de forma dramática (mi primer encuentro con los sindicatos y el Fogasa), La fugaz y efímera Gaceta de Córdoba (un agotador e intensísimo mes en la calle con poco más de 20 números y un segundo encuentro con el Fogasa), el muy instructivo Semanario La Calle y, finalmente, el ABC en su edición cordobesa, donde llevo ya la friolera de 14 añitos dándole sin parar a la tecla. En todo ese tiempo (7.906 días, según mi fe de vida laboral a fecha de publicación de esta entrada; 21 años, seis meses y 6 días a 14 de enero de 2015), me he topado con todo tipo de profesionales de mi nivel y, sobre todo, jefes (esa extraña raza a la que no quiero pertenecer así pasen siglos sobre esta tierra que finalmente me abrazará en su seno), y lo que he sacado más en claro es que la responsabilidad recae, en la mayoría de los casos, no en la persona más apta y adecuada, sino en la que más y mejor sabe escalar, el listillo de turno o el más individualista. La única clave para ello es morirse de ganas de mandar (algo que no casa con buena parte de la Humanidad) y no para mejorar el entorno o dignificar un trabajo o una empresa, ¡para nada! Más bien, para retroalimentar un ego inmenso (de ésos que impide permanecer a uno de estos energúmenos con sus semejantes compartiendo el mismo espacio físico en una habitación) y siempre hambriento de vano reconocimiento social y profesional.
Tuve el gran honor, no obstante, de trabajar junto al creador, diseñador y fotógrafo cacereño (maestro de periodistas y amante sibarita del Jazz y de un buen gin-tonic preparado con sabiduría arcana en el bar de su amigo) Enrique Higuero Manzano, cuando era director del rotativo entonces afincado en Camino Llano el fogosamente irracional almeriense Francisco Pérez de Torres, también fallecido (en 1994), quizá por su excesivo amor a la barra y que se portó conmigo siempre como un señor (llegándome a regalar, incluso, una cassette grabada en su casa de los Troggs, autores del increíble "Wild Thing"); disfruté vivamente con la cercana presencia de Julio RiquelmeBegoña Olabarrieta, Guzmán García Doncel, María José Barrero o Manuel Santaella (otro fallecido), todos ellos en Madrid, mientras que ya en la ciudad califal me codeé con un inmenso periodista de alma y mente como es Pablo Manuel Díez, a día de hoy haciendo las Chinas (las actualmente potenciales Américas de antaño), y todavía disfruto con la profesionalidad inconmensurable de Valerio Merino, el hombre del iris de oro y las pasiones internas más extravagantes que jamás haya escuchado.
¿Por qué será que dos de mis tres superhéroes favoritos con diferencia tienen de alter-ego
a periodistones? Éste es el fastuoso fotógrafo Peter Parker (AKA Spiderman), del Daily Bugle, cogido
de http://gkode.com.mx/
Con ello quiero decir que siempre hay dos rostros, como los que utilizaban los actores de la antigua Grecia para ocultar su verdadero yo, que miran a una misma realidad; dos puntos de vista coincidentes con lo bueno y lo malo, lo optimista y lo pesimista, lo blanco y lo negro, el Ying y el Yang siempre en permanente equilibrio, que conforman un mismo hecho. Y si hay bondad en la profesión que he elegido que la hay, también asoma el vicio, la corrupción, la falsedad, la mentira y el engaño en un exceso de abundancia.
No tengo que retrotraerme mucho tiempo atrás para decir que el periodismo ha cambiado en demasía, a peor, evidentemente. Cuando daba mis primeros pasos en la prensa escrita todavía era más importante la información como tal que la ideología política. Se trataba antes que nada de informar y sacar a la luz los acontecimientos que marcan el devenir de una ciudad, de una comarca, una región, un país, un continente o el mundo entero. Se publicaban noticias de todos los bandos (en mayor o menor medida) y los lectores se enteraban "de lo que estaba pasando", les gustara o no les gustara, lo compartieran o no, coincidieran o no con esas otras formas de ver la vida. La realidad era más completa desde el punto de vista informativo.
Ahora se ha impuesto la máxima del New York Times que dice "si yo no lo publico, no existe"; o lo que es lo mismo, "démosle a nuestro público lo que realmente quiere leer, sea o no verdad, sea o no cierto". Y ese peligro de dimensiones y consecuencias impresionantemente impredecibles marca un devenir y un estar del presente que se hace casi inamovible, estático, siempre igual. La realidad se recrea una y otra vez con mínimos y nimios detalles, empastando la información hasta extremos chiclosos. Se impone la clave ideológica y son "los míos" los que hablan, actúan y hacen (siempre bien y para bien), mientras que los "otros" ÚNICAMENTE han de salir reflejados cuando lo hacen mal (o nosotros hacemos ver que lo hacen mal), ridiculizando sus palabras (mediante pequeños matices a base de adjetivos calificativos más propios de la opinión que de la información puramente dicha) y sus actos o, sencillamente, haciéndolos desaparecer del mapa castigándolos con el ostracismo más absoluto.
Y no es una mera cuestión de ideologías. En mi caso, ya estuviera en un medio progresista o en un medio conservador siempre tendría problemas, porque lo que necesito es comunicar y no defender ninguna postura por encima de ese deber casi sagrado. Me hubiera ocurrido lo mismo en la Guerra Civil Española, en la que de haberla sufrido habría militado (o habilitado, que también se puede) en un tercer bando que hubiera combatido contra los otros dos. Fijo.
Pero todo eso está minando a marchas forzadas mi escasa vocación. Ya no consiste en una labor social, sino en un trabajo más, como el hecho de acudir todas las semanas a una oficina gris y plúmbea, haciéndolo lo mejor y más dignamente que puedo tan sólo para merecerme cobrar a cambio un sueldo a final de mes. Y no; no considero que tendría que dejar mi puesto a otra persona más vocacional, porque estimo que hablamos más de necesidades vitales y no de ambiciones espirituales (que, en mi caso concreto, las procuro cubrir con este blog).
Toda una insensata parrafada para tratar de justificar lo que es injustificable como buen occidental de alma insatisfecha: mis altibajos con la felicidad-infelicidad-tristeza; mis idas y venidas entre la euforia y la depresión; mi exceso de amargura, aún a sabiendas de que tengo más de lo que merezco o necesito. Un mal muy de Occidente que se adueña de las almas y se contagia con pesares similares y próximos del prójimo, que acabamos asumiendo con malsano placer sádico como propios y poder, así, seguir quejándonos de nuestro adorado estatus, a modo de competición con los semejantes sobre quién ha vivido la vida más trágica y quién ha apurado tragos más amargos a lo largo de su muy miserable existencia.
Mister Obor, con su habitual y eterna sonrisa, dueño y señor del semáforo de Ollerías, en Córdoba.
Una mañana, hace de esto algo más de un año, mientras volvía de dejar a mis hijas en el colegio, me topé con él en el semáforo que atraviesa el nacimiento de la Avenida de las Ollerías hacia el Pretorio y, sin mediar palabra, me saludó con la mano sonriendo. No me conocía de nada y me dijo adiós en un castellano horroroso con una blanquísima dentadura destacando como una luz sobre su rostro marrón. Y, evidentemente, le devolví el saludo. Vendía las mismas chorradas que otros antes que él y los suyos y que también habían llegado en masivas oleadas previas: extremadamente silenciosos rusos cojos, mancos o tullidos de bruñidos muñones y rostros tristemente hieráticos; rumanos que todavía no habían descubierto la chatarra como principal fuente de ingresos y ahora los nigerianos, los que más están aguantando de todas esas invasiones que habían llegado hasta la capital califal. Pañuelos y ambientadores de coche.
A partir de entonces, cada vez que cruzaba esa calle le devolvía el saludo y llegó un punto en que fui yo quien se adelantaba a su saludo. Y un buen día me paré y hablé con él. Su escaso español y mi mal inglés nos permitió mantener un mínima conversación en la que saqué en claro que era policía en su país de origen, pero tuvo que abandonarlo por alguna razón que no me especificó en su día y que seguramente acabaré averiguando. Con el tiempo, fui conociendo algo más de su vida. Su familia es del Sur del país (lejos, por tanto, de las atrocidades que se cometen en el Norte por parte del grupo terrorista Boko Haram) y es uno de los siete hijos que tuvieron Christiana y Joseph, sus padres. Tiene 37 años, pero su espíritu es francamente juvenil (lo demuestra, también, su gusto musical, que va desde el ritmo más puramente africano, hasta las canciones en plan Godspell o el Hip-Hop) y siempre, siempre, siempre está sonriendo. Pase lo que pase a su alrededor, no pierde la sonrisa cuando hablas con él.
Se llama Félix Obor Friday y ha tenido las santas narices de casarse y tener un hijo en nuestra tierra (cordobés, por tanto). Aprende español por las tardes de forma gratuita en un centro asistencial y su carácter abierto y afable le ha permitido agrupar en su entorno a un grupo de viandantes habituales que se han autoconvertido en sus protectores. Algunos le dan dinero, otros comida o bien le llevan un café con leche con algo para acompañar al desayuno. Muchos le saludan al pasar por el semáforo y creo que el éxito social de esta persona es su humildad y su buen humor, sin olvidar unas altísimas dosis de fe en un Dios que parece no haberle concedido nada, pero al que él se aferra simplemente por el mero hecho de sentirse vivo.
Estoy seguro que él siente mucho más que yo la Vida. Creo que tiene una existencia más genuinamente intensa que la mía. Me da la sensación de que ese tipo de fe es bastante más profunda que la que profesan algunos de los que se rasgan aquí las vestiduras cada vez que se menciona a alguna religión y, por supuesto, mucho más que la que defienden los fundamentalistas ya sea con un lamentable uso de la palabra (como algunos que reclaman la demolición de la Mezquita cordobesa) o a través del absurdo lenguaje de las armas; manipulando y retorciendo en ambos casos lo que se supone que es la Palabra divina.

La profesión periodística puede ser tan dulce como la miel untada sobre el cadáver de una vieja o tan repugnante como una mosca buscando su entidad y su ser sobre el mundo de las ideas que representa una cabeza. Imagen de Valerio Merino.

(*) Sos del Rey Católico es una preciosa localidad de Zaragoza de apenas 635 habitantes, donde Luis García Berlanga rodó en 1985 su genial película "La Vaquilla" y a donde la reina Juana Enríquez viajó desde Navarra para que su hijo, el futuro rey Fernando II "El Católico", esposo que fue de Isabel I de Castilla, pudiera nacer en territorio aragonés y no navarro. Era el año 1452 (un 10 de Mayo) y en gracia por aquel servicio su padre, el rey Juan II de Aragón, declaró que a partir de entonces todo aquel nacido en Sos se considerara infanzón a perpetuidad. Por tanto, es un pueblo hasta arriba de hidalgos y, con total seguridad, el municipio del mundo con más nobles censados por metro cuadrado. Un buen motivo para reportajear, ¿no?

Evidentemente, no tengo más remedio que incluir algunos temas nigerianos recomendados por Félix. Espero que los disfrutéis. El primero es de Lucky Dube y se llama "The way it is". Es Reggae.


Y éstos son Bracket y su "Yori, Yori".


También le gusta Flavour. Este tema se llama "Ada Ada"


Esto dice que le va bastante. Es D'Banj y su "Oliver Twist".


Me presentó, igualmente a Lyanya y su temita "Kukere".


Esto es un ejemplo del música cristiana que se hace en Nigeria y que ellos denominan Gospel. Es Agatha Moses y su "Nigerian Praise 1".


Finalmente, de los suyos plasmo a P-Square, con la canción "Personally".



No puedo dejar una entrada sin su toque Mod-ernista. Me gustaría incluir el magnífico "Free Nelson Mandela", de Specials AKA.


Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)

Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)
Free, free, free, free, free (Liberad, liberad, liberad, liberad, liberad)
Nelson Mandela (a Nelson Mandela)
Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)
Twenty-one years in captivity (Veintiún años encarcelado)
Shoes too small to fit his feet (con los zapatos demasiado pequeños para ajustarse a su pies)
His body abused but his mind is still free (Su cuerpo sufre abusos, pero su mente sigue siendo libre)
Are you so blind that you cannot see? (¿Estás tan ciego que no puedes verlo?)
I said free Nelson Mandela (He dicho que liberéis a Nelson Mandela)
I'm begging you, free Nelson Mandela (Os lo suplico, liberad a Nelson Mandela)
Pleaded the causes at the ANC (Defendió la causa en el ANC*)
Only one there in a large army (Solitario en medio de un inmenso ejército)
Are you so blind that you cannot see? (¿Estás tan ciego que no puedes verlo?)
Are you so deaf that you cannot hear his plea? (¿Estás tan sordo que no puedes oír su súplica?)
Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)
I'm begging you, free Nelson Mandela (Os lo suplico, liberad a Nelson Mandela)
Twenty-one years in captivity (Veintiún años encarcelado)
Are you so blind that you cannot see? (¿Estás tan ciego que no puedes verlo?)
Are you so deaf that you cannot hear? (¿Estás tan sordo que no puedes oírlo?)
Are you so dumb that you cannot speak? (¿Estás tan mudo que no puedes ni hablar?)
I said free Nelson Mandela (He dicho que liberéis a Nelson Mandela)
I'm begging you, free Nelson Mandela (Os lo suplico, liberad a Nelson Mandela)
Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)
Begging you, begging you please (Os lo suplico, os lo suplico, por favor)
Free Nelson Mandela (Liberad a Nelson Mandela)
You've got to, you've got to (tenéis que hacerlo, tenéis que hacerlo)
You got to free (Tenéis que liberarlo)
You got to free (Tenéis que liberarlo)
You got to free (Tenéis que liberarlo)
Nelson Mandela (Nelson Mandela)
Nelson Mandela (Nelson Mandela)
I'm telling you, telling you, telling you (Os lo digo, os lo digo, os lo digo)
You've got to free, you've got to free (Tenéis que liberarlo, tenéis que liberarlo)
You've got to free, you've got to free (Tenéis que liberarlo, tenéis que liberarlo)
Nelson Mandela (Nelson Mandela)

*Siglas del Congreso Nacional Africano, partido de Nelson Mandela.

Lo bueno que tiene un blog como éste es que se puede alterar las veces que uno quiera. Por eso, ahora (varias semanas después de su publicación) voy a introducir en esta entrada otro tema que le pega mucho. Es "La reina del muelle", de Los Flechazos.


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