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No creí que pudiera existir nada similar a lo descrito en el relato, pero la realidad siempre, siempre, siempre sobrepasa a la ficción. Esto que se ve aquí es el Desierto de los desterrados, en Islandia, cogido de www.fotonatura.org. Allí se enviaban a los asesinos y demás personal considerados la escoria social para morir o si sobrevivían, rehabilitarse. |
“Allá, en la tierra de Iria, en mitad de la más árida nada esteparia, se
alza un avejentado baluarte de plomo y barro; abrasador y ardiente bajo el
aplastante sol del verano y helado hasta quemar la piel con las ventosas
mordidas matutinas del gris invierno. Es inmenso en altura, aunque mediano en
extensión. Depende su percepción, sobre todo, de las personas que haya
confinadas en su interior en un momento determinado, pero todos sus habitantes
tienen marcado en lo más profundo de sus ojos un mismo origen: las mazmorras
infestadas de ratas de la lejana capital, Lasombre.
“Y también comparten idéntico destino: morir en el olvido, lejos de todo y
de todos. Desaparecer de la memoria colectiva de un pueblo que se deshace de
ellos por ser los putrescentes despojos de una sociedad a la que ofende la
vileza de haber nacido pobre, haber surgido llorando del seno de una puta,
haber sido alejado del cariño familiar tras su abandono en plena calle o ser,
sencillamente, en algo diferentes.
“El roce del viento es lo más similar a un beso que se estila por aquellos
lares. El gruñido de odio es el saludo habitual –si no es más bien una
amenaza–, y la única música de la que se puede disfrutar es el sonido de una
paliza brutal propinada para arrancar a golpes de bastón candente el alma en
jirones de un cuerpo falto de fuerza y de energía para seguir existiendo.
“Era, es y será el lugar más parecido al concepto de Infierno en la Tierra:
Piedra, polvo y lodo en la boca; lacerados dedos de yemas sangrantes y sin uñas
y amarillentos ojos secos de tanto llorar en silencio ácido esmeralda y dorado
sulfuro. Allí los sentidos se envilecen, la edad se marchita y el espíritu se
encoje bajo una lluvia incesante de malos augurios, esperanzas muertas,
pensamientos funestos y fuentes de diarrea existencial.
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Muy inquietante imagen elaborada por Anton Semenov, pillada de www.inkultmagazine.com, que se me antoja lo más parecido a lo que se puede encontrar en un Infierno cualquiera. Quizá el tuyo. |
“ ¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre! ¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre! ¿Hasta
cuándo? ¡Hasta siempre!¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre! ¿Hasta cuándo? ¡Hasta
siempre!...
“…Siempre. Nunca. Palabras que pesan como losas por su tremendo sentido
realista…
“…Y aún así, muchos de los que allí habitan se sienten más libres que los
que dicen serlo en el resto del orbe. Quizá sea porque tienen tiempo de pensar
en que existen y que son, a pesar de lo absurdo que puede resultar semejante
reflexión.
“Puede también que porque sean capaces de sentir crecer en sus pechos el
vértigo de la existencia inyectando en momentos de soledad infinita ese chorro
de adrenalina suficiente para hace volar los corazones hasta desbocarse durante
un precioso e intenso segundo. Y hay veces, incluso, en los que una sonrisa de
asombro ha iluminado, como si saliera el sol en plena noche, alguna celda y los
guardias sombríos no se han atrevido a indagar la razón de ese extraño fulgor
apenas percibido por ojos que no sean los de un búho nocturno.
Estrella moribunda, del blog www.lapandorica.com |
“Son instantes casi divinos que, por ser a la vez profundamente humanos,
ahondan en el mayor de los contrastes percibidos. Porque mientras que en el
seno de una prisión perdida se sigue absorbiendo a pequeños sorbos la vida
áspera y amarga, fuera las hordas de muertos que se mueven continúan agotando
sus densas existencias sin vivir realmente. Repitiendo, una y otra vez, los
mismos pensamientos, manteniendo idénticos anhelos, realizando gestos gemelos y
ya aprendidos, soltando sin hablar palabras repetidas y sin contenido profundo,
ofreciendo egoístas besos sin pasión, lanzando miradas sin inteligencia ni
curiosidad. Es el mundo terrible del nada asombra y todo aburre; del estar de
vuelta de todo o de la pose excesiva para demostrar que se es un espíritu libre
tras haberse asomado a todos y cada uno de los rincones del mundo para regresar
trayendo consigo, como una carga inútil, el mensaje de que no hay nada
diferente bajo el mismo sol y en un planeta demasiado pequeño para los
espíritus ociosos.
“Holgada disparidad en la que a un lado se concentran las existencias
teñidas de blanco que se pierden en las sombras, frente a las profundamente
grises resaltando sin perfiles bajo el colorido y amplio vacío del exterior.
Vidas intermitentemente plenas en un extremo, o presencias continuas, pero
flojas e inertes, casi inapetentes, en el opuesto.
“Eso es lo que ha llegado a representar Iria en la mente del colectivo
hastiado por la ausencia de novedades. Iria es la capacidad de recuperar el
orgullo de seguir siendo, a pesar de los obstáculos. Iria es respirar
conscientemente el aire que nos rodea y notar que con cada bocanada fresca el
cuerpo se revigoriza para seguir avanzando paso a paso. Iria es negarse a que
el músculo se agote definitivamente. Iria es esa brazada de más que se da pese
al agotamiento extremo cuando tienes la playa a la vista, al alcance de los
dedos. Iria es negarse a dejar de ser. Iria es intentar ser inmortales mientras
dura un pestañeo de los párpados. Iria es heroicidad en estado puro.
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Espectro de las almas blancas, de es.artquid.com |
“Pensad en Iria cuando el abrir los ojos por la mañana sea una tarea
ingrata e imposible de cumplir. Invocad a Iria cuando creáis que el amor se
ha extinguido definitivamente en vuestros pechos. Recordad a Iria cuando la
nada viscosa y vermiforme se apodere de vuestros pensamientos. Despertad a Iria
cuando penséis que ya es demasiado tarde para empezar de nuevo”.
El portavoz de la Divinidad, desde su improvisado atril en la plaza central
de Lasombre, se cayó un momento y recorrió con la mirada al ejército de
desesperados que tenía delante. Nadie se movía. Querían más; lo necesitaban,
carentes de esperanza como estaban. Pero ya no había nada más que añadir, tan
sólo plantearles la cuestión que bien podría prender con su chispa la llama de
la revolución o bien acabaría perdiéndose con el viento en alguno de los
rincones del mundo hasta dispersarse como si nunca antes la hubieran
pronunciado:
“¿Qué es preferible para vosotros? ¿Ser realmente libres en Iria, saberos
hombres y mujeres plenos de existencia en esas sombras tan llenas de vida o
recrearos en una opulencia vana, sin esperanza ni futuro que os ofrece una
ciudad ardiente bajo el sol, que esclaviza las mentes a cambio de vuestra
mismísima esencia?”
El silencio se hizo insoportable. Una gota enorme resbaló por la sien
derecha del portavoz de la Divinidad hasta alcanzar la comisura de su labio.
Abajo, la masa humana se contemplaba con prudencia, intentando adivinar en el
ojo del vecino cuál tendría que ser la mejor respuesta, cuando ésta se
encontraba en el interior de cada uno. Se oía el viento azotar las cabelleras y
arriba en los balcones de los edificios más altos que rodeaban la plaza
central, por encima del pueblo, esperaba la respuesta el estamento de los
privilegiados.
No había ejército en Lasombre. No hacía falta. Se había logrado adormecer
los instintos primarios de la población a base de abundante ocio gratuito para
sus escasos momentos de esparcimiento y alimento excesivamente asequible,
suficiente como para abastecer las diferentes necesidades que se habían creado
de forma artificial según cada barriada y mantenerlas a todas ellas agónicamente
sumisas. A cambio, sólo reclamaban el mantenimiento absoluto de esa élite
dedicada exclusivamente a la contemplación y la vida pasiva, sin reservas y con
una fidelidad a prueba de toda duda. Los gobernantes sabían que eso no podría
durar más allá de tres o cuatro generaciones, pero no importaba. Tenían
trabajando de forma incansable a un ingente grupo de expertos para crear nuevas
formas de diversión sin coste alguno a fin de seguir envileciendo los espíritus
durante los años venideros.
De cuando en cuando, permitían que alguno de la base particularmente
maleable ascendiera a las alturas para demostrar que existía permeabilidad
entre estamentos, pero no era más que un espejismo. Previamente, se practicaba
un exhaustivo examen del individuo para determinar su ausencia absoluta de
escrúpulos antes de siquiera plantearle la posibilidad de seguir manteniendo
inamovible el número de privilegiados o de ingresar algo de sangre fresca,
bella y joven en tan hermético círculo.
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Otra imagen de Anton Semenov. |
Pero algo había fallado. Un minúsculo resquicio del infalible plan hacía
tambalear su impresionante estructura desde los cimientos, porque a nadie se le
había ocurrido incluir en los cálculos la posibilidad de semejante percepción en
la masa irreflexiva: Hastío y aburrimiento absoluto.
Unos pocos comenzaron a cuestionar un sistema incapaz de cumplir con sus más
íntimos anhelos y hacer reales sus aspiraciones más ínfimas en comparación con
el torrente imparable de necesidades vacías
que se hacía llegar al conjunto de ciudadanos desde la cumbre. Algo
removía sus estómagos incapaces de reconocer que ese hueco en sus esencias era
la libertad de elección, muerta ya por la ingente cantidad de información
percibida a diario para obturar el raciocinio y dejar que otros más preparados
y mejor dispuestos resolvieran los problemas cotidianos.
Unos se mantenían en rincones oscuros para elaborar intrincados dibujos en
blanco y negro que les despejaba por unos segundos la visión. Otros, se
imaginaban formas en la piedra y lloraban por su desconocimiento absoluto ante
la posibilidad de arrancarlas de su seno, porque no conocían técnica alguna
para poder hacerlo. Los había que en su locura se arrancaban los ojos para
evitar esa búsqueda inútil e incansable de algo que les satisfaciera de verdad,
y hasta se llegaban a quitar la vida por lo insoportable de una situación
rutinaria y sin salida.
A muchos de ellos los denunciaron sus propios familiares y vecinos,
temerosos ante una actitud carente de lógica que bien podría ocultar una
enfermedad insondable que acabara con sus cómodas existencias. Y desaparecieron
de la faz de la tierra como si nunca antes hubieran existido.
Pero quienes tuvieron contacto con los extraños recogieron y sembraron sin saberlo
una semilla de inquietud que les hacía brillar en mitad de la uniformidad
generalizada y, finalmente, acabaron ellos también por evaporarse de las calles.
Así que, a partir de entonces, reinó el silencio en la mayoría de los casos
para preservar la vida y el azul de la enfermedad acabó extendiéndose como la
cianosis en los cuerpos carentes de oxígeno.
Y ahora, un portavoz de la Divinidad, Ésa a la que muchos de los
gobernantes despreciaban porque no se veían reflejados en Ella, desataba su
lengua ante una inquieta e inquietante multitud de personas que luchaban y se
afanaban por recuperar el pensamiento perdido.
El silencio también se hizo insoportable para los que estaban asomados a
los balcones y alguno tuvo que reprimir un escalofrío, cerrando los ojos a lo
que allá abajo estaba por venir. Una mujer desdentada por la piorrea se aclaró
la garganta y con voz clara proclamó:
–¡Iria!
Su palabra quedó suspendida en el aire, quebró la vergüenza que atenazaba las
lenguas y abrió las compuertas para que una avalancha de ideas cobrara forma en
un único concepto.
–¡Iria! –Berreó el que se encontraba a su lado afirmando con la cabeza y
esbozando algo parecido a una sonrisa.
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Idea de la pesadilla de Anton Semenov. |
–¡Iria! –Repitió al fondo una joven de apenas quince años levantando a la
vez un puño en lo alto.
–¡Iria!
–¡Iria!
–¡Iria!
La percepción del tiempo se detuvo para todos. El portavoz de la Divinidad,
los de arriba y toda la masa congregada en la plaza central de Lasombre
supieron de inmediato que, a pesar de que no todos se unieron al grito casi generalizado,
aquella sociedad tan asentada en cátedras de acero que todos creían constantes
viraba de improviso hacia un destino por completo nuevo y desconocido que nadie
de los presentes alcanzaba a vislumbrar.
El siguiente paso aún estaba por dar. Hubo miedo, pero su sabor era fresco
y muchos le dieron la bienvenida, porque había nacido de un albedrío individual
aliado a otras muchas voluntades similares, que no iguales, y cada uno pensaba
en que comenzaba a ser el verdadero dueño de sus personas.
Y, por fin, alguien reaccionó…
Nada mejor que relajar el ambiente con un buen tema musical. El artista, Otis Redding, la canción, (Sitting On) The Dock Of The Bay. Perdonad si a alguien he ofendido con este relato. Pero sabed que he disfrutado redactándolo...
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