martes, 27 de marzo de 2012

Claves de una dulce derrota (o una victoria amarga)

No voy a esconder que los resultados de las autonómicas andaluzas, en mi muy humilde opinión, son los menos malos de los que se han podido dar. ¿Razones? Unas cuantas, y cito: Se ha evitado que llegue un nuevo señorito (el hijo del médico del pueblo, como le conocen muchos) para hacer de esta tierra su propio cortijo, al tiempo que se le evita al anterior señorito (el hacedor de entuertos) que siga haciendo de esta tierra su cortijo particular desde hace ya 30 años. Así que, es muy probable que nos hayamos evitado durante cuatro años más esas estúpidas prácticas señoriales de los que se creen superiores teniendo bajo su talón al vulgo callado y sufrido, que para eso son menos que nada.
Es, en efecto, más una dulcísima derrota de unos antes que una amarga victoria de los otros. En ambos casos, todo hay que decirlo, ajenos a mi persona, porque no milito en ninguno de ellos, por lo que puedo opinar libremente y sin trabas de los dos.
Pero no es, como he llegado a escuchar a algunos de los ciegos obtusos que tengo en mi entorno, que los andaluces les hayan entregado un cheque en blanco a los de siempre para que nos sigan robando y haciendo lo que les da la gana.
Es verdad que Andalucía ha preferido que la derecha no gobierne. Es lícito hacerlo y así ha quedado explícito en las urnas. No por ello los andaluces son tontos, lerdos o idiotas, como se ha dado a entender en otras comunidades gobernadas por el "otro" partido mayoritario en España. Sencillamente, se ha producido una mayoría de izquierda dividida entre dos partidos (o tres, que habría que analizarlo todo) frente a una derecha unificada en una única formación, para intentar aplicar políticas despectivamente llamadas progresistas por unos y ampliamente consideradas sociales por los que creo que tienen la razón. Que no todo es el dinero ni la mejor manera de acumularlo en manos de los de siempre, de los que se creen los únicos capaces de crear riqueza a costa de los derechos de la generalidad; o, si lo prefieren, la masa humana. Aquélla por lo que paradógicamente se lucha, se cree y se defienden los ideales de unos y de otros.
¿Qué ha cambiado en esta ocasión para que el resultado de unas elecciones limpiamente ganadas por la derecha (que hay que reconocerlo y felicitarle por ello) no se puedan considerar un continuismo de una política ya agotada por la falta de alternancia y que ha terminado derivando en cuestiones vergonzosas, como el de los penosos EREs, de sobras conocidos por todo el país, con gentuza como ese infame, estúpido e incapacitado mental del ex director general de Trabajo y Seguridad Social de la Junta de Andalucía, al que me niego a citar aquí con su nombre por no merecérselo? Pues, dando por seguro que se llegará a un pacto de izquierdas, está el hecho incontestable de que hay una tercera formación en liza, que ha logrado el crecimiento y la fuerza suficientes como para tener en sus manos la llave del futuro de Andalucía.
Y eso pasa por dejar bien claro desde el principio que se acabó el concepto de cortijo en esta tierra, que todas las actuaciones del Gobierno andaluz van a estar fiscalizadas hasta en el menor de los detalles y que el mero hecho de tener un carné de determinado partido en el bolsillo ya no va a servir para honrar clientelismos y seguir dando la nota (conste que no digo que vaya a ser así, sino que TIENE que ser así).

VALERIO MERINO Que no falte nunca una buena imagen de mujeres con hábito de votar
Esa tercera formación en liza, en la que tampoco milito, no se va a conformar con las migajas de un pastel que algunos creen tener bien aferrado en sus manos. No bastan con tales o cuales consejerías, ni siquiera con la Presidencia del Parlamento andaluz. No. Tiene que haber una reunión previa a la negociación de esas nimiedades para dejar claras las posturas; para poner en común actuaciones, proyectos, planes o como se quieran llamar que saquen a esta tierra de su permanente impás de espera; para generar movimiento cultural, industrial, económico y social; para que el Estado de Derecho no se acabe deteriorando; para que realmente vivir en Andalucía sea un privilegio y un lujo, y no un mero lugar para el retiro de la Europa más rica. En definitiva, para que corra un aire fresco de cambio desde el progresismo, porque el que ya se ha estancado huele un poco a muerto de años.
¿Por qué no dejar que la derecha gobierne en minoría, como reclaman sus votantes y como las urnas le han legitimado para ello? La respuesta es muy sencilla, pero, al mismo tiempo, muy delicada de entender, y dicho sea de paso, sin el menor afán de herir ninguna susceptibilidad. Los números cantan: 1.567.207 votantes suponen, en efecto, un nada desdeñable 40,66% del total de votos válidos y que van para la derecha. Frente a eso, el partido mayoritario de la izquierda se ha quedado con 1.523.465 apostantes por ellos, es decir, el 39,52% del total, al tiempo que la formación minoritaria del progresismo andaluz sumó 437.445 votos, que suponen el 11,34% de lo que es válido. No hay más; el resto de votos (281.635, que se dice pronto), a efectos prácticos, son inútiles por carecer de representación parlamentaria, pero muy indicativos de que, gracias al Gran Modernista, sigue habiendo gente auténtica y de verdad que puesta por lo que relamente cree y no tiene, como muchos de nosotros, el voto secuestrado por las circunstancias.

VALERIO MERINO Momento de votar en Córdoba
Esto quiere decir que con 50 parlamentarios, la derecha podría gobernar, porque no hay quien dude de que son más que la individualidad de cada una de las partes de la izquierda (con 47 y 12, respectivamente). Pero esto no es política municipal, donde las diferencias ideológicas apenas son significativas a la hora de determinar las necesidades de una localidad concreta. Esto es un territorio muy amplio, con una serie de competencias, donde la ideología sí tiene mucho que decir, porque hablamos de salud, educación y economía. Y a esos tres pilares se llega por caminos múltiples y diversos. Por eso, la derecha querría aplicar la política propia que la define, tendente, muy probablemente, hacia la privatización o semiprivatización de lo público (porque éste le quema las manos y no lo quiere retener más de lo necesario), con una mayor preocupación en mejorar las condiciones empresariales para iniciar la recuperación económica, antes que en los derechos, necesidades y problemas de los trabajadores, que son los que dan sentido a todo lo anterior.
Por ello, al proponer en el Parlamento cualquier cuestión que afecte a la globalidad del territorio andaluz y que tenga que pasar por el tamiz de todas las formaciones, es seguro que sería rechazada en su más amplia mayoría de casos. Con lo que la gobernabilidad sería imposible y el avance, nulo. De esa manera, sí se acabaría dando ese retraso de 30 años que preconiza ahora la derecha en caso de gobernar la izquierda, y que los sindicatos ya han asegurado que se ha producido con la Reforma Laboral de la derecha. Con lo que en el fondo, todos contentos viviendo en 1982, ¿vale?
Del mismo modo, y para ser justos, aunque las urnas han dado la victoria a la mayoría de la parte progresista en Asturias, ésta tampoco ha conseguido el apoyo suficiente como para gobernar en solitario. Y ya que la derecha aunando sus escrutinios tiene más diputados, es lógico pensar que allí se va a quedar con el Gobierno para aplicar las políticas que crea conveniente (y no por ello vamos a poner a parir a los asturianos, ¿a que no? Aunque es verdad que lo siento por ellos). Pero que nadie se rasgue las vestiduras ni clame al Cielo, porque es lo más natural del mundo en el juego democrático, le pese a quien le pese.
(Al escribir estas líneas, desconozco el resultado final pendiente del voto emigrante y que podría darle a esa parte mayoritaria de la izquierda un voto más. En este caso, sería divertido ver por quién se decantaría una antigua escisión suya y se comprobaría de una vez por todas de qué pie cojea, ¿no?).
Dicho lo cual, voy a intentar esbozar, como mero profano, las posibles razones de que se haya producido este resultado final en la tierra que ahora habito y que, por tanto, hago mía, pero limitándolo al caso cordobés por dos motivos: es el que más conozco por proximidad y es el más particular, porque aquí se ha pasado por la izquierda más radical directamente a la derecha sin pasar por el progresismo moderado, lo que le hace un caso único en la Piel de Toro.
Tras la abultadísima victoria de la derecha en las generales de 2011 y su amplio éxito en las municipales de ese mismo año, todo hacía pensar que iba a ocurrir lo mismo en las autonómicas de 2012. Pero algo ha pasado para contradecir de forma tan ostentosa todos los sesudos augurios por parte de analistas políticos, encuestas y sondeos. ¿En realidad fallaron estrepitosamente? Permitidme que lo dude. Creo firmemente que ésa era la intención inicial de voto, con una amplia y suficiente mayoría de 55 escaños para la derecha que le permitiría gobernar en solitario igualmente en esta tierra quemada por el sol, pero a medida que se acercaba la fecha, muchas conciencias dormidas del voto de izquierdas despertaron y echaron por tierra todos los pronósticos. Creo que el mensaje de "¡Que viene la derecha!" caló profundamente en una tierra con esa honda tradición progresista que hunde sus raíces en el mismo terreno donde se alimenta el árbol sagrado andaluz por excelencia: El olivo.

VALERIO MERINO Papeletas en un colegio cordobés
Sería bueno ahora hacer la cuenta de la vieja en materia de votos para conocer el potencial real de la derecha (insisto, con los datos de la provincia de Córdoba): En las generales consiguió 208.889 (el máximo jamás conseguido en esta tierra por esa parte del espectro político), por lo que de haber repetido resultado habrían logrado seis diputados en lugar de los cinco que se llevaron. En lugar de eso, obtuvieron 41.166 votos menos que entonces. Y algo que explica esa diferencia es que la gente, incluida la de Córdoba, estaba hasta las mismísimas narices de un Gobierno central presuntamente de izquierdas aplicando reformas laborales propias de la derecha y moviéndose al dictado de lo que le imponía Alemania, con unas cifras de paro cada vez mayores y la incapacidad de reconocer que el país había entrado en una crisis depresiva profunda. Algo totalmente intolerable, que lo acabó pagando retirándole su apoyo y dándoselo en parte a la oposición (una cuestión que los británicos llevan a cabo con asiduidad y sin rubor alguno).
Además, hay que analizar la situación de ese partido de izquierdas en cuestión para terminar de entender las razones de su debacle. Logró 170.033 votos en Córdoba, perdiendo 76.437 respecto a 2008. Curisamente, la tercera formación del país creció en 11.864; la antes citada escisión de los primeros hizo lo propio en 15.176 votos, los nuevos ecologístas, en 3.768 y los (por llamarlos de alguna manera) "nacionalistas" andaluces, en 2.477. Sumando todo ese trasvase desde el primer partido de la izquierda supondrían 33.285 votos. Ni siquiera sumándole a eso los que le arañó la derecha (26.582) explican la sangría total que sufrió. Así que lo único que queda por pensar es que hubo 16.570 de sus simpatizantes de toda la vida que les dieron la espalda y ni siquiera se pasaron por las urnas en señal de que les retiraban su apoyo.
En cualquier caso, la derecha había marcado otro listón interesante en las municipales: 163.996 papeletas que fueron suyas logrando 286 concejales en toda la provincia. Evidentemente, cada municipio es un mundo, pero en el caso de la capital se había dado la circunstancia de que la anterior alcaldesa electa se dio a la fuga, cambiando no sólo de formación política, sino también de administración. Y esa "traición" fue demasiado para su electorado, que prefirió entregar sus votos a un nuevo partido de corte populista hundiéndolo en la miseria y dejándolo literalmente a los pies de una derecha triunfante. En los feudos rurales se buscaba un cambio que acabó dando a ese partido único hasta dejar diez alcaldías en sus manos. Todo un triunfo que les hacía augurar en mayo de 2011 lo mejor para 2012.
Un listón que ha logrado aumentar en estas últimas autonómicas (167.723 votos), pero que se ha quedado a 41.166 votos de distancia del récord de las generales, porque ni ha sabido moverse en los pueblos ni su candidato era carismático ni se contaba con la Reforma Laboral de su líder nacional que aquí ha hecho mucha pupa. Por contra, el candidato del partido mayoritario de la izquierda fue muy inteligente al separar estas elecciones de las nacionales, lo que se ha acabado demostrando en los resultados finales. Todo esto indica que la gran victoria de la derecha en 2011 se produjo en unas circunstancias muy concretas y que no parece que se vaya a repetir en muchísimo tiempo y que, quizá, esta cifra última sea su máximo potencial a día de hoy.
En definitiva, porque no me quiero explayar más, se abre un periodo muy bonito para Andalucía, en el sentido de que TODOS los partidos que trabajan por esta tierra (y chupan de ella) tienen un periodo de cuatro años para renovarse y presentar algo nuevo y que ilusione de cara a las próximas elecciones autonómicas. Y lo primero que tienen que hacer es cambiar de líderes, porque los actuales provocan más repulsa que otra cosa.

VALERIO MERINO Genial y muy sugerente imagen del "perdedor" de las últimas autonómicas andaluzas en Córdoba


P.D. No he querido mencionar nombres ni de formaciones políticas ni de responsables políticos, porque no me da la gana darles publicidad a ninguno de ellos.

Y no sé por qué, pero se impone esta canción en este apartado:


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