Todo el mundo conoce el ejemplo típico de aliteración; ésa de Rubén Darío que dice: "el ala aleve del leve abanico". Pues bien, vamos a practicar con una serie de aliteraciones bestias, largas y, por supuesto absurdas. Aquí van un par de ellas para ir abriendo boca y añadir luego las que se nos vayan ocurriendo con el tiempo (cambiando, además, las anteriores, si es menester, a medida que vayan surgiendo cuestiones más divertidas y adecuadas):
1) Eleva al alba el alto lienzo con la larga lanza de Longino. 2) Del higo hago un gasto con gusto regalado a gloria de goma. 3) Son suaves los siete sonidos que se ciernen sobre la sien
del sinuoso anciano.
Tras la extraña versión televisiva (incluida a modo de curiosidad), aquí va la versión entera que me enamoró en mis años mozos:
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